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Vicios que matan|Un enemigo que crece

MARÍA ELENA HOLGUÍN

EL SIGLO DE TORREÓN

Cada vez más jóvenes consumen mariguana, cocaína, heroína y éxtasis.

COMARCA LAGUNERA.- Las estrategias preventivas se muestran insuficientes ante un enemigo que se diversifica y se extiende amenazando la salud humana: el consumo de drogas.

Una enfermedad, un fenómeno psicosocial cuya condición nociva se ha ampliado, alcanzando a grandes sectores de la población mundial hasta convertirse en uno de los más graves problemas de salud pública.

Se define a la droga como una sustancia o mezcla de éstas, distintas a las necesarias para el manteni-miento de la vida, que al introducirse en un organismo vivo, modifica algunas de sus funciones y a veces la propia estructura de los tejidos.

Los cambios incluyen alteraciones en el comportamiento, las emociones, las sensaciones y los pensamientos de las personas.

Los medicamentos, el té, el café y los refrescos de cola contienen drogas; existen además las de consumo legal como el alcohol y el tabaco y desde luego, las que comúnmente se identifican con ese término o ilícitas, que son la mariguana, cocaína, heroína, éxtasis y otras.

El grado de modificación que las sustancias pueden causar al organismo es en función del tipo de droga, la personalidad del consumidor, las expectativas de éste sobre sus efectos y el lugar o situación donde se consumen.

La legalidad de una droga no se ha determinado en función de la gravedad de los problemas de salud, sino con base en factores económicos, culturales o políticos, de ahí que las sociedades sigan mostrando permisividad hacia el consumo del alcohol o el tabaco, a pesar de que sus efectos en la salud son del todo nocivos.

En México, la droga de mayor consumo es la mariguana y la población que engloba esta adicción es, en la mayoría, la adolescente (de 12 a 17 años de edad); en el caso de la Unión Americana, los niños prueban el alcohol a partir de los 12 años, mientras que se experimenta por primera vez con el enervante a los 13 años.

En los últimos años se ha modificado en forma significativa la proporción de hombres y mujeres que las han consumido, de ocho varones por cada mujer en 1998 a sólo cuatro por cada una de éstas.

Factores determinantes

El consumo de drogas encuentra explicación en una condición del ser humano que lo lleva a hacer cosas que le causan daño.

La farmacodependencia es, explica el psiquiatra de Centros de Integración Juvenil, Adalberto Mena Caldera, una enfermedad que se adquiere voluntariamente, cuya condición debe prevalecer también a la hora de brindar tratamiento por parte del paciente, pues, de lo contrario, éste será inoperante e insuficiente.

“Este tipo de trastornos se adquieren por lo general en forma voluntaria, por una decisión de la persona, quien determina si consumirá drogas y si dejará o no de hacerlo”.

El especialista señala que se ha registrado un incremento general en el consumo de cocaína entre los pacientes que acuden a la institución en los últimos diez años, lo cual se atribuye a una mayor disponibilidad de la sustancia.

La mayoría de quienes solicitan tratamiento son jóvenes de los 14 a los 25 años, edad en la que generalmente se inicia el consumo de drogas; la mayoría de éstos han sido remitidos al CIJ por las instituciones educativas, con las que se ha logrado establecer un mayor contacto y de hecho, han establecido políticas que permiten que los muchachos que enfrentan alguna adicción, reciban la atención que requieren, incluso como condicionante para que continúen con sus estudios.

Debe establecerse una diferencia entre los consumidores experimentales, quienes lo hacen argumen-tando “curiosidad” y suelen dejar de recurrir a las drogas cuando se les somete a un tratamiento y los farmacodependientes, aquéllos que registran un consumo continuo y repetido por períodos que rebasan los seis meses de duración, así como una tendencia para hacerlo compulsivamente.

Personas con algún grado de dependencia, experimentan molestias cuando dejan de consumir la sustancia (síndrome de abstinencia), además de que la cantidad que utilizan ya no les provoca el mismo efecto.

Mena Caldera explica que al alcanzar la dependencia, el individuo se enfrenta a un trastorno incurable, de la misma forma que sucede con cualquier otra enfermedad crónica, aunque sí se puede lograr un control a través de tratamiento.

En la medida que hay dependencia, se presentan cambios o trastornos psiquiátricos, enfermedades cerebrales y otras alteraciones sistémicas, es decir, que pueden repercutir en el funcionamiento de todo el organismo.

Dentro de éstos se puede mencionar a los trastornos comórbidos asociados al consumo, como alteraciones de la personalidad que se reflejan en el no acatar reglas ni normas; falta de capacidad para darse cuenta del desarrollo de los demás e indiferencia ante el bienestar ajeno.

“Esto describe al delincuente común y corriente”, refiere el especialista.

Otra patología es la personalidad limítrofe, referente a quienes evitan el abandono y no quieren estar solos (regularmente son mujeres); son personas que se autodañan y presentan cambios bruscos en el estado de ánimo.

Es notorio además que quienes presentan estados depresivos o de ansiedad, son mucho más suscepti-bles al consumo de sustancias que generan una dependencia.

Los menores infractores que denotan un trastorno disocial o negativista desafiante, pues no respetan las reglas ni siguen las normas son, al decir del psiquiatra, potenciales consumidores de drogas al igual que quienes presentan un trastorno por déficit de atención, en que los pequeños son inquietos y agresivos y si no se detectan y reciben tratamiento oportuno, puede acarrear consecuencias funestas en el desarrollo del individuo en forma determinante.

En la medida en que un individuo no estructura el “súper yo” o conciencia moral, está más expuesto a enfrentar una dependencia.

Generalmente, cuando alguien decide someterse a tratamiento es por influencia de agentes externos, más que por decisión o convicción propia de los daños que el consumo de sustancias está provocando en su organismo y en su entorno.

Adalberto Mena señala que cuando el individuo llega a enfrentar problemas legales como una remisión a la cárcel o una demanda; económicos, como la pérdida de dinero o empleo y en sus relaciones familiares y sociales, solicita la atención médica.

En este sentido, el objetivo del tratamiento es que el enfermo se mantenga por lo menos un año sin consumir, aunque en casos de dependencia severa constituye un logro el sólo mantener el consumo en cantidades menores.

Sin embargo, las expectativas que se fijan cada vez que llega un paciente es la abstención completa por lo menos en los seis meses siguientes.

Cuando un farmacodependiente lograr superar estos períodos, debe continuar sujeto al suministro de medicamentos y a la atención durante un tiempo prolongado, además de un cuidado permanente que le impida recaer.

Incluso, en forma periódica se le somete a exámenes antidoping para corroborar que ha seguido el tratamiento y hay avances.

Para el psiquiatra, no existe un indicativo de que los resultados del tratamiento serán exitosos; en algunos casos poco puede ayudar una detección oportuna del problema, pues la incidencia de múltiples factores lleva a concluir que el paciente no saldrá adelante.

Estancamiento emocional

La psicóloga, Ana Luisa Adame Acosta, refiere que los consumidores de drogas prácticamente anclan su vida cuando inician y nunca hay un final feliz si se trata de farmacodependientes crónicos.

En el caso de los adolescentes que acuden a tratamiento, predomina la justificación de que consumie-ron drogas por curiosidad y regularmente, llegan a solicitarlo por iniciativa de los padres de familia o porque fueron descubiertos en la escuela.

Cuando existe un consumo experimental se pueden obtener resultados favorables luego del tratamien-to si la familia se involucra en forma positiva en el proceso de rehabilitación.

En los adultos, es ausente el crecimiento emocional de acuerdo a lo esperado en cada etapa de la vida.

Los consumidores de drogas son, por lo general, personas que truncaron sus estudios y no tienen un trabajo estable; han pseudo formado una familia porque las personas con las que se involucran sentimentalmente enfrentan un problema de codependencia y provienen de familias de adictos.

La formación de la familia es disfuncional y predomina la violencia y la agresión física y emocional, condiciones que desencadenan estados de depresión y el rompimiento o separación de la pareja.

Sucede que cuando el paciente comienza a tener un daño físico a consecuencia del consumo de drogas y solicita la atención médica, se da cuenta que no ha hecho nada de su vida.

“Es como si hubiesen estado dormidos a partir de que empezaron a consumir y es hasta que empiezan a tener problemas, cuando se dan cuenta que no tienen una casa, un empleo ni una familia, pero principalmente carecen de salud”, expresa.

Aunque el cuerpo se desarrolló y hubo un crecimiento en la edad cronológica, el sujeto se estancó emocionalmente, de ahí que en la edad adulta continúe comportándose como un adolescente y ni siquiera tenga una identidad definida.

En su relación con los demás persiste la violencia y el conflicto, se enfrenta al aislamiento y baja autoestima y sólo convive con personas que tienen los mismos hábitos de consumo, lo cual es negativo para él mismo y la sociedad en conjunto.

En el caso de pacientes con una dependencia crónica, el pronóstico no es nada favorable porque incluso, debe dársele una estructura a su personalidad, destacando algunas habilidades o recursos positivos que puedan tener “aunque muy empolvados o escondidos”, mediante el tratamiento médico y atención psicológica constante.

Son personas con poca capacidad para tolerar la frustración y el sufrimiento, lo cual los empujó a las drogas para “escaparse” de la realidad y precisamente por eso, es difícil que se puedan comprometer con algo.

LA MAGNITUD

Nuestro país es parte importante del problema de salud pública que implica el consumo de drogas en todo el mundo, de ahí la necesidad de fortalecer la prevención.

· Alrededor de 3.5 millones de personas entre los 12 y 65 años han usado drogas alguna vez.

· La región norte del país es la más afectada, pues un 7.45 por ciento de su población es consumidora.

· El uso de drogas ilegales es mayor que el consumo de fármacos fuera de prescripción médica.

· El mayor índice de consumo se presenta entre varones de los 13 a los 18 años.

· Más de 200 mil adolescentes entre 12 y 17 años han utilizado drogas alguna vez.

· La principal fuente de obtención son los amigos.

· De los adolescentes, sólo el 55 por ciento sigue consumiendo en el último año.

· Una proporción muy baja ha solicitado ayuda médica.

· Aunque no es la droga de mayor consumo, México destaca en el uso de cocaína en proporción de usuarios en el mundo, pues por cada usuario de esta droga en el mundo hay 1.75 en el país.

FUENTE: Encuesta Nacional de Adicciones 2002

LAS MÁS UTILIZADAS

Sin considerar el alcohol y el tabaco (lícitas), se enumeran las drogas ilegales de mayor consumo en nuestro país:

Nombre / Se le conoce como: / Efectos en el organismo (a largo plazo)

-Mariguana/ "Pasto", "yerba", "mota", “toque” /Cáncer y bronquitis crónica, disminución de los niveles de testosterona y del placer sexual, dependencia psicológica y psicosis paranoide.

-Cocaína, crack/ "Baseball", "doña blanca"/ Infartos cardíacos, alta dependencia, depresión, pérdida de peso, insomnio, náuseas, psicosis e infección por VIH o hepatitis cuando se inyecta con jeringas contaminadas.

-Inhalables/ "Chemo", "cemento", "mona" / Dolores de cabeza y abdomen, náusea y sangrado nasal, conducta violenta, hepatitis, daño pulmonar y renal, daño cerebral irreversible.

-Anfetaminas y metanfetaminas / "Tachas", "éxtasis", "hielo" /Desnutrición, irritabilidad, temblores, confusión, ansiedad, accidentes cerebro vasculares.

-Tranquilizantes / "Pastas", pastillas/ Somnolencia constante, disminución de la motivación, alteraciones en la memoria, ansiedad, alteraciones en períodos menstruales, problemas sexuales, necesidad física y psicológica de usar la droga.

-Heroína / Reina, poderosa, hache / Depresión respiratoria, infecciones, neumonía, falla renal por infecciones, arritmias cardíacas, edema pulmonar, manifestaciones de asma, muertes por sobredosis, dependencia física y psicológica.

FUENTE: Centros de Integración Juvenil

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