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¿Y la deuda qué?

José Luis Valdés Ugalde

Los países latinoamericanos han sufrido con frecuencia la carencia de un proyecto nacional que los identifique, los una y eventualmente los acerque a posiciones propias frente a circunstancias externas tan diversas como complejas. Una de estas situaciones se refiere al problema de la deuda externa que los gobiernos han contraído a través del tiempo.

Este compromiso financiero se ha adquirido en parte por falta de un plan nacional de desarrollo coherente y de racionalidad estatal y en parte porque se encuentran en una relación de dependencia estructural, principalmente en relación con los avances científicos y tecnológicos que los países avanzados han sabido sumar con insumos propios con los beneficios inherentes que esto les ha producido. Por otro lado ha existido entre nuestros gobernantes una propensión crónica a recurrir al crédito externo.

La disposición a prestarles por parte de los organismos financieros internacionales como el FMI o el Banco Mundial (BM), se debe a que éstos han encontrado en esto: 1. Una lógica intrínseca de reproducción y consolidación institucional y 2. Porque han coadyuvado a imponer controles y políticas económicas a los varios países dependientes de esta dinámica. Se debe agregar a este grupo de causales, por un lado, la permanente alteración de los regímenes políticos es decir, una enorme fragilidad democrática, así como la efervescencia social que provoca una distribución del ingreso terriblemente desigual; por otro lado la ausencia de un empresariado latinoamericano responsable, de alto nivel y competitividad internacional y que se responsabilice a coadyuvar en verdaderas políticas de Estado, más que pedir que éstas sean implementadas en su nombre y beneficio, inclusive cuando esto ha incluido la violenta alteración del régimen constitucional. Todo esto ha impactado las posibilidades de largo plazo de un desarrollo sostenible para América Latina con carácter autónomo y estable.

El reciente llamado del presidente argentino Néstor Kirchner a saldar su deuda con el FMI ha sido asistido por su esposa y principal aliada, la senadora Cristina Fernández de Kirchner quien viajó a Europa, como una auténtica missi dominici para sondear la posición de algunos países europeos como España. Se trata de saldar en el corto plazo la deuda con el FMI y acabar así con una larga crisis entre este país y el organismo internacional. Esta medida llama la atención tanto por su audacia, su potencial politización y por su enorme complejidad operativa.

Veamos: la operación “desenduadamiento” o “rotas cadenas” como también la llaman parece respaldarse en la tradición de críticos recientes de la globalización como los estadounidenses Joseph Stiglitz y Paul Krugman, quienes sostienen que el FMI y el BM son máquinas de ofrecer créditos e imponer recetas, lo que provoca más problemas de los que resuelven.

La idea de Kirchner, que ha levantado una enorme polémica en este país, se basó también en las experiencias de Malasia y Paquistán, países que dejaron de pagar y una vez recuperados (Malasia) lograron recomponer su relación con el organismo. Por su lado, Paquistán ha optado por rechazar las restricciones que imponía el FMI. El plan “rotas cadenas” nació en la misma Casa Rosada y fue inspirado por el papel jugado por Paquistán. Se trata de una empresa tentadora consistente en pagarle al FMI los 15 mil millones de dólares que Argentina debe y así librarse definitivamente de sus programas.

Para el cumplimiento de este plan, que también tiene cierto tufillo político del cual nos encargaremos líneas adelante, el gobierno ha trabajado sobre cuatro puntos: a) cambiar la carta orgánica del Banco Central (BC) para utilizar sus reservas, a fin de desembolsar los pagos del FMI, b) utilizar las reservas del sistema financiero, las cuales según Martín Redrado, titular del BC, ascienden a 11 mil millones de pesos disponibles para pagar al organismo, sin utilizar las reservas del superávit de 2005, c) hacer uso del superávit fiscal de que en 2004 ascenderá a 20 mil millones de pesos y en 2005 será de aproximadamente 16 mil millones de pesos y d) vender las acciones que este país tiene en el FMI, cuyo precio podría estar en el orden de entre mil 500 y tres mil millones de dólares. Al lado de esto Kirchner podría recibir beneficios políticos directos importantes que se capitalizarían en victorias electorales al mostrar al presidente como el hombre que libró al país del FMI (o “el esclavo que le compra la libertad de toda su familia al amo”), institución que para la mayoría es la responsable de sus desgracias. Para Kirchner desendeudamiento significa soberanía. Argentina debe ir hacia el desendeudamiento para aspirar “a la autonomía nacional y la desintervención; tres ejes centrales que con la calidad institucional, la transformación educativa y la inclusión social, marcarán el perfil de Argentina”.

Existe un plan que está haciendo historia, aunque algunos que lo ven con recelo y no sin potenciales riesgos para eldesarrollo del país. En el amplio espectro político hay quienes estiman innecesario el desendeudamiento; la pregunta es: ¿A qué precio? Considerando que en economía los recursos siempre son finitos, los excedentes no alcanzarían para cubrir el pago total, que se puede optar por pagos graduales y no pedir más crédito e ir creando un plan estratégico de desarrollo que demuestre solvencia a largo plazo ¿qué opciones le quedarían a un país que ha demostrado no saber valerse por sí solo y que por consecuencia librarse del FMI no le garantizaría librarse de los compromisos con el Banco Mundial, el BID o el Club de París?

En todo caso, aunque el dividendo político fuera alto, el económico podría ser delicado, pues saldar la deuda significaría quitar recursos de la economía interna para desviarlos al exterior, pagar con un activo un pasivo, renunciando a la posibilidad de que éste vaya renovándose.

jlvaldes@servidor.unam.mx Director del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.

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