Si alguna enseñanza deriva del incierto desafuero del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, es que son posibles los puntos de coincidencia y acuerdo entre los Partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional.
Ante el fallido acontecimiento que tanto daño ha hecho a nuestra vida pública, resulta obligado interpelar a las que aún son las dos principales fuerzas políticas en nuestro país, a fin de que en lo que resta del presente sexenio, concluyan la reforma del Estado y las reformas energética y fiscal, para dotar de gobernabilidad política y viabilidad económica al México del próximo sexenio y desde luego del futuro, sean cuales fueren los resultados de las elecciones del año próximo.
El hecho de que los diputados panistas y priistas hayan votado en conjunto en un tema tan controvertido y delicado, sea como resultado de un deseo honesto de sostener el Estado de Derecho vulnerado o por razones meramente políticas, indica que existe la capacidad de diálogo e interlocución, que permitiría conformar una mayoría en el Congreso que dé rumbo a la transición hacia la democracia plena y a la modernidad, lo que hasta ahora no se ha logrado, en virtud de la disputa de los partidos en su búsqueda del poder en el corto plazo.
Es pertinente apelar, además del patriotismo que se supone debe impulsar a nuestros legisladores, al elemental instinto de conservación, pues es de sobra comentar que para todos los mexicanos, la prioridad son los intereses de la Sociedad y del Estado, como presupuesto de la existencia de un Gobierno cuya conformación pueda ser objeto de un proceso electoral que resulte productivo para los mismos partidos.
El propio Partido de la Revolución Democrática requiere ese acuerdo de sus adversarios para alcanzar sus objetivos, para poder gobernar en el evento de su aún remoto y poco probable triunfo electoral.
En efecto, se entiende que cualquiera de los partidos que obtenga la Presidencia de la República en las próximas elecciones, deseará gobernar sobre la base de un proyecto viable y no sobre la ruina institucional a la que la generalidad de nuestros políticos parece encaminar a la nación.
Si el PAN refrenda su permanencia en la Presidencia o el PRI la recupera, desearán un mejor marco institucional y político que el actual.
Si el PRD llegara acceder al poder, le convendría que ya se hubieran aprobado las reformas referidas a las que se ha opuesto en forma pertinaz y que sin embargo, son indispensables para la viabilidad del sistema en el Siglo Veintiuno, lo que incluye al propio PRD.
En caso contrario, el eventual Gobierno perredista gobernaría con la misma estructura anacrónica que tantos problemas ha causado a la transición y tendría que optar entre promover las reformas contradiciendo su discurso ancestral o sumir al país en una regresión de cuarenta años.
La aprobación de las reformas que tanto se han escatimado en virtud de intereses mezquinos, tiene una posibilidad real y a sí lo demostraron los legisladores del PAN y del PRI, en el precedente que se comenta.
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