Bendeciré la casa que me da protección y cobijo, y muy especialmente el espíritu subversivo de mi jardín que sigue floreciendo en pleno invierno. Para la cena de Navidad usaré el precioso traje fushia con el que luzco hagan de cuenta una muñeca. Recibiré con el corazón de par en par a cualquiera que llame a la puerta. Brindaré por su complicidad y su lealtad lector y lectora queridos, y brindaré por mí que al fin he comprendido que la vida no tiene por qué ser un melodrama protagonizado por una sola mujer. Sonreiré, serviré, y al final me pondré una estrella dorada en la frente por el esfuerzo realizado.
En otra ocasión les contaré cuando en alguna Navidad Dios se olvidó de mí. Por ahora sólo les digo que desde entonces, me he mantenido en guardia, he renegado, y durante muchos años me resistí a participar de todo lo que tiene de entrañable esta temporada.
No sé si a Dios le preocupó mi desaire, pero acabo de caer en cuenta de que quien durante muchos años se ha perdido los abrazos y los buenos deseos con que nos bendicen estos días; he sido yo.
Ante tan desafortunado descubrimiento, he decidido dejar de girar en sentido contrario y estoy dispuesta a participar con generosidad y buenos modos del espíritu navideño que habita ya entre nosotros.
Aprovechando que es el momento de consumir sin culpa, he dejado en libertad a la chica material que llevo dentro para que se arroje con osadía a las tiendas hasta que las tarjetas revienten. Ya en enero reconsideraré mis viejos propósitos de dieta y austeridad. Sólo por hoy, dejaré de re-sentir el golpe brutal que alguna vez recibí por estas fechas, y me dispondré a agradecer los dones que el amor y la compañía me ofrecen. Daré gracias por las letras que me ocupan y por los autores que acompañan mis soledades e iluminan mis insomnios.
Bendeciré la casa que me da protección y cobijo, y muy especialmente el espíritu subversivo de mi jardín que sigue floreciendo en pleno invierno. Para la cena de Navidad usaré el precioso traje fushia con el que luzco hagan de cuenta una muñeca. Recibiré con el corazón de par en par a cualquiera que llame a la puerta. Brindaré por su complicidad y su lealtad lector y lectora queridos, y brindaré por mí que al fin he comprendido que la vida no tiene por qué ser un melodrama protagonizado por una sola mujer. Sonreiré, serviré, y al final me pondré una estrella dorada en la frente por el esfuerzo realizado.
Y como nunca se sabe; me mantendré muy alerta por si acaso llegara a pedir posada una pareja de jóvenes judíos con su hijo a punto de nacer. Por si vinieran, perfumaré la casa con ponche de tejocotes y guayabas y hornearé un pavito tierno para agasajarlos. Apronto abrazos para todos y aunque no me gusta ser pedigüeña, he escrito como cuando era niña una carta al niñito Jesús que dice así: Conserva Señor a nuestro Presidente bueno y honesto para que al fin los mexicanos podamos constatar que la honestidad y la política son compatibles.
¡Y por favor! ya no nos mandes los diputados que merecemos. No hay que ser, danos un chancecito y manda algo mejor, hasta nos podrían servir de ejemplo. Y pues ya que tengo la mano extendida, de una vez te pido salud y trabajo, que de lo demás ahí nos vamos arreglando. Y se acabó el cuento y se lo llevó el viento y todo mal es ido, y el poco bien que queda, que sea para mí y los que me han leído. adelace@avantel.net