No solicité autorización a Xóchitl Gálvez para publicar la carta que me dirigió el lunes pasado. Después de todo, la correspondencia pertenece a sus destinatarios. Y el contenido de esta comunicación es de interés general.
Concierne no únicamente a los habitantes de Hidalgo, ni sólo a los pueblos indígenas, extremos del dilema que ya resolvió la Comisionada nacional para esa materia, sino al conjunto de la sociedad, por la hondura y la honradez de la reflexión política y personal que ese mensaje contiene.
Acción Nacional propuso a Xóchitl Gálvez la candidatura al Gobierno de Hidalgo, su entidad natal, de la que no se ha desvinculado. Sectores del PRD igualmente expresaron su intención de postularla. Se avizoró posible una coalición entre ambas fuerzas políticas, en torno a esta lúcida ingeniera que triunfó como empresaria en el desarrollo de edificios inteligentes y en la administración federal del PAN, partido al que no pertenece pero respeta, fue responsabilizada de la política hacia los pueblos indígenas, que sufrió un serio revés —deplorado por ella sin tapujos— con la aprobación de una reforma constitucional en ese tema, que no lo resolvió de fondo como era posible, sino que lo enredó y congeló, todo al mismo tiempo.
El dos de junio, en este mismo lugar, ponderé las ventajas que para la vida pública en Hidalgo tendría que Xóchitl encabezara un esfuerzo conjunto de la oposición, necesario para ampliar la democracia en esa entidad, donde el PRI domina como en los peores tiempos de su hegemonía nacional.
Ella había pedido al PAN esperar al 14 de junio para conocer su respuesta. Su cavilación incluía la conversación del delicado asunto con su esposo. Con su estilo directo y humoroso ella había simplificado ese factor diciendo que enfrentaba el riesgo, de aceptar la candidatura, de que su marido solicitara el divorcio. Esto escribió al hacerme saber que declinaría su eventual postulación electoral: “Te comparto mis reflexiones sobre mi decisión respecto a la posible candidatura al Gobierno del estado de Hidalgo. Puse de un lado de la balanza mi interés por emprender un nuevo proyecto en nuestra entidad federativa. Por el otro, los compromisos contraídos con los pueblos indígenas. Sé que podría trabajar para construir una alianza entre partidos, con alta probabilidad de ganar. Pero aún están pendientes kilómetros de carretera en la sierra Mixe de Oaxaca, de San Lucas Camotlán a San Juan Ixcuintepec; en la carretera de Metlatónoc a Coicoyán de las Flores, en Guerrero, que comunicará a los dos municipios más pobres de nuestro país. Hay mucho que hacer para cumplir la meta, contraída por la SEP, de construir diez universidades indígenas. Hay que impulsar el modelo de atención diferenciada para la salud de la población indígena que respete la diversidad cultural. No descansaré hasta que el Fondo Indígena para Infraestructura Básica alcance los cinco mil millones de pesos en 2006. Estamos trabajando para la construcción de la CDI como una institución fuerte y eficaz para la atención a la problemática específica de los pueblos y comunidades indígenas. En distintos momentos me dan vuelta por la cabeza las imágenes de los niños rarámuris que comen pinole sólo una vez al día. O la de la niña que se murió porque la mordió una víbora... En mi balanza personal pesa más lo que falta por hacer por los pueblos indígenas que lo que podría hacer en Hidalgo. También está el compromiso con el Presidente de la República, quien me encomendó esta tarea y me ha brindado, siempre, toda su confianza y respaldo. Miguel Ángel: toda la vida cuestioné a los que han utilizado al pueblo como trampolín político. Seguramente miles de indígenas me reclamarían y tendrían razón. Como ves, soy una mujer de palabra. Siempre pesó más. Al final gana el cumplimiento de mi compromiso. Por cierto, el tema del marido no era conflicto. Rubén me dijo que respetaría la decisión que yo tomara y me apoyaba en todo”.
Esta decisión de Xóchitl Gálvez modifica temprana, pero definitoriamente la situación política en Hidalgo. Puede darse por descartada una alianza entre PAN y PRD, que sería posible sólo en razón de la comisionada nacional para los pueblos indígenas y en ningún otro caso. De suerte que cada partido bregará por su lado, lo que imposibilita que alguno de los dos alcance la victoria. Más todavía, es previsible una división en el PRD si prospera la candidatura del ex senador José Guadarrama, que ha sembrado hábilmente la posibilidad de su postulación. Pero no sólo no ha aportado al caudal perredista votos de antiguos priistas como él, sino que lleva consigo el desprestigio que ganó en el pasado, no sólo como alquimista electoral. Sus entonces compañeros del PRI le reprocharon el dos de julio de 2000 sus omisiones en la movilización de votantes, a la que muchos atribuyen la derrota. El consejo político local de ese partido se reunió el domingo 13 en Pachuca y decidió que el candidato a gobernador sea elegido en convención de delegados. Ese método, que ha permitido a los gobernadores sacar avante su propia preferencia, no era el esperado por Gerardo Sosa, factotum de la Universidad local, que con fondos de origen no aclarado realiza una aparatosa campaña, de que dependería su triunfo si la candidatura se resolviera en consulta pública. No es cuerdo declarar a nadie fuera de combate anticipadamente. Pero el mecanismo escogido por abrumadora mayoría favorece a otros precandidatos, no al líder de la Sosa Nostra.