EL BRASIL DE 1994...
Añoranzas, recuerdos, nostalgia, buen futbol y placer. Con el partido de despedida de Romario y Jorge Campos todas esas sensaciones se pudieron percibir, fue mejor la idea de reunir a quienes diez años atrás eran un equipo e intentar practicar el futbol que entendían en aquellos años, el resultado entregado fue un partido que careció de velocidad y dinámica, pero explayó talento, entendimiento y el gusto de un futbol que para ambos equipos diez años atrás fue muy bueno.
México ha tenido en aquella generación a uno de sus mejores representativos mundiales, los años 1993-94 fueron de gran futbol en el Tricolor, pero si me lo permiten, ese tema lo dejaremos para otra ocasión, hoy enfoquemos el recuerdo en la verdeamarella que conquistó su cuarto título mundial.
Desde los años de ?Pelé? que Brasil no era campeón; tuvo que llegar un peladito llamado Romario para con su gracia envolver el balón y deleitar las canchas, confundir al rival y embelesar los estadios, involucrar a la prensa y hechizar a su pueblo.
Para Estados Unidos 1994, con Carlos Alberto Parreira como técnico, Brasil llegó sin ser el claro favorito, aunque desde el primer partido demostró su acostumbrada calidad y el sazón que sólo los cariocas imprimen al balón en la cancha.
Brasil ante todo tenía talento por todas partes, en la alineación con un equipo redondeado y bien preparado, calidad en el banquillo con el orden de Parreira y el auxilio de un viejo lobo de mar y ganador de los tres mundiales anteriores para Brasil, Suecia y Chile como jugador y México 1970 como entrenador, nos referimos a Mario ?Lobo? Zagalo, era una plantilla con capacidad de sobra y la picardía de toda la historia, desparramaron su magia primero en San Francisco, donde vencieron en su presentación 2 por 0 a Rusia en juego correspondiente al Grupo Dos, las anotaciones fueron de Romario y Raí.
En el segundo partido se toparon con la sorpresa de un mundial anterior, el de Italia, el Camerún que no pudo hacer mucho y terminó perdiendo por 3 a 0; en el tercer partido de la primera fase Brasil sufrió enormidad para terminar empatando a un gol ante un peligrosísimo Suecia que hasta la semifinal fue a dar.
Los norteamericanos demostraban en las tribunas que sabían ser buenos aficionados al futbol y pronto tomaron a Brasil como su favorito, aunque para su mala fortuna fue el rival que le tocó lidiar a Estados Unidos en los octavos de final, mínima fue la diferencia, el 1 por 0 dio el pasaporte a los brasileños que seguían avanzando aún sin mostrar todos sus encantos, como en aquel juego de cuartos de final ante Holanda donde el rival permitió un juego lucido y que al final dio el triunfo al ?Scratch du Oro? 3 por 2 sobre los tulipanes. En ese partido, Bebeto festejó uno de sus goles meciendo las manos como si arrullara a un bebé, dedicando la anotación a su pequeño, un festejo que se hizo historia y que casi semana a semana se repite en algún lugar del mundo.
Así de rápido, Brasil se instaló en la semifinal para toparse de nuevo ante Suecia con quienes apenas habían empatado en la primera fase, ahí los cariocas presentaron la siguiente alineación: Taffarel, Jorginho, Branco, Aldair, Marcio Santos, Mauro Silva, Dunga, Zinho, Mazino, Bebeto y Romario, de cambio sólo ingresó Raí.
En la otra semifinal Italia doblegó 2 por 1 al verdugo de México y Bulgaria.
El Rose Bowl de Los Ángeles, California, con 95 mil aficionados de testigos, el 17 de julio de 1994 presenciaron una final súper apretada en que corrieron 120 minutos sin que ninguno de los dos equipos pudiera anotar gol, el empate a cero dictó la serie de penales.
Italia paró a su equipo con: Pagliuca, Mussi (Apolloni al minuto 34), Franco Baresi, Maldini, Benarrivo, Berti, Dino Baggio (Evani 94), Albertini, Donadoni, Roberto Baggio y Massaro.
Por Brasil aparecieron: Taffarel, Jorginho (Cafú 20), Aldair, Marcio Santos, Branco, Mazinho, Mauro Silva, Dunga, Zinho (Viola 115), Bebeto y Romario.
En la gran final se toparon los dos antagonistas del futbol; Brasil con su estilo abierto, propositivo y a favor del espectáculo y los italianos con el famoso ?catenaccio?, defender primero y cuidar el empate que de por sí te da el futbol; con el nervio presente y el ansia de la gran final mundial, el futbol se ausentó y dominó el pánico no sólo los 90 minutos sino los 30 que se agregaron en los tiempos extras.
Llegó el famoso volado, los disparos desde el manchón penal; 3 por 2 favoreció el marcador a Brasil. La historia guardará a Roberto Baggio, con su colita de caballo, con las manos en la cintura y la mirada perdida en el césped y frente a él en señal de triunfo con los puños apretados, el dedo índice levantado y los brazos rumbo al cielo el portero Taffarel por Brasil iniciando el festejo, lo cierto es que el símbolo italiano Franco Baresi también había fallado para la azurri.
Romario fue el gran símbolo de aquel equipo brasileño, un atacante como pocos, sin ser el rematador nato dentro del área, tenía todas las condiciones para empujar balones a la red; sin ser tampoco el delantero de potencia que se mete al área y se lleva a quien sea entre las piernas, su arranque en corto era privilegiado, pero la combinación de todas esas virtudes hicieron a un peligroso jugador con anotaciones de todo tipo, un chaparrito que flotaba en la cancha y sobre todo hacía jugar a sus compañeros al ritmo que él les marcaba.
Aquel Brasil de 1994, un gran equipo que al evocarlo nos trae un sinfín de memorias.
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