GRETZKY; UN SER COMÚN...
Simplemente nadie como él, casi perfecto, en cuanto a records mejor ni hablar; su presentación en la NHL fue sin la fuerza debida, nadie apostaría que un chamaco de 17 años de edad, no muy alto y de 72 kilogramos, podría siquiera sobrevivir a la jungla del hielo.
Aunque parecía un ser común, Wayne Gretzky para el hockey no lo era, le faltaba algo más que kilos, su cara tampoco era la del rudo jugador, agresivo y desastroso; pero su gran habilidad en los patines, el excelente ritmo para conducir el disco y la capacidad con que se ubicaba en la pista era un deleite, por eso logró lo que nadie, un día después de retirarse fue nombrado a ingresar en el Salón de la Fama.
En un deporte habitual en su tierra, Brantford, Ontario, Canadá, todos sueñan con llegar a la NHL, donde sin duda se practica el mejor hockey del mundo y la liga que reúne a los mejores de todas partes del mundo, sobre todo de la vieja Europa.
Wayne Gretzky, nacido un 26 de enero de 1961, toda su vida sólo conoció una posición, la de centro y ahí se especializó, desde pequeño denotó sus naturales habilidades para desplazarse en los patines y anotar goles; apenas tenía seis años de edad y ya marcaba sus primeros goles en la liga infantil de su ciudad, claro jugando en la categoría para niños de diez años.
A los diez años de edad, en la temporada 1971-72 de la Brantford Atom League simplemente robó con sus cualidades, anotó 378 goles y repartió 120 asistencias en sólo 85 juegos. Su equipo era el Brantford Nadrofsky Steelers y estuvo ahí desde el año 1967, hasta el histórico 1972 de los números ya descritos.
Al año siguiente jugó para Brantford Turkstra Lumbre, con ellos fueron dos años en que anotó 297 goles.
De joven disfrutaba de la popularidad, por su cualidad para resaltar en las canchas de hockey y su galantería con las chicas, siguió cambiando de equipos, incluso estuvo en Indianápolis, pero su sueño se cumplió al llegar para la campaña 1978 a los Edmonton Oilers en una división inferior a la NHL.
Para la siguiente campaña, ya entre los mejores equipos y los mejores jugadores, debutó fuera de casa y en su primer juego marcó también su primera asistencia y aunque su primer gol llegó hasta el tercer período del tercer partido de la temporada, en Edmonton recibiendo a los Vancouver Canucks, fue el destape del hasta hoy máximo anotador de todos los tiempos.
Mucho se dice que lo que lo hizo brillar tan intensamente fue su anticipación en cada jugada, era algo fuera de lo común, pensaba delante de los demás, visualizaba el partido antes de que las jugadas sucedieran. Era un fanático de manejar el disco y llevar a la defensiva rival para atrás, gustaba de tener el control del partido y sin ser el más fuerte en la pista, parecía que sus disparos sí eran los más potentes, además impredecibles para los arqueros.
Wayne se convirtió muy pronto en una insignia del deporte canadiense, llevó a los Petroleros a conquistar cuatro copas Stanley en la década de los ochentas, un dominio total en la liga, mucho gracias a él, todo indicaría que la dinastía seguiría por mucho tiempo más, pero la situación económica forzó al dueño de los Oilers a venderlo a los Kings de Los Ángeles en 1988; habían sido nueve temporadas en Edmonton.
En California, donde el juego del disco poco se practicaba, creció en popularidad; fueron ocho años de vivir con el equipo de Los Ángeles, de esas cinco fue el líder en asistencias, además tres campañas se coronó campeón en puntos.
En la temporada 1995-96 Wayne solicitó salir para llegar a los San Luis Blues, donde apenas estuvo el resto de la temporada, ya que las siguientes tres temporadas las jugó con los Rangers de Nueva York, donde terminó su carrera profesional, azotado por las lesiones y por el malestar emocional de no poder calificar en los últimos años a los playoffs.
Tras 20 años en la liga y al día siguiente de su retiro oficial en 1999, fue nombrado para tener su lugar en el recinto de los inmortales del hockey, el único en conseguir tal distinción, sin duda el mejor jugador de todos los tiempos, se fue dejando un legado de 61 records en la Liga Nacional de Hockey (NHL), incluyendo el de más goles, más asistencias y más puntos en una temporada y de por vida; fue en nueve ocasiones considerado el jugador más valioso de la liga, ganó 11 títulos de anotaciones y asistió a 18 juegos de estrellas.
Un apasionado y amante del hockey, fue respetado por sus contrarios por el mismo respeto que él les demostró en cada juego; si haber lucido en el juego para él fue tan fácil, todo lo contrario cuando decidió decir adiós, era mucho el amor que tenía por las pistas de hielo.
Su comportamiento elocuente con su grandeza para jugar, lo nombrarán por siempre el máximo representante del hockey, su clase y dignidad quedarán para siempre, no sólo en todos los equipos con los que jugó sino con su selección nacional, donde lució en los mundiales y los mismos Juegos Olímpicos.
A continuación un titipuchal de números que dejó como marcas: 2,857 puntos de por vida, 894 goles de por vida, 1,963 asistencias en sus 20 años de profesional; en la temporada 1985-86 impuso el récord de 215 puntos y de asistencias con 163 y en la 1981-82 de 91 goles en la temporada.
En play off también tiene sus marcas, 382 puntos, 122 goles y 260 asistencias, combinando temporada regular y play off también domina con 3,237 puntos, 1,016 goles y 2,221 asistencias.
La racha más larga de anotación de puntos es de él, 51 jugos en la temporada 1983-84; otra marca fue la de más puntos en un play off, los 47 puntos de 1985, terminó con 15 temporadas de 100 puntos o más y 13 de esas fueron de manera consecutivas; además tuvo 12 temporadas de 40 goles o más y cuatro campañas consecutivas anotó 60 goles o más.
Sus números dicen mucho, pero su calidad para jugar y su amor por su profesión dictan, que Wayne Gretzky, tendrá que ser recordado por siempre como el mejor jugador de todos los tiempos del hockey sobre hielo.
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