Uyuni (Bolivia), (EFE).- El estruendoso encendido de los motores de hélice de un antiguo avión anticipa el sabor de un fascinante viaje con el que una aerolínea boliviana ofrece conocer una de las perlas paisajísticas de Los Andes, el Salar de Uyuni, de unos 12 mil kilómetros cuadrados.
Se trata de una iniciativa de la compañía Aerosur para promover varios enclaves turísticos del país sudamericano, que también incluye el puerto fluvial de Rurrenabaque, en la amazonía boliviana.
Además de la belleza de los destinos, el principal atractivo de la propuesta radica en el medio de transporte escogido: un antiguo Douglas Super DC-3, propiedad de la empresa familiar Líneas Aéreas Canedo.
La aeronave, con capacidad para 30 pasajeros, es un bimotor de hélice con una autonomía de vuelo de 16 horas, creado en 1952 en reemplazo del mítico DC-3.
Por su fuselaje y peso es, igual que su antecesor, un excelente planeador lo que le permite desplazarse sin motor a razón de 10 kilómetros por cada mil metros de altura, circunstancia que aprovechó la Fuerza Aérea estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial para usar el DC-3 como avión espía.
Para Rolando Canedo, el propietario de la firma, las características del aeroplano lo convierten en "un avión ideal para Bolivia", un país mediterráneo con una variada geografía, donde hay llanos situados casi al nivel del mar y cimas montañosas que superan los 6.000 metros.
"Opera en cualquier aeropuerto boliviano, a cualquier altura, sin las limitaciones de los aviones modernos" dijo Canedo, que ha comandado alrededor de 20 tipos de aviones en sus 53 años de vida profesional.
Para poner a punto el aparato se han cambiado "25 mil tornillos y pernos", así como "el sesenta por ciento de la piel", mientras los motores y los sistemas "son nuevos de fábrica", relata orgulloso Canedo, que se inició en el mundo de la aeronáutica a los 13 años como mecánico.
Los vuelos parten desde Cochabamba, en los valles del centro del país, en dirección a la región andina de Potosí, fronteriza con Argentina y Chile.
Cual diminuta flecha de plata, la nave cruza majestuosa las infinitas llanuras del altiplano, ubicadas a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, en un viaje de poco más de una hora.
La velocidad de crucero, 370 kilómetros por hora, así como la altura que mantiene en vuelo, inferior en ocasiones a mil metros, proporcionan vistas extraordinarias en el trayecto, incluida la del salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo y el punto de llegada.
Una pista de gravilla en la localidad potosina del mismo nombre acoge a la aeronave, emulando los primeros vuelos que llegaron al lugar en los años 40, cuando la línea aérea Panamerican Grace Airways (Panagra) hacía escalas esporádicas en Uyuni en sus desplazamientos entre los Estados Unidos y Argentina.
Al aterrizar, los viajeros son recibidos con los brazos abiertos por las autoridades y los pobladores de la zona en un improvisado aeródromo elaborado con carpas y mucha ilusión.
