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¿Y México?

Federico Reyes Heroles

El próximo sábado el mundo dará un nuevo giro. Diez naciones se integrarán a la Unión Europea. A los actuales quince miembros se sumarán con plenos derechos Polonia, República Checa, Eslovenia, Malta, Hungría, República Eslovaca, Lituania, Letonia y Estonia. Dado el fracaso del proyecto de Naciones Unidas por reunificar a Chipre los efectos de la integración sólo beneficiarán a la población greco-chipriota. ¿Cuándo hubiera imaginado Robert Schuman que aquel tratado sobre el carbón y el acero del nueve de mayo de 1950 que él impulsó, devendría velozmente en la fórmula de convivencia política más elaborada del ser humano? Para llegar allí los nuevos estados miembros han adoptado por completo el marco legal de la Unión. Por supuesto homologaron los derechos políticos lo cual para los provenientes del bloque de influencia soviético fue un reto mayor. Lo lograron en pocos años y sin grandes sobresaltos como el caso de la República Checa. El respeto a los Derechos Humanos en esas naciones ha sido monitoreado por la Unión y sólo con su visto bueno se ha accedido a la incorporación.

Los derechos patrimoniales gozan ya de plena garantía. Eso quiere decir que la mayoría de los nuevos miembros han modernizado en muy poco tiempo sus sistemas de justicia llevándolos a estándares similares a los de la Unión. Sobra decir que estas naciones han liberalizado sus economías en todas las áreas vendiendo las antiguas empresas de Estado. Han establecido regulaciones para los nuevos mercados impidiendo monopolios y otras deformaciones. Recientemente el comisionado de la Unión para la ampliación, Günter Verheugen recordaba algunos ejemplos de lo radical del cambio, como el hecho de que hoy la banca en la República Checa tiene un contenido privado superior al de Alemania. El sector energético de Polonia está más liberalizado que el de Francia. Así de rápido se está moviendo el mundo.

Con la incorporación de los nuevos ciudadanos europeos —sobretodo Polonia con casi 39 millones de habitantes— la Unión se convierte en el mayor mercado global del mundo. Más de 500 millones de consumidores abren una infinidad de posibilidades comerciales, de buenos negocios que terminan beneficiando al consumidor. La nueva Europa tendrá un impacto sobre la Inversión Extranjera Directa del mundo. Al ofrecer una vida institucional estable, con garantía de pesos y contrapesos, mercados abiertos y regulados, monitoreos y observaciones cruzadas en todos los ámbitos de su vida interna, desde derechos políticos hasta corrupción, además de mano de obra más barata, la nueva Europa vuelve la competencia internacional aún más severa. Encaminados a una nueva Constitución General que abrazará a todos los ciudadanos miembros, la Unión se convierte en un actor cada vez más relevante. El establecimiento obligado de una política internacional común, así como de una estrategia de defensa del bloque alterará al mundo.

Por supuesto que no todo son certidumbres. Muchos se preguntan y con razón hasta dónde puede ir la ampliación. ¿Qué pasará con naciones como Bulgaria o Rumania o Rusia?. ¿Es Turquía de verdad Europa? Entonces ¿por qué no mirar a Marruecos? Pero algo no deja duda, se están moviendo muy rápido y no es para menos pues mientras en Bruselas se discuten los retos e incomodidades de las nuevas incorporaciones, por ejemplo el hecho de que Turquía fuese el país más poblado de la Unión, el mundo continúa en su frenético cambio. Desarrollar un sistema moderno de derechos de propiedad privada, elevar el nivel de apertura al exterior, hacer pleno uso de los mercados nacionales e internacionales... ganar terreno en virtud de la calidad y la competitividad, son algunas de las metas que el Primer Ministro chino Wen Jiabao planteó para el 2004, año en que China se propone un crecimiento del siete por ciento, que por cierto se mira triste comparado con el 9.1 por ciento del año pasado. Todo ello mientras la Constitución China es modificada para garantizar la protección a la propiedad privada y subrayar el papel del empresario en la construcción del país.

El mundo se transforma a velocidades inauditas. Para mediados de siglo la India se situará no sólo como la primera potencia mundial en población sino también como una potencia en tecnología. Por cierto no olvidemos que uno de esos acuerdos poco mencionados de la Unión Europea es el de llegar a una inversión sostenida del dos por ciento del PIB en ciencia y tecnología. Se preparan así para mantenerse en niveles competitivos frente a los cuadros de excelentes técnicos que hoy ya se forman en la India y China. Goldman Sachs ha hecho proyecciones: por su dimensión poblacional y por el ritmo de crecimiento de sus economías, Brasil, Rusia, India y China (las BRIC’s) desplazarían en cuatro décadas a cuatro naciones del actual G-6. Sólo Estados Unidos y Japón permanecerían en el grupo de los más poderosos.

Las inversiones globalizadas del siglo XXI encontrarán en esos enormes mercados emergentes un atractivo irrefrenable. Mil doscientos millones de consumidores potenciales de la India, mil en China, así sea con un nivel inferior de ingreso, cambian los equilibrios del orbe. El Banco Mundial reporta que el número de pobres extremos en el mundo se redujo significativamente. Los números absolutos siguen siendo aterradores. En 1981 más de 1450 millones de seres humanos vivía con menos de un dólar al día. En el 2001 eran 1100. El gran cambio se da en China que de tener 42 por ciento de su población en esas condiciones redujo la cifra a 19 por ciento. En cambio en América Latina aumentó del dos al cinco por ciento. Por eso la Unión Europea se está dando prisa, porque no hay tiempo qué perder. Así vista la globalización es también todos contra todos. ¿Y México? Bien gracias, confiado de tener su TLCAN, tuvo un crecimiento notable de sus exportaciones, pero sólo la primera década. De seguir las cosas como van —por cierto en EU, China, que aprende inglés rápidamente, ya nos desplazó— las exportaciones no podrán crecer. Ni siquiera hay garantía de que tendremos la energía eléctrica que necesitaremos. Los combustibles están caros. Pero claro, por razones de “nacionalismo” la apertura no llega. La propiedad privada no es directa sino derivada de la nación. La defensa de los derechos patrimoniales pasa por un judicial débil y corrupto. La productividad declina a pasos acelerados. Invertimos menos del 0.2 por ciento en ciencia y tecnología. La actividad empresarial padece todos los obstáculos imaginables: trámites excesivos, corrupción, gravámenes cambiantes, inseguridad, mercados ilegales, contrabando. etc. Así mientras el mundo cambia aceleradamente nosotros estamos muy entretenidos con las corruptelas, los pleitos de cantina de los improductivos legisladores y, por supuesto, la sucesión. No importa que los mexicanos pobres se multipliquen y nos quedemos atrás, en México no tenemos tiempo para aprender del mundo.

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