Culpan autoridades a narcotraficantes de alentar el separatismo en el sur del país.
AGENCIAS
BANGKOK, TAILANDIA.- Tras cuatro meses de enfrentamientos, la violencia estalló ayer en toda su intensidad en el sur de Tailandia. Al menos 125 personas murieron en combates librados al sur del país entre fuerzas de seguridad y jóvenes rebeldes musulmanes, que comenzaron a las cinco de la mañana con una serie de ataques coordinados contra 15 comisarías y puestos de vigilancia, para finalizar con una fiera ofensiva de la policía sobre la mezquita de Kruesie, en Pattani, donde se habían refugiado algunos insurgentes.
Aunque los asaltos no fueron reivindicados, según algunos militares se debieron a separatistas que pretenden fundar un Estado musulmán en este país predominantemente budista.
Iban armados con machetes, cuchillos y algunas pistolas. Algunos vestían el tradicional sarong, otros pantalones. Llevaban pañuelos rojos alrededor de la cabeza con eslóganes islámicos. Fue al amanecer cuando varios centenares de personas, la mayoría adolescentes de entre 15 y 20 años, lanzaron de forma perfectamente coordinada, pero mal armados, una serie de asaltos en las provincias de Yala, Pattani y Narathiwat, situadas en el sur del país, predominantemente musulmán.
Pero las fuerzas de seguridad habían sido prevenidas y los estaban esperando, lo que les permitió saldar la lucha con tan sólo cinco bajas. “Nuestros servicios de inteligencia habían recibido información de la población local”, comentó ayer el general jefe del Ejército, Chaiyasidh Shinawatra.
Las ocho horas de enfrentamientos acabaron cuando la policía emprendió una dura ofensiva con gases lacrimógenos y lanzagranadas sobre una mezquita del siglo XVI, en Pattani, que después de tres horas de lucha culminó con la muerte de 32 militantes que se habían atrincherado en el edificio.
El primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, afirmó que el resultado del ataque ayudaría a detener un conflicto separatista islámico que se remonta a varias décadas y que, según dijo, ha sido encendido de nuevo con el dinero de traficantes de drogas y políticos corruptos y no por el terrorismo internacional. Thaksin calificó a los asaltantes de vulgares criminales, sin ninguna motivación religiosa o ideológica.
Algunos activistas de Derechos Humanos creen que las autoridades habían difundido el rumor de que los puestos policiales estaban poco protegidos para atraer a los insurgentes. Jakrapob Penkair, portavoz del Gobierno, negó que todo hubiera sido orquestado para llevar a cabo “un asesinato en masa”, pero dijo que tuvieron que actuar de forma tajante contra el levantamiento. “El Gobierno no considera esto una victoria y no está contento con el gran número de personas que ha muerto. Da igual en qué lado estuvieran, todos eran tailandeses”, señaló.
Por su parte, el subdirector del Mando Nacional de Seguridad, general Panlop Pimmanee, atribuyó los ataques a los grupos separatistas musulmanes que el pasado enero reanudaron las hostilidades con el asalto a un cuartel del Ejército en la provincia de Narathiwat, del que robaron cerca de 300 armas automáticas tras degollar a cuatro soldados.
Desde entonces, las tres provincias del sur de Tailandia (Yala, Narathiwat y Pattani) han sido escenario casi a diario de atentados con explosivos y de asesinatos de miembros de las fuerzas de seguridad, funcionarios de la Administración central y monjes budistas.
El Gobierno, que hasta el año pasado negaba la existencia de grupos separatistas dentro de sus fronteras, admitió recientemente que al menos tres mil jóvenes musulmanes habían ingresado en las filas rebeldes.
“Los atacantes son jóvenes nacidos en el sur, bien adiestrados”, afirmó el primer ministro Shinawatra. Yala, Narathiwat y Pattani, colindantes con Malasia y en la que desde enero rige la Ley Marcial, son el hogar de al menos tres grupos separatistas, que el año pasado acordaron actuar coaligados en la Organización Nacional para la Liberación de Pattani.
Con las muertes de ayer, asciende a casi 180 la cifra de personas que han perdido la vida desde enero a causa de la violencia que envuelve a estas tres provincias, en las que residen la mayoría de los cerca de cuatro millones de tailandeses musulmanes y donde se habla más malayo que tailandés.
El Ejecutivo de Shinawatra, dominado por budistas, insiste en que el deterioro progresivo de la situación en el sur del país es culpa de los líderes musulmanes, a los que acusa de adoptar una actitud cada vez más radical.
Por su parte, los guías musulmanes dicen que la espiral de violencia es el resultado de la represión y la discriminación que sufre la comunidad islámica desde hace casi cinco años, cuando el primer ministro Shinawatra llegó al Gobierno.
Malasia refuerza frontera
Malasia ha reforzado la seguridad en su frontera con Tailandia tras los combates librados ayer en el sur del país vecino entre fuerzas de seguridad y jóvenes rebeldes musulmanes, en los que han muerto al menos 125 personas, informaron fuentes oficiales.
Aunque las tropas fronterizas han sido puestas en alerta, los medios locales informan que el tránsito de personas y vehículos entre ambas naciones se desarrolla con toda normalidad.
Este mes, el primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, se desplazó a Putrajaya, la capital administrativa de Malasia, para solicitar la cooperación de este país en la lucha contra los grupos islámicos separatistas que operan en las provincias tailandesas de Yala, Pattani y Narathiwat.
Malasia es una nación musulmana, mientras que en Tailandia domina el budismo.