EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Violencia en Oaxaca/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En buena hora falló el atentado contra el gobernador José Murat. En buena hora por él y por Oaxaca. Por el país entero. En un momento de fuertes tensiones políticas y sociales, un crimen como ese parecería señalar la aceleración del descontento y la inconformidad. Tal vez así sea. Pero eso no obstante estamos lejos de la ingobernabilidad en su sentido más pleno, cuando las reglas y las instituciones dejan de funcionar de manera sistemática.

Obvia y legítimamente sacudido por la agresión en su contra, Murat fue contradictorio en la conferencia de prensa con que puso fin a la confusión sobre el estado de su salud. Durante varias horas posteriores después del atentado la información oscilaba entre presentarlo ileso y afirmar que estaba herido. La verdad es que sufrió una contusión leve, mientras que dos miembros de su escolta fueron heridos uno de ellos gravemente, según información del propio gobernador.

Por una parte admitió que si sus atacantes quieren apartarlo del Gobierno, basta que lo digan para que él se vaya, pues no quiere ser mártir ni faltar a sus responsabilidades con sus hijos. Pero rato después aseguró lo contrario, que no obstante ataques y amenazas él seguirá cumpliendo sus tareas. Informó que en los cuatro años recientes ha recibido quince amenazas, aunque no especificó su naturaleza, no explicó si son parecidas a la que se recibió en el conmutador telefónico del hospital donde lo examinaban, corto tiempo después del atentado. Igualmente refirió entre las vicisitudes que lo han puesto en jaque, el intento de secuestro sufrido por su hija Lorena, en la ciudad de México, el año pasado.

De modo muy rápido, irresponsablemente se diría (salvo que las amenazas le hayan producido información al respecto) atribuyó el atentado a sus enemigos políticos, a los caciques regionales a los que ha combatido y a los caciques políticos que quieren regresar. Sin que por supuesto lo que digo en seguida implique una atribución de responsabilidades a nadie, lo cierto es que Murat ha generado muchos conflictos, dentro y fuera del estado, en que es protagonista muy activo. El PRI está dividido, dicen los disidentes, a causa del gobernador. El resultado es que el candidato de la oposición, que ya antes ganó la alcaldía de la capital de Oaxaca, es Gabino Cue, un ex priista muy cercano al antecesor de Murat, Diódoro Carrasco. Cue ha sido apoyado en sus lances electorales (el municipal y el que está en curso, por la gubernatura del estado) por Convergencia, cuyo liderazgo en Oaxaca (y en la fracción parlamentaria en San Lázaro) es desempeñado por otro ex gobernador también ex priísta, Jesús Martínez Álvarez.

Podría no haber concluido el proceso de división interna en el PRI. Resuelta ya la candidatura en favor del senador Ulises Ruiz y avenidos los precandidatos perdidosos a ese resultado, todavía está por conocerse su reacción en último término, pues no pocos aspirantes forzados a admitir aquella postulación lo hicieron mal de su grado.

Lo anterior concierne sólo a los conflictos en el grupo gobernante. Respecto de la estructura social, permanecen y proliferan conflictos en Oaxaca. Si bien hace poco el presidente Fox atestiguó el arreglo en la parte oaxaqueña de Los Chimalapas, un conflicto que a lo largo del tiempo generó muchas víctimas, es cierto que otros eventuales brotes de violencia acechan en no pocas comunidades rurales, enfrentadas por la tenencia de la tierra o por otros factores, entre los que no puede excluirse la influencia del narcotráfico o de la guerrilla rural, que al aparecer en esa entidad en 1995 produjo ataques y víctimas.

Horas antes del atentado, como otra señal de la explosividad social en que ese ataque se inscribe, había sido denunciada la desaparición de unas treinta personas, trabajadores de caminos que construyen el tramo La Ventosa-Ixtepec, parte de la autopista que unirá a las capitales de Oaxaca y Chiapas. Un conflicto laboral, que se pretendió resolver por métodos policíacos, ha causado un fuerte foco de tensión. Después de haber planteado demandas laborales a la constructora Diamante, responsable de aquella obra, el líder Nelson Cruz Toledo fue llevado con engaños a la oficina de la empresa, en Ixtepec, el 11 de marzo. Se le aprehendió acusado de extorsión. Ante una movilización por su captura, se anunció su libertad el 15 de marzo. El aviso no fue cumplido, por lo que los trabajadores cerraron la carretera transístmica, hasta que se abrió una mesa de diálogo, el propio lunes pasado.

Para liberar a Cruz Toledo, una comisión aceptó pagar la fianza, pero mientras lo hacía, los participantes en el plantón retuvieron a dos miembros de la Agencia Federal de Investigación, señalados como ebrios y provocadores. Poco después arribó un largo convoy de más de treinta vehículos, con personal de corporaciones policíacas federales, estatales y municipales que rompieron a golpes el plantón y tal vez arrestaron a una treintena de manifestantes, que han desaparecido (aunque pudo ocurrir que huyeran de la represión).

Lejos de vincular cualquier nombre o circunstancia aquí mencionados con el atentado de ayer, los cito en exploración del significado de las palabras de Murat. La sensatez no es su principal virtud y menos le es exigible practicarla o mostrarla en la circunstancia extrema a que se vio sometido la mañana de ayer. Pero se requerirá que el Gobierno que encabeza, en su conjunto, la ejerza para delimitar el grave problema que afloró a balazos.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 79306

elsiglo.mx