Es común que cuando se aborda el tema de los emigrantes mexicanos el punto de estudio sea la situación de aquellos que cruzan la frontera con Estados Unidos de manera ilegal.
Sus peripecias para llegar al otro lado, los riesgos que enfrentan que en no pocos casos se convierten en siniestros cuya consecuencia es la pérdida de la vida, los maltratos físicos y la discriminación, entre otros aspectos, son el origen de muchos comentarios periodísticos, reportajes, editoriales y ensayos.
Pero comparativamente son menos los estudios que se realizan en relación con aquellos mexicanos que viven legalmente en ese país y de los problemas de todo tipo que tienen que superar a fin de integrarse a una sociedad que en múltiples aspectos es distinta a la nuestra.
Por ello, me resultó especialmente interesante el libro: “Vivir con el Vecino”, de Gustavo Morales Montes de Oca, un joven originario de Torreón en donde pasó parte de su vida y que por motivos de trabajo se fue a vivir a Dallas, Texas.
Como en muchas ocasiones sucede, Gustavo comenzó a escribir sus experiencias y vivencias en una especie de diario personal y poco a poco, como él afirma esas líneas: “fueron revelándose contra su destino e incorporando una serie de reflexiones y juicios sobre aquello que iba viviendo...”.
Gustavo aceptó una oferta de trabajo y llegó a Dallas en enero de dos mil. Desde ese momento y en los años posteriores fue acumulando vivencias que narradas en cuatro capítulos desembocaron en un libro interesante y ameno que mereció el interés y la publicación de Editorial Porrúa.
En su libro, Gustavo nos cuenta desde los problemas para entender y adaptarse a las costumbres sociales norteamericanas, hasta los aspectos de trabajo, porque no es lo mismo laborar en México que hacerlo en EU en donde “El Contrato Social” del que hablaba Rousseau, se traduce en un pacto no escrito que, como nos dice el autor, se puede expresar en estos términos: “ok, ya estamos todos en esta nueva tierra a la que nos hemos mudado, así que vamos a pasarla bien. Es responsabilidad de cada quien hacer su trabajo bien y dar un buen servicio, hay que sonreír aunque estemos enfadados, porque es parte del trabajo”.
Si partimos de la base que el hombre es reacio por naturaleza al cambio, cuando se reside en otro país siempre es difícil verse obligado a aceptar determinadas reglas que nos son desconocidas, entender otras formas de pensar y hasta acostumbrarnos al tipo de comida que allá se acostumbra.
Pero la gran diferencia estriba en que hay veces que sólo estamos de paso en ese otro país y sabemos que pronto habremos de regresar al nuestro. Entonces, nos resulta sencillo acoplarnos a esas formas de vida distintas, porque finalmente no necesitamos hacerlas nuestras.
Mas cuando estamos conscientes que nuestra estancia será prolongada e incluso que se puede convertir en definitiva, la reticencia es mayor. De ahí la importancia de entender y aceptar las diferencias que existen entre estos dos mundos.
Las primeras dificultades a las que se enfrenta cualquiera que haya vivido en el extranjero son aquellas que se relacionan con todo cuanto se ha dejado atrás.
En ese aspecto, acertadamente señala Gustavo que los mexicanos: “extrañan a la familia, a los amigos, las pachangas, la comida y hasta la divertida desorganización de nuestros pueblos”.
Y tiene razón, pues en lo personal he estado en algunas ciudades en las que el orden excesivo es lo que me desagrada. Porque lo percibo como una odiosa monotonía dentro de la cual, como es lógico, nunca pasa nada.
Por ello, la sugerencia lógica de Gustavo es que, quien esté en la situación de tener que vivir en EU en forma permanente, “lo mejor es pensar en lo positivo del cambio antes que anhelar perennemente lo que se dejó atrás”.
En ese orden de ideas, hay que “quemar las naves” y aceptar que nunca se ha de volver atrás, pues como él apunta hay que pensar que: “mi mejor momento es ahora, aquí y ahora, no allá y entonces”.
¿Qué sentido tiene estar volteando hacia atrás cuando se tiene todo un futuro promisorio por delante?
La “american way of life” tiene su precio y quien quiera acceder a ella debe pagarlo irremediablemente. Y entre más pronto lo haga mejor para él.
Si el vivir en el aquí y ahora debe ser una filosofía de vida en cualquier caso, mucho más lo es cuando se ha tomado una decisión que nos lleva a residir en otro país en donde el comportamiento social es distinto al nuestro.
La mejor forma de enfrentar este reto, como acertadamente lo dice Gustavo, es vivir lo que la vida nos pone enfrente.
Este texto de Morales Montes de Oca es interesante y ameno, porque nos ilustra la forma en que, en tal caso, debemos aprender a “Vivir con el Vecino”.