Con motivo de la elección del domingo pasado he leído muchos comentarios periodísticos. La mayoría de ellos de parte directa o indirectamente interesada en el resultado de la elección.
Algunos de los que no obtuvieron la victoria, critican el proceso. Algunos de los que ganaron, lo alaban. Pero pocos son los que han hecho un ejercicio de autocrítica para saber porqué ganaron o porqué perdieron.
Se asumen en efecto posiciones maniqueas en donde unos son los malos y otros los buenos. En donde los que ganaron ponderan la transparencia del proceso y los que perdieron lo critican acremente. Aún más, se dan contradicciones cuando por un lado se perdió y por otro se ganó.
No he visto que se asuma con dignidad una posición o la otra, ni menos que las dirigencias de los partidos que contendieron digan siquiera someramente las razones por las cuales no lograron convencer al electorado.
Todas son, en general, lamentaciones por un lado, y soberbias vanaglorias por el otro. Pero los números son contundentes y fríos.
En las pasadas elecciones votaron, en números redondos, 861, 544 electores, de un padrón total de: 1’664, 000 ciudadanos.
De esa cifra, el candidato que obtuvo el triunfo a la gubernatura, Humberto Moreira, contabilizó a su favor más de 478 mil votos. Y todo el resto de los candidatos a dicho puesto alcanzaron la cifra de casi 357 mil sufragios, de donde se desprende que ni todos sus opositores juntos hubieran podido ganarle. Además, de los 38 municipios del estado, Moreira ganó en 37.
Estos datos tienen que decirle algo a los partidos políticos. Como también debe ser motivo de análisis por parte del Partido Revolucionario Institucional el porqué se perdió Torreón y cuatro de los cinco Distritos para diputados locales.
También debe prestarse atención al hecho de que 803 mil ciudadanos no acudieron a las urnas y ello de entrada significa que los partidos y las campañas no fueron lo suficientemente convincentes como para mover las conciencias de una parte importante del electorado coahuilense.
Se impone entonces una reflexión seria y responsable. Un ejercicio de autocrítica que, realizado hacia su interior por los distintos partidos, arroje conclusiones que les permitan diseñar una estrategia para mejorar como partidos; para motivar a la ciudadanía a fin de que las elecciones federales del próximo año sean un ejemplo de civilidad y participación.
Es ésa una tarea difícil, pero obligada, si se toma en cuenta que constitucionalmente los partidos políticos son entes de interés público y que en ellos el pueblo invierte mucho dinero, porque son parte de nuestro sistema democrático. Y si queremos avanzar debemos buscar su fortalecimiento y justificar ante la ciudadanía la existencia de los partidos políticos, porque los hay en Coahuila que no lograron captar ni el dos por ciento de los votos emitidos, no obstante que eso no les acarree ninguna sanción pues se trata de partidos nacionales.
Otro aspecto relevante de la elección del domingo, es el comportamiento de los actores políticos, pues nadie gana o pierde solo o únicamente por sí. Todo es el resultado de una tarea de conjunto que en el caso de los ganadores debe llevarlos a considerar con humildad y seriedad la responsabilidad que mayoritariamente el pueblo les ha encomendado y en el de los perdedores a admitir sus errores con honestidad.
Quien crea que el pueblo otorga su confianza un día y para todo un período gubernamental, está palmariamente equivocado.
Una cosa es la legitimación en las urnas y otra muy distinta la legitimación en el ejercicio del poder.
La legitimación en el ejercicio del poder se gana cumpliendo cabalmente con los compromisos que se asumieron en campaña. Atendiendo a la ciudadanía, mejorando su calidad de vida, solucionando los problemas que se van presentando a lo largo de la gestión, manejando con honestidad y trasparencia los recursos públicos.
Es importante no perder de vista también, lo efímero del poder público. Los cargos no son eternos y todo lo que se pueda hacer a favor de la gente es lo que al final de cuentas le queda de ganancia a quien ha ejercido ese poder.
Tenemos que aprender a respetar la voluntad general de la ciudadanía. Así lo exige no sólo la verticalidad y honestidad en el actuar de los hombres y mujeres de bien, sino la sociedad en su conjunto.
Prueba de ello es que en el Acuerdo Nacional para la Unidad, recién firmado por los empresarios del país, entre sus demandas incluye el respeto a los resultados electorales. Seguramente por el hecho señalado de que la sociedad está cansada que cuando claramente se pierde una elección, los partidos quieren ganar en la calle o en tribunales lo que no pudieron ganar en las urnas y eso no ayuda al fortalecimiento de la República.
Urge pues un ejercicio de autocrítica de los partidos y candidatos. Porque de otra manera se moverán en círculos, como mulas de noria.