El 20 de noviembre se cumplieron 30 años de la muerte del general Francisco Franco, quien en el transcurso de su dictadura decidió restaurar la institución monárquica y ya en las postrimerías de su Gobierno personalista declarar a Juan Carlos de Borbón: príncipe heredero de la Corona a la que había abdicado su abuelo Alfonso XIII en 1931, aun a pesar que el derecho sucesorio hubiera recaído en el hijo del último monarca español: don Juan de Borbón.
En esas circunstancias de la restauración monárquica el por entonces secretario general del Partido Comunista Español, en el exilio, Santiago Carrillo se permitía lanzar reiterativamente la broma de que el sucesor borbónico al régimen franquista sería simplemente “Juanito el breve”. Sin embargo el nonagenario Santiago Carrillo ha visto como en los pasados treinta años su vaticinio no pasó de ser una ocurrencia, puesto que Juan Carlos I de España no sólo ha permanecido en el trono, sino que le ha otorgado una legitimación de ejercicio que pocas monarquías contemporáneas supervivientes pudieran tener.
Juan Carlos de Borbón al asumir el 22 de noviembre de 1975 la jefatura del Estado español sabía que en muy corto espacio de tiempo, pero a la vez, de manera impecable tenía que realizar una transición política que hiciera pasar al antiguo régimen autocrático surgido de la Guerra Civil Española a una democracia parlamentaria moderna que permitiera insertar plenamente a España, dentro del concierto de los países europeos y como puente natural de Europa, con Iberoamérica.
Ese paso lo tenía que dar a partir del marco jurídico existente con el franquismo y sin confrontar abiertamente a importantes actores de la vida social y política española de aquellos años setenta, principalmente al Ejército. Para ello encontró a un hábil político emanado de las filas del falangismo: Adolfo Suárez quien se convirtió en presidente de Gobierno siguiendo el proceso marcado en las Leyes Fundamentales subsistentes durante el franquismo, para posteriormente, convocar elecciones generales, en las que resultó primer jefe de Gobierno democráticamente elegido.
Posteriormente Suárez convocó a todas las fuerzas políticas, incluso las denostadas por el franquismo a suscribir un gran pacto nacional denominado De la Moncloa, a partir del cual se trabajó en la redacción de la Constitución de 1978 que ha servido no sólo para darle solidez jurídica a un país con tantas dificultades para su gestión cómo es España, sino para conseguir ese admirable desarrollo económico que lo ha hecho una importante potencia mundial.
Hoy la mayoría del pueblo español considera que el balance de los treinta años del reinado de Juan Carlos I es por demás notable. Se le reconoce su fortaleza para desarticular el golpe de Estado que pudo haber dado al traste al proceso de la transición, o para mantener unidas las distintas nacionalidades de España; pero a la vez su prudencia para no entrometerse en los avatares de la vida política partidista, con lo que la monarquía española ha podido convivir con centristas, socialistas o populares.