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A donde va la gente

Adela Celorio

Sufrirán. Sí, sufrirán los infelices su propio Vía Crucis mientras nosotros aquí, varados en esta capital de cielos azules y luminosas mañanas primaverales, disfrutamos del periférico con sus segundos pisos y nuevos puentes incluidos.

Equipados con sus imprescindibles celulares y cuantiosas dotaciones de cremas, bloqueadores y bronceadores. Aletas, visores flotadores y toda la parafernalia imprescindible para la sobrevivencia de las generaciones nacidas para consumir, varios miles de capitalinos con todo y su chiquillería, emprendieron jubilosa estampida hacia las playas.

A razón de sesenta autos por minuto abarrotaron las vías de salida de esta capital, sólo para reptar lentamente en las larguísimas filas de casetas y gasolineras. Se llevaron sus tumultos a las playas donde a duras penas conseguirán un lugarcito dónde poner su toalla y tendrán que abrirse paso a codazos para pisar el mar.

Casi puedo verlos babeando de sed en la cola de los restaurantes, mientras los meseros pasean frente a ellos charolas con suculentos cócteles de mariscos, cebiches bien fresquitos, abundantes órdenes de langostinos y jugosos lomos de róbalo que serán siempre para otros.

Pasarán frente a sus narices los tequilas, las cubetas con cervezas heladas y sudorosas hieleras con botellas de vino blanco mientras los vacacionistas aguardan su turno acalorados y hambrientos.

No hay duda que les picarán los moscos y la arena que primero les quemará los pies, después se les meterá hasta el fondo de los rincones brujos.

Sin ser adivina puedo asegurar que el sol se ensañará con sus invernales y blancuzcas pieles y que todos los salieron en busca de descanso, volverán agotados, con la cartera vacía y las caras marchitas por exceso de sol.

Seguro se agotará la gasolina -todos los años sucede- y encima tendrán que hacer uso de baños públicos lo más parecido a barquillos de caca.

Sufrirán. Sí, sufrirán los infelices su propio Vía Crucis mientras nosotros aquí, varados en esta capital de cielos azules y luminosas mañanas primaverales, disfrutamos del periférico con sus segundos pisos y nuevos puentes incluidos.

Encontramos sin problema lugares en el cine, en el teatro y en los estacionamientos y aunque sólo sea por unos días, respiramos aires limpios. -Por acá el clima es perfecto, las jacarandas han estallado y las calles sin ambulantes ni vendedores de protección, han recobrado su dignidad.

Estamos disfrutando la ciudad a lo grande. Digo a quienes me llaman por teléfono para saludarme desde alguna playa.

Claro que se los digo sólo por molestar, porque yo como Vicente quiero ir a donde va toda la gente. Esto de quedarme nunca ha sido lo mío; lo que ocurre es que nadie tiene por qué saber que yo estaría mucho mejor sufriendo en cualquier playa, que aquí disfrutando como loca del segundo piso del periférico. adelace@avantel.net

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