Anoche (viernes primero de abril) haciendo un resumen sobre la situación más angustiosa para nosotros los creyentes católicos. El Dr. Óscar Javier Hernández García (especialista en terapia intensiva) me dijo.
La agonía del Papa Juan Pablo II, es la personificación del sufrimiento. Mas aún, miles de fieles son contagiados por Él. Esta etapa es característica de la muerte actual, donde difícilmente alguien se escapa del efecto de la ciencia y tecnología. El Papa no ha sido la excepción: sometido a ella como ser humano, con todo lo que Él representa, bajo la realización de procedimientos como traqueotomía y gastrostomía, entre otros, que pueden mejorar la calidad de vida de muchos pacientes, pero que también alargan la agonía de otros más. En qué momento la ciencia dejó de ser útil a la religión. Cómo fue, súbito o paulatino. En qué instante la religión retoma su curso para tomar su viaje. Eso siempre sucede. Simultáneamente la conciencia se deteriora, la respiración se dificulta, la temperatura disminuye, el pulso se hace débil y la piel se decolora... infatigable y precisa, la muerte repite su parsimoniosa antesala. Por momentos, alguien puede desear acompañar en el viaje a un ser como Él. ¿Cómo será? ¿Será posible? No importa su religión, la cercanía de la muerte nos recuerda cuán frágiles somos, su indiferencia universal afecta a ricos y pobres, niños y adultos, hombres y mujeres, pero también a personas buenas y malas. ¿Se equivocaría con los niños y los buenos? Por su puesto que arrasa con la ciencia, que para ella ha sido poca cosa. Pero también lleva en su seno la semilla de vida, sin la cual no tendría significado. La vida nos da eso precisamente. La oportunidad de vivir nuestra propia muerte. Seguramente la contemplará uno mismo ¡ya llegará¡ Por eso, que cada quien viva hoy, realizando las cosas buenas que tenga qué hacer, y postergando las que no valen la pena.
Que descansen en paz todas la personas buenas, que merecido lo tienen.
Amén.