EL PAÍS
LA HABANA, CUBA.- Los intrépidos balseros cubanos que el año pasado asombraron al mundo tratando de llegar a Miami en un camión Chevrolet de 1951 transformado en vehículo anfibio, han vuelto a repetir la insólita aventura, esta vez en un viejo Buick 1959 convertido en balsa.
Ayer, siete meses después de ser deportados a su país por las autoridades norteamericanas, Luis Grass, su esposa Isora y Ángel Luis, el hijo de ambos, navegaban rumbo a Cayo Hueso en el artefacto acompañados de ocho amigos y seguidos de cerca por barcos guardacostas norteamericanos.
En virtud de las leyes de EU, si los balseros son interceptados en el mar deben ser repatriados, pero si pisan suelo norteamericano tienen derecho legal a permanecer en el país y a recibir la residencia al año de su desembarco.
“Esta vez no los van a engañar. Tendrán que hundirlos para que se entreguen, pues aquí, después de dos intentos de salida, ya no tienen futuro”, dijo ayer Eduardo Pérez Grass, sobrino de Luis, en su humilde casa del barrio habanero del Diezmero.
Eduardo fue uno de los 12 “camionautas” del Chevrolet y como el resto fue deportado en abril, luego de que el camión-balsa fuera interceptado y hundido por guardacostas norteamericanos.
En esta ocasión, Eduardo no pudo sumarse a la aventura por problemas de espacio.
De los 11 tripulantes del Buick, cuatro participaron en la frustrada travesía del Chevy, entre ellos Luis Grass, el dueño del camión y autor de los inventos para convertir ambos vehículos en espectaculares motoras, a pesar de no saber nada de náutica.
“Llevaban cuatro meses trabajando. Le hicieron una proa y un doble fondo al carro para que flotase; sellaron todos los bajos y las puertas; le pusieron un sistema de propela y, en fin, todo lo necesario para que navegase”, contó Andrés Lester, otro de los tripulantes del Chevy, que acompañó a Luis y a sus amigos al litoral de Guanabo el lunes de madrugada y los despidió a pie de playa.
Tras ser deportados el año pasado, los “camionautas” realizaron los trámites legales para emigrar a EU, pero Washington denegó los visados a diez de ellos y citó a Luis y a un amigo para una entrevista el siete de abril en la Sección de Intereses de EU en La Habana, pero sin garantía alguna de que fuesen aprobados.
“Lo que le pedimos a EU es que tengan compasión. Ninguno es delincuente, todos son gente buena que quieren rehacer su vida y trabajar”, comentaba Eduardo, rodeado de toda la familia y de algunos vecinos del barrio, donde los “camionautas” son considerados unos héroes.
En cuanto al paradero de los “camionautas” un activista cubano exiliado aseguró que Estados Unidos hundió el ingenioso auto anfibio, aunque la Guardia Costera se negó a confirmar los hechos.
“El Servicio de Guardacostas tomó la determinación de hundirlo y las personas a bordo seguramente serán repatriadas”, dijo Arturo Cobo, quien dirige el Museo del Balsero en Cayo Hueso, Florida, en declaraciones a un canal televisivo estadounidense.
La Guardia Costera en Miami se negó a comentar sobre la suerte de los cubanos que viajaban en un Buick 1959 de color verde, adaptado para navegar a cinco nudos.
Pero Cobo dijo que trató de intervenir en favor de los cubanos y los guardacostas le dijeron que ya era demasiado tarde.