Cada proceso electoral es como un huracán que saca a flote lo peor de una sociedad. En las elecciones del pasado domingo, salió al descubierto, por principio de cuentas, el alto abstencionismo en Coahuila. Aunque éste disminuyó respecto a elecciones anteriores, sigue siendo vergonzoso que un pueblo rico en carencias y en necesidades, desprecie la única oportunidad de tener un cierto poder sobre quienes ocuparán el poder.
El huracán electoral sacó a la luz el tremendo rezago político existente en el estado. Me parece difícil creer que haya existido un partido ajeno al reprobable acarreo de votantes. Todos buscaron merecer los favores de una lideresa o ganar adeptos por medio de costosos actos de campaña, sin embargo, el PRI sigue sin rival en eso de cometer actos ilícitos. En estas elecciones, los tricolores demostraron lo útiles que siguen siendo prácticas tan deleznables como la compra de conciencias y la coacción.
El proceso electoral fue insultante para los coahuilenses. El despilfarro de recursos en el que incurrieron principalmente panistas y priistas, contradice por completo el falso interés de los partidos por contribuir al desarrollo del estado. ¿Dónde están ahora los pendones con el rostro de Zermeño? ¿Dónde los anuncios radiofónicos y televisivos de Moreira? Millones de pesos están ahora en un bote de basura y en el olvido. Mientras tanto, siguen donde mismo aquellos ciudadanos que sufren cada día la inseguridad pública, la falta de empleo y la obligación de vivir en las condiciones más deplorables. Estas personas permanecen en el mundo de la desesperanza, en el mundo de los ignorados.
Si bien este proceso electoral sirvió para que salieran a flote muchas cosas negativas, sirvió también para que los coahuilenses nos diéramos cuenta de lo caduca que se encuentra ya una institución como el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC).
Desde su nacimiento, el IEPC fue muy cuestionado por la presunta cercanía entre algunos de sus miembros y el PRI. Aunque los mismos consejeros negaron cualquier nexo con el tricolor, el tiempo se encargó de demostrarnos que su corazoncito pertenecía al partido oficial en el estado.
Recuerdo, por ejemplo, el proceder del IEPC durante la elección interna del PRI para elegir a su candidato a gobernador. Los entonces precandidatos priistas protagonizaron una apasionada contienda que los llevó a destinar sumas millonarias para promocionarse. A tal grado llegaron los excesos, que el propio IEPC tuvo que pagar por la publicación de un desplegado para exhortar a los calefactos a que dejaran de lado lo que a todas luces era una campaña simulada con la única intención de posicionar sus nombres para la próxima justa electoral.
Llama la atención que en aquel entonces, pese a existir una clara violación a las leyes electorales, los miembros del IEPC se limitaron a publicar un desplegado en lugar de aplicar una sanción legal.
Esa diferencia de trato se hizo luego evidente cuando se ordenó suspender la campaña publicitaria “Un lagunero para gobernador”, que presuntamente promovía la imagen de Jorge Zermeño. Después de haberse dado cuenta del error en el que incurrieron, decidieron dar marcha atrás e incluso el consejero Jacinto Faya Viesca reconoció no haber tenido los elementos suficientes para implantar tal sanción.
Uno de los objetivos del IEPC es afirmar las bases de la democracia en Coahuila. Para desgracia nuestra, este objetivo no se ha alcanzado, pues tenemos unas autoridades electorales aferradas en frenar todo desarrollo democrático. El controlar la realización de los debates y de las encuestas, son sólo una muestra de los excesos antidemocráticos en los que ha incurrido este instituto.
Los procesos electorales trajeron consigo la inconformidad de decenas de coahuilenses quienes aún alegan la existencia de un fraude electoral en distintos municipios. Si el IEPC hubiera hecho bien su trabajo, actuando con toda oportunidad y sin privilegiar a alguno de los contendientes, entonces esas inconformidades fueran inexistentes.
El IEPC es una institución caduca. Sus miembros han encontrado en sus puestos un coto de poder y de colaboración cercana con el Gobierno estatal, olvidándose de su obligación de construir una cultura ciudadana de alta participación política. A su paso, los miembros de esta instancia electoral han dejado la huella imborrable del retroceso democrático.
¿Por qué no poner este instituto en manos de ciudadanos realmente comprometidos con el desarrollo de Coahuila?
javier_fuentes@hotmail.com