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Adiós Enrique/No hagas cosas buenas...

Enrique Irazoqui Morales

Esta es la última columna que aparecerá siendo gobernador del estado de Coahuila Enrique Martínez y Martínez, su periodo constitucional termina el próximo miércoles 30 a las 12 de la noche. Es la primera vez que no siento alivio por el cambio de gobernador, ya que es difícil asegurar o incluso augurar que el nuevo mandatario será mejor que el que se va, sin embargo, todo mundo tiene el beneficio de la duda.

Como una era termina, vale la pena echar una vista atrás del mandato de Martínez, quizá desde un punto de vista más anecdótico que el de las grandes cifras, ésas que por su magnitud y por las mil y un maneras que hay de interpretarlas, siempre es difícil establecer una comparación equitativa, por eso hay que voltear hacia atrás. Recordemos cómo llegó al poder.

Enrique Martínez y Martínez tiene toda su vida en la política, su capacidad y carisma lo llevó a convertirse en el alcalde más joven de Saltillo, sin haber cumplido siquiera treinta años, donde se desempeñó. Su sueño siempre fue claro: la gubernatura. Por años trabajó intensamente hasta conseguir su meta, aunque en 1999, sufrió un revés en su intentona por convertirse en gobernador, en manos de Rogelio Montemayor Seguy, derrota que el hoy saliente gobernador nunca olvidaría.

Recordemos aquel proceso interno del PRI, donde Jesús María Ramón, candidato de Montemayor, dio la batalla al propio Martínez; acompañando a esas elecciones internas contendió el lagunero Braulio Fernández, y para vergüenza de los laguneros, ni siquiera en su propia tierra pudo obtener el triunfo. Chuy María gastó fortunas en la competencia -al igual que lo hiciera el propio Martínez- y ni así le alcanzó para detener la carrera del posteriormente gobernador.

Sentado ya en la silla, Enrique inició su Gobierno de menos a más. En La Laguna, el ex secretario general de Gobierno, Raúl Sifuentes Guerrero, practicó un política totalmente autoritaria que nada ayuda a la penetración de la buena imagen que trataba de construir y que a la postre conseguiría, pero nadie debe de olvidar que el gobernador gustó siempre de un estilo de Gobierno cercano al autoritarismo, en Coahuila no hubo quien se atreviera a contrariar al señor del Palacio Rosa.

Miles de historias espeluznantes corrieron acerca de los quehaceres del secre Sifuentes, la Oposición y los mismos priistas tradicionales de Torreón, hablaban de lo peor del sampetrino -Raúl Sifuentes es de San Pedro de las Colonias- y quien olvida el cisma provocado por la imposición de Laura Reyes Retana a la alcaldía de Torreón, ese hecho describe esa parte gris del Gobierno enriquista. Debemos agregar que, desde la Secretaría de Gobierno se modernizó el marco legal del estado, la operación del Registro Público de la Propiedad y las Juntas Locales de Conciliación, sin olvidar tampoco la nueva Ley Electoral. No todo fue negativo.

Vinieron también los aciertos, Enrique fue un gobernador modernista, entregó obras en todo el estado y dotó al propio de un rostro de vanguardia dentro del contexto nacional. En La Laguna tuvo la capacidad de permitir una buena relación con un alcalde panista que resultó beneficioso para sus gobernados, cumpliendo su misión de estadista. Apoyó la creación del Teatro Nazas que es ahora un digno recinto para la cultura y esparcimiento de todos. El Distribuidor Vial Revolución es una gran obra como tal, aunque sus achichincles se encargaron de ensuciarla por su mala ejecución y pésimo manejo, despertando sospechas en todas partes.

Estuvo también la aventura por conseguir la candidatura a la Presidencia de México por su partido, pero tuvo que vivir, como hace tiempo no le tocaba, las duras prácticas de su partido. Estoy convencido que Martínez sería mejor candidato que Madrazo, pero allá los priistas.

Culmina su sexenio con broncas gratis, la prisa por entregar el Periférico manchó su imagen, y la entrega de los fiats a Guillermo Anaya y otros funcionarios panistas, dieron de qué hablar.

Se fue un gobernador más, y la historia será el mejor juez para darle su lugar, a esperar entonces.

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