“Yo no fui, fue Teté, pégale, pégale, que él ya fue”. Rima infantil
Dos grandes tendencias están marcando la política en México en estos tiempos de destape. Una es la divulgación de videos que muestran a políticos en situaciones comprometidas. Otra es la insistencia de los políticos afectados por culpar a alguien más de lo que ellos mismos o sus asociados han hecho.
Ayer Andrés Manuel López Obrador aprovechó su conferencia de prensa matutina para cuestionar la honorabilidad de Federico Döring, el diputado panista que le llevó a Brozo el video que muestra a René Bejarano recibiendo un maletín lleno de dólares. El jefe de Gobierno de la ciudad de México dijo que en una ocasión Döring había buscado reunirse con él y que lo había recibido en el pasillo. Según López Obrador Döring le pidió que lo ayudara a cambiar un asunto judicial “de mucho dinero” de civil a penal. “Nosotros lo mandamos al diablo”, dijo López Obrador. Con esta anécdota el jefe de Gobierno buscaba descalificar los videos que muestran cómo Bejarano recibió fajos de dinero del contratista Carlos Ahumada Kurtz y los acomodó en un maletín. Un día antes, en entrevista con José Gutiérrez Vivó, López Obrador le había echado la culpa del escándalo a su villano favorito, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien acusó de estar detrás de una serie de esfuerzos concertados por atacarlo políticamente.
Jorge Emilio González, el senador con licencia y todavía presidente del Partido Verde, recurrió a otro villano después de que un video subrepticio lo mostró pidiendo una participación para apoyar un proyecto de inversión en Quintana Roo. El llamado “Niño Verde” acusó al secretario de Gobernación, Santiago Creel, de estar detrás de la grabación y difusión de ese video y presentó, si no pruebas, por lo menos una gráfica en un pizarrón de las supuestas ligas entre Gobernación y el disidente del Partido Verde que había dado a conocer la cinta. Su complicada teoría de la conspiración, sin embargo, palidece ante la contundencia del video.
Gustavo Ponce, el ex secretario de Finanzas del Gobierno del Distrito federal, no ha tenido hasta ahora la oportunidad de echarle la culpa a nadie, porque ha preferido fugarse antes que enfrentar el escándalo por el video que lo muestra jugando en un casino de Las Vegas del que es cliente distinguido. Pero la reacción inmediata de muchos perredistas ha sido señalar que lo de Ponce se comprende porque antes de ser funcionario perredista lo fue de Gobiernos del PRI (como si un gran número de los perredistas no hubiesen sido antes priistas).
Es de humanos echarle la culpa a los demás por las faltas que uno comete. En el caso del Jorge Emilio González —que fue él mismo el objeto de la grabación subrepticia— quizá no había más opción que echarle la culpa a alguien más... a quien fuera. Si no hubiera sido el secretario de Gobernación, a alguien más le habría tocado la culpa. Ésta es una reacción instintiva de alguien que se siente acorralado.
Pero en el caso de López Obrador el asunto es más complejo. Él, después de todo, no es el protagonista de los videos comprometedores. Bejarano podrá haber dicho en las grabaciones que López Obrador se hacía de la vista gorda ante sus actividades, pero no acusó a su ex jefe directamente de haberle dado instrucciones de recibir el dinero. López Obrador debió entender que de nada sirve tratar de inventar culpables ante la contundencia de un video como el de Bejarano.
Si el verdadero culpable del video es Carlos Salinas o Federico Döring o Brozo, ¿entonces por qué renunció Bejarano a la Asamblea Legislativa y a su militancia en el PRD? ¿Y por qué el comité ejecutivo nacional del PRD aprobó por unanimidad su renuncia al partido?
No es novedad que los políticos mexicanos sean corruptos. Lo nuevo está en el hecho de que las pruebas son videos que se presentan en los programas nacionales de televisión. Quizá lo que más irrita es que los políticos, en lugar de enfrentar la corrupción tan lacerante que sufre nuestro país, buscan evadir su responsabilidad tratando de culpar por sus faltas a alguien más.
¿Quién los divulgó?
Los videos de René Bejarano fueron grabados en las oficinas de Carlos Ahumada Kurtz, presidente del Grupo Quart, por lo que es difícil pensar que se hubieran difundido sin cuando menos su autorización. No hay duda, sin embargo, de que Ahumada y sus empresas también se han visto lastimados por la difusión de los videos: sus posibilidades de lograr otro contrato de obra pública son ahora virtualmente nulos. O Ahumada reaccionó de manera desesperada ante una amenaza peor o buscó vengarse del retiro de los contratos que le habían permitido amasar su gran fortuna. De cualquiera manera, lo importante no es cómo se divulgaron los videos sino lo que revelan.
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