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Addenda/El valor de la comunicación

Germán Froto y Madariaga

Todos pasamos en algún momento de nuestras vidas por situaciones en que rompemos la comunicación con familiares o amigos, con nuestros seres queridos.

A veces, las desavenencias comienzan por un malentendido, una expresión pronunciada al calor de una discusión o sin mayor reflexión que ofende o lastima a las personas que queremos y de ahí se genera una diferencia que con el paso del tiempo se va ensanchando irremediablemente.

Hace casi seis años, circunstancialmente platiqué con una señora nacida en México, pero de ascendencia japonesa que había pasado buena parte de su infancia en aquel remoto país. Me asombró su conocimiento de la filosofía Zen y de manera especial que me dijera algo más o menos así: Nunca hay que irse a la cama dejando círculos abiertos, porque no sabemos si amaneceremos.

En la medida de lo posible, entonces, hay que finiquitar el mismo día cualquier divergencia, disgusto o enojo que hayamos tenido con alguno de nuestros seres queridos. Nunca dejar abiertas esas heridas (círculos) ni ninguna otra cosa que nos aparte de ellos.

Lamentablemente conozco casos en que los padres le han dejado de hablar a sus hijos, o viceversa, durante años. Incluso uno que otro que ni aun en su lecho de muerte permitió que entrara uno de sus hijos a despedirse de él.

Por casos como los comentados y por muchos más que cientos de personas viven diariamente, es que considero oportuno transcribir aquí la siguiente anécdota denominada “El Puente”, que a mi juicio puede sernos ilustrativa si nos encontramos en uno de esos trances:

“Esta es la historia de un par de hermanos que vivieron juntos y en armonía por muchos años.

Ellos vivían en granjas separada pero un día… Cayeron en un conflicto, este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos, hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.

Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrirla, encontró a un hombre con herramientas de carpintero: “Estoy buscando trabajo por unos días”, dijo el extraño. “Quizá usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso”.

Sí -dijo el mayor de los hermanos- tengo un trabajo para usted.

Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.

La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.

¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.

El carpintero le dijo: Creo que comprendo la situación.

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.

Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.

El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó. No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo.

Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.

En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:

Eres un gran tipo. Mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho.

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas.

No, espera. Quédate unos cuantos días tengo muchos proyectos para ti, le dijo el hermano mayor al carpintero.

Me gustaría quedarme- dijo el carpintero. Pero tengo muchos puentes por construir.

Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos. Muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos. No permitas que eso pase en tu Vida.

Aprende a perdonar y a valora lo que tienes.

Recuerda que perdonar no cambia en nada el pasado pero sí el futuro. No guardes rencores ni sentimientos de amargura que sólo te lastiman, te alejan de Dios y de las personas que te quieren. Aprende a ser feliz y disfruta de las maravillas que Dios ha creado.

Él te ama y desea que tengas una vida dichosa, llena de amor y armonía”. (Fin de la historia).

Desearía que todos aprendiéramos esta lección.

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