Apenas tuvo unas pocas oportunidades de compartir sus faenas en México, sin embargo, aquellos gritos de ?ole? siguen guardados en los más profundos seguidores del místico Manuel Rodríguez ?Manolete?.
Cuando se habla de toros resurge la figura de este torero español que sufrió 33 percances en los ruedos, el último fue mortal; se tiró a fondo con la espada en mano, abrió su corazón al burel, se tenía que entregar para recoger el cariño de los asistentes.
De ?Manolete? se hablan mil cosas, incluso su facilidad para entablar profundas conversaciones de tauromaquia; a pesar de su gran personalidad, era tímido, su voz aunque seca era muy expresiva, pero nunca tanto como su amplio toreo.
Murió matando; mató muriendo. Aquella tarde en Linares, ?Manolete? hizo el paseíllo y sobre él la ?sombra? de la extenuante presión de los aficionados, quienes tarde a tarde le pedían más y es que no sabía entregarse a medias, por lo mismo mejorar sus exhibiciones cada vez se complicaba más, quizás por eso su carrera fue tan corta.
Tras haber tenido una mala faena con su primer toro y cargando esa ?sombra? se enfrentó a la suerte suprema, él sabía que ?Islero? el segundo de su lote le haría daño, pero no renegó a la idea, luego de pasearle la muleta con la delicia que sólo él encontraba, propio a su estilo sin abrir el compás, echó raíces en la arena y quieto como su costumbre dio vida a una faena digna de él; con la muleta en la cintura Manuel se tiró a matar muy despacio y el toro aprovechó para cogerlo del muslo y marcarle una herida de 20 centímetros de abajo hacia arriba; la herida le rompió la vena safena y contorneó el paquete muscular nervioso de la arteria femoral.
A las 5:07 horas del 29 de agosto de 1947 en el hospital de Linares, en España, Manolete decía sus últimas palabras: ?¡Qué disgusto le voy a dar a mi madre!?.
La primera vez que visitó México fue en 1945, en el viejo ?Toreo?, hubo hasta golpes para conseguir boletos, la misma expectativa despertó ese año y el siguiente en ciudades como Guadalajara, Puebla, Irapuato, León y Aguascalientes.
Sus faenas más recordadas en tierra azteca serán la de ?Manzanito? de Pastejé o la de ?Platino? de Coaxamalucan, por supuesto ambas terminaron en rabo.
A su exigente juicio y caprichoso disfrutar el toreo, él mismo escogió como lo mejor que hizo en su vida, la muerte que le dio a ?Espinoso? de la ganadería de Torrecillas, además de la que le cuajó a ?Ratón? de Pinto Barreiro en Madrid.
Manuel Rodríguez, expresó su toreo a su estilo, el dramático, el atrevido, el que entrega cada lance por gozar del arte más cuestionado por siempre, toreaba para él y fue eso lo que hizo grande al torero cordobés, que fue distinguido por su apasionada entrega.
Nació el cuatro de julio de 1917, su padre del mismo nombre también vistió de luces; su presentación en los ruedos fue el tres de mayo de 1934, cinco años después en 1939, el dos de julio tomó la alternativa en Sevilla teniendo como padrino a ?Chicuelo?, el testigo fue ?Gitanillo de Triana?.
Su confirmación en Madrid la tomó meses después con Marcial Lalanda de padrino y en el Continente Americano el nueve de diciembre de 1945 con Silverio Pérez apadrinándolo, quien alguna vez dijo de él: ?En el ruedo sabía ser torero; fuera de él sabía ser amigo?.
Quizás no habrá mejor frase para describirle, aunque atrevidas, que la siguiente que encontré: ?No solía comparecer en la arena con la poca ambiciosa intención de cumplir, sino que se entregaba a su vocación torera con una honradez insobornable y con una actitud mística, presbiteral.
Toreaba con tanta solemnidad y con tal cabal disposición al holocausto, que en sus trasteos, más que ejercer, oficiaba el toreo y los brindis de su faena eran más bien litúrgicos ofertorios?.
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