En los momentos políticos que vive el país, es lógico que se quiera encontrar una explicación al desprestigio de la política. Pero no es posible encontrarle una justificación a ese desprestigio que ha generado entre el electorado nacional un ambiente de desconfianza y temor.
De desconfianza, porque no importa para dónde dirija la vista el ciudadano, en todos lados encuentra enconos, golpes bajos, reclamaciones y descalificaciones.
De temor, porque la esperanza de un cambio que hubo en el pasado reciente no se concretó y en buena parte la expectativa de un futuro promisorio se desvanece en razón de que lo único que se avizora como más viable es un golpe de timón de consecuencias impredecibles.
La confrontación más enconada y manifiesta se da en la contienda interna del Partido Revolucionario Institucional, donde los precandidatos, Roberto Madrazo y Arturo Montiel, un día se muestran conformes en desarrollar una campaña respetuosa y al siguiente se dicen ultrajados por el adversario o víctimas de campañas sucias que desmienten la pretendida intención de contender civilizadamente.
El último episodio de esta tragicomedia lo constituyó la descobijada que le dieron al hijo de Montiel al sacar a la luz pública una serie de operaciones financieras que si bien, sostiene éste, tienen una explicación que su hijo está dispuesto a dar si la autoridad competente así lo pide, no ha sido capaz de explicarlo simplemente con palabras ante la opinión pública nacional.
Y aunque Madrazo se deslinda de la autoría intelectual, aprovecha el viaje y le echa leña a la hoguera, como si él no tuviera que dar cuentas de algunos pasajes semejantes de su vida política pasada.
No tan ostensible como el del PRI, pero en el Partido Acción Nacional también se cuecen habas, pues Santiago Creel se queja ante la Comisión Electoral de ese partido, de las acciones fraudulentas cometidas por los seguidores de Felipe Calderón, en el estado de Yucatán, en la segunda fase de la elección interna, alegando que hubo acarreo de votantes, reparto de despensas para coaccionar el voto y desorden en las casillas.
Previamente, el ex secretario de Gobernación se había quejado de la forma en que se estaba utilizando el asunto de los permisos para la apertura de casas de juego otorgados a ciertos medios de comunicación nacional, como un favor anticipado para contar con su respaldo publicitario llegado el momento de buscar la nominación a la Presidencia de la República.
Mientras tanto, aparentemente Andrés Manuel López Obrador corre solo por la nominación del Partido de la Revolución Democrática. Pero en la esquina contraria, ya volvieron a unir sus destinos Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, buscando jugarle la contra al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Por este escenario, la política se enrarece y el horizonte presenta presagios de tormentas que no se podrán disipar fácilmente. Al contrario, se presume que tenderán a incrementarse conforme se vayan definiendo las candidaturas y los que resulten postulados se adentren en la contienda constitucional.
Por eso urge un golpe de timón, un cambio de conductas, que eleve la credibilidad de los contendientes.
Pero si bien, tanto el PRD como el PAN pueden lograrlo con relativa facilidad, las cosas se perfilan distintas en el PRI; porque ninguno de los dos precandidatos puede lograr la credibilidad que en lo personal parecen haber perdido hace mucho tiempo.
Se cuenta que hay quienes, con ascendiente sobre ambos precandidatos del PRI, ya les han dicho que ninguno de los dos está en posibilidades de ganar la constitucional.
De ahí la especie también de que deban pensar en un tercer candidato que impulsado mayoritariamente por las distintas corrientes, entre al relevo para incrementar las posibilidades de ganar la elección del año próximo.
Eso se antoja difícil, pero no imposible. Porque la lógica indica que de perder todo a ganar algo, es preferible esto último.
Pero la ambición suele cegar en todos los terrenos la visión y objetividad de los precandidatos, máxime si los corifeos (que suelen ser muchos) les dicen lo contrario y los animan a seguir en pos del cargo de representación unipersonal más importante de la política mexicana.
Es necesario entonces, en el caso del PRI, que este partido concentre su fuerza en el punto más fuerte que posee, que es precisamente su unidad, hoy por hoy, debilitada por las confrontaciones internas que causan el repudio de los electores libres, los sin partido, que son mayoría y sin duda, los que determinan el triunfo de cualquier candidato a la Presidencia.