El Siglo de Torreón
GÓMEZ PALACIO, DGO.- En muy poco tiempo, las calles aledañas a la discoteca se llenaron de automóviles de todas marcas y colores. La cola de gente llegaba casi a la esquina; los sombreros, botas y cintos piteados eran la vestimenta obligatoria.
Pasaba de las once de la noche, el frío comenzaba a arreciar. La fila avanzaba poco a poco, las “valientes” vaqueritas que portaban blusas escotadas y sin chamarra alguna, fueron entrando. Solamente una puerta separaba el mundo ordinario de la vida nocturna al estilo country. Decenas de jóvenes bailaban apretujadamente en la pista, mientras que en el segundo piso los integrantes de la Banda Matador tocaban los instrumentos de viento sin reserva.
“Aquí está suave el agasajo”, dijo una muchacha mientras se abría paso entre la multitud que se dirigía al área donde actuaría Lorenzo de Monteclaro. Adentro había dejado las nubes de humo originadas por el cigarro, las latas de cerveza y un sin fin de varones en busca de una sexy bailadora.
Pero afuera las cosas no eran muy diferentes, y es que también había “machos” pegados de las botellas de tequila y otros más que no quitaban su mirada de los ajustados pantalones de las damas, sin prestarle atención a los osados jinetes que montaban los toros de rodeo. En esa área el grupo Pazzivo tuvo la encomienda de entretener a la gente con canciones de Pesado, Intocable y El Poder del Norte, mientras arribaba el invitado de honor.
El jueves fue una fiesta popular, nadie quería perderse la actuación del “Ídolo de Cuencamé”. Por la tierra desfilaron botas de todos colores: verdes, amarillas, blancas, café, negras, rojas. Mientras empezaba la actuación del intérprete de “Chaparrita Pelo Largo”, unos meneaban las caderas para mitigar el frío y los que traían pareja, “se daban calor”.
Faltando diez minutos para la media noche, los jinetes y payasos de rodeo abandonaron el área donde montan, para permitir que los trabajadores de la disco pudieran colocar las tablas donde bailaría la gente. Uno a uno los integrantes del grupo Los Ausentes subió al escenario, el brillante rojo de su saco llamó de inmediato la atención, pero aún faltaba el “mero bueno”: Lorenzo de Monteclaro.
Por fin, a las 12:15 de la noche el legendario artista dio señales de vida. Entre las notas de El Ausente subió al escenario. Los gritos no se hicieron esperar, y tampoco la alegría que el artista inyecta a cada una de sus actuaciones.
Chaparrita Pelo Largo, La Carga Ladeada, De Esta Sierra a la Otra Sierra, El Caminante, El Solitario Solterón, Abrazado de Un Poste, Chaparrita y El Capiro fueron algunos de los temas que interpretó, además del popurrí que incluyó Los Dos Amigos, La Tres Tumbas, Tragos de Amargo Licor y Pídeme la Luna, todas ellas interpretadas de principio a fin.
“No manches, hay un chorro de gente, a ver cómo le hacen mañana que se tengan que levantar temprano para ir a trabajar”, platicaban dos jóvenes a la altura de las gradas. Pero a pesar de eso, ni ellas ni nadie se movió del lugar hasta que De Monteclaro terminó su show, el cual tuvo duración de una hora y media.