“Aquí el que manda soy yo, ¿no se han dado cuenta que soy la persona más importante en este país? Nadie está arriba de mí, nadie puede dañar mi imagen, ni cuestionar mi autoridad. Tengo todo el poder y todos habrán de rendirme cuentas.
“Hay quienes no están de acuerdo con lo que hago y tratan de desprestigiarme por medio de algunas campañas. Nunca lo han logrado, pues inmediatamente callo sus voces. Fue muy difícil llegar a donde estoy. Tuve que soportar muchas humillaciones, tuve que renunciar a mis principios y olvidar lo que significa la honradez y la decencia. Pero el sacrificio ha valido la pena, pues ahora la vida me ha otorgado la oportunidad de ser el mexicano más respetado, de ser adulado por miles de personas y de tener todo cuanto había soñado.
“La Ley dice que en nuestro país deben existir tres Poderes, pero siendo realistas, sólo hay uno: el mío. Yo manejo a mi antojo a la Cámara de Diputados y Senadores; las autoridades judiciales no se atreven a mover un dedo hasta recibir mis órdenes; los gobernadores son sólo unos representantes de mis intereses y si hacen algo fuera de lo establecido, inmediatamente tienen que renunciar a su cargo por motivos de salud.
“Mi poder está asegurado por mucho tiempo, pues yo mismo voy a escoger a mi sucesor. Hay personas que se preguntan por qué tengo tanta autoridad, por qué soy alguien intocable, por qué todos deben de hacer lo que yo ordeno, la respuesta es muy sencilla: porque soy el presidente de la República”.
Los mexicanos vivimos durante mucho tiempo atados a un sistema paternalista, en el que la máxima figura era la del presidente. Ahora las cosas han cambiado. Existen más alternativas políticas y el pueblo de México está optando por ellas, al grado que nadie se atreve a asegurar qué partido será el que triunfe en las próximas elecciones presidenciales. Para fortuna nuestra, el PRI no es ya un órgano omnipotente, sino más bien una entidad que busca mantenerse a flote en el inmenso mar de corrupción e impunidad que ellos mismos crearon. El presidente de la República ha dejado de ser alguien intocable y nuestra voz ya se atreve a criticar abiertamente sus malos manejos.
En una ocasión el ex presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado, dijo que el PRI tenía que prepararse para recuperar la Presidencia y la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, pues un Gobierno dividido no es saludable ni eficaz. Según él, es muy bueno que haya mayor pluralismo político, pero no en exceso, pues de lo contrario se corren grandes riesgos de ingobernabilidad.
Tal vez tenga algo de razón, pero quizás es necesario que alguien le recuerde a Miguel de la Madrid que ya no vivimos en los tiempos en que un sólo partido tiene el poder para dirigir el destino de la Nación.
Grandes errores se cometieron durante la época del presidencialismo. La voz de los mexicanos fue callada a base de limosnas y de acciones represivas; al pueblo se le arrebató el derecho de elegir a los gobernantes más capacitados para cumplir con sus demandas; el Congreso de la Unión no era más que una enorme farsa montada por actores cuyo único papel era el de cumplir sin reservas los deseos y órdenes del presidente de la República.
Si dejamos que los viejos tiempos del presidencialismo vuelvan a dominar a la Nación, estaremos incurriendo en un grave error. Actualmente la situación en nuestro país es muy difícil. Algunos miembros de la antes llamada Oposición que por fin recibieron la oportunidad de gobernar, no han respondido con las expectativas de los ciudadanos. Sin embargo, no podemos dar marcha atrás.
Actualmente vivimos en un periodo de transición, y como en todo tiempo de cambio, tenemos que enfrentarnos a incontables obstáculos. Seamos capaces de crear nuevas soluciones para nuestros problemas sociales, sin buscar en lo pasado la solución para nuestro futuro.
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