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Voz Deportiva

Adrián Martínez Morales

En días pasados, vía mail, Federico Ehrenzweig Hernández, me hizo llegar su agradecimiento por retomar la vida de Walter Payton y compartirla en estas líneas; cuando redactaba aquellas líneas, recorría con Payton cada yarda que consumía en los emparrillados, pero ahora sé que hay otros que también sienten el impulso de una carrera redonda en éxitos.

Federico simplemente compartió la trascendencia que Walter Payton tuvo en su vida; sin ser el más alto, el más fuerte o el más rápido, ser ?El Mejor?. Aquel gran corredor de los Osos de Chicago fue congruente en su vida, honesto en la cancha y convencido de alcanzar los sueños propios, sin saber que dejó una lección para siempre que como Federico otros han hecho propia para motivar sus vidas.

Hoy viene al recuerdo y a estas líneas la vida de otro gigante, que llegó tan alto y sólo con el impulso de su corazón y una garrocha; Sergei Bubka, quien ganó todo, sobre todo sus propias marcas, pero, se quedó con las manos extendidas esperando más preseas en los Juegos Olímpicos.

El ucraniano Bubka simplemente se consagró como el mejor con la pértiga en las manos, controló a la perfección sus saltos, se podría decir que él sabía lo que haría antes de cada competencia, por ello rompió y rompió y volvió a romper las marcas establecidas, siempre por él mismo.

Los beneficios económicos fueron notables, cada país y cada organizador de competencias atléticas querían la presencia de Bubka, sabían que así entrarían a los libros de records, ya que Sergei tenía todo bajo control, romper su récord salto tras salto, aunque fuera por un solo centímetro.

Muchos consideran que fue cuestión de suerte, pero es que no hay otra manera de explicarlo, a pesar de ser tan dominante y ganar cualquier competencia, las piernas y su cómplice ?la pértiga?, cuando se trataba de los Juegos Olímpicos simplemente no respondieron, fue digamos, su asignatura pendiente. Su historial no incluye todas las medallas que su gran dominio debería haber deparado.

Su debut internacional se dio en 1981 cuando en un campeonato europeo juvenil fue séptimo, ese resultado no auguraba grandes cosas, pero dos años más tarde y de última hora fue incluido en el equipo soviético para participar en el primer Mundial al aire libre, el de Helsinki; ahí el primer gran salto, uno de 5.70 metros, con eso inició un reinado en los brincos que duró por más de una década.

La guerra fría de aquellos años terminó mermando la oportunidad de Sergei, cuando llegaron los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, él aparecería como el claro favorito, pero la Unión Soviética boicoteó con su participación y el muchacho se quedó con las ganas.

Bubka se convirtió en el primer hombre que con garrocha en manos superó los seis metros de altura, fue en el tercer y último intento de la competencia del 13 de julio de 1985 en París, ese fue uno de sus recursos, ganar consecutivamente las competencias atléticas alrededor del mundo, un buen método de ganar los jugosos premios.

Los especialistas consideran que la forma en que tomaba velocidad para apoyar la pértiga y la exactitud para jalar la misma, dieron esa proyección que lo hacía volar por segundos y conseguir las mejores marcas de todos los tiempos.

En 1987, llegó al Mundial de Roma para cumplir de nuevo con el oro, la próxima gran actividad vendría en Seúl, dentro de la Olimpiada, ahí se consagró su única medalla dorada en los juegos, ya que en Barcelona 1992 simplemente fue un desastre, lo mismo que en Atlanta 1996.

Por lo contrario en los Campeonatos del Mundo, logró lo que nadie, ganar las primeras cinco ediciones, además de Helsinki y Roma, sumó oro en Tokio?91, Stuttgart?93 y Goteborg?95, el primer pentacampeón mundial.

Sergei Bubka ha sido el mejor especialista de la historia en dosificarse para batir sus propios records, haciéndolo en ocho ocasiones, virtud que le permitió obtener grandes beneficios económicos; los organizadores de las competencias le pagaban una cantidad fija, a la que agregaban tres millones de pesetas si batía un récord; una marca francesa le abonaba seis millones por cada plusmarca y Nike aumentaba la cifra de su contrato de publicidad.

El récord que se encontraba para el 21 de agosto de 1994 era especial, le ofrecieron un Ferrari 348 Spider, valorado en más de 20 millones de pesetas, pero como siempre, él tenía la dosis perfecta para superar su marca y dejarla lista para volver a ser superada, sólo por un centímetro se llevó aquel coche.

Cabe destacar que Sergei inició su carrera defendiendo a la Unión Soviética, después fue parte de la selección de la Comunidad de Estados Independientes, hasta que finalmente con la separación del bloque socialista se quedó con Ucrania.

Nadie podrá quizás entender por qué el mejor de todos los tiempos con garrocha simplemente en las Olimpiadas no pudo consagrarse, como hubiera sido más justo.

vozdeportiva@yahoo.com.mx

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