Un incremento en infraestructura y personal sería conveniente
?El Hospital Municipal del Niño no lo hizo el Partido del Trabajo, lo hicieron Bibiano Alba y sus alumnos que lo apoyaron. Lo hicimos nosotros?, aseveró Víctor Hugo Huerta Soto, neuropediatra y parte del equipo fundador de este nosocomio que brinda atención médica a los infantes del municipio e incluso de otras partes del país.
Se han cumplido 12 años desde que este sanatorio abrió sus puertas, mismo que se ha visto amenazado en su existencia por los intereses políticos de los que llegan al poder. Huerta Soto recuerda que cuando estaba en la Ciudad de México, siendo residente de quinto año, se encontró con su maestro Bibiano Alba, quien lo instó a ser de los precursores de la obra. Fue así como se vio involucrado.
Durante esta década de trabajo, ha sido testigo del progreso que han alcanzado poco a poco. ?Yo siempre he defendido mucho al hospital?, cuenta para después disertar que dado que el Partido del Trabajo (PT) se ensalzó con el proyecto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en varias ocasiones señaló de manera negativa el servicio brindado.
?Estuvimos un tiempo muy limitados por las cuestiones políticas en cuanto a nuestro presupuesto. Cada trienio corría el rumor de que lo iban a cerrar por incosteable, pero no es así, esto es casi autosuficiente, más el presupuesto, pues ya tenemos mayores oportunidades?, dice.
Su compañera de trabajo Adriana Lorena Ricartti Cháidez también ha sufrido un panorama en algunas veces adverso, pues cuenta con la misma antigüedad laboral. ?Entré diez meses después de que lo abrieron, dábamos como diez o 12 consultas en turno vespertino. Hace 12 años estaba muy lejos de la ciudad, todo despoblado alrededor y la gente no tenía mucha confianza?, comenta.
Sobre las cuestiones políticas manifiesta que ?el médico no tiene partido político, su misión es únicamente humanitaria?. Por eso, señala estar contenta porque al parecer las autoridades competentes han comprendido que lo que se debe buscar es atender las necesidades del pueblo.
Ambos especialistas declaran que a la fecha trabajan con el equipo necesario, aunque hay que reconocer que la medicina avanza a pasos agigantados y cada día sale al mercado nueva tecnología; no obstante, tienen lo suficiente para atender a los pequeños enfermos que entre llanto demuestran el dolor que aqueja su fisonomía.
?No falta nada, pero tampoco sobra, estamos al borde de las dos cosas?, establece Huerta Soto; y en contraparte, Ricartti Cháidez comenta que un poco más de recursos para crecer en infraestructura o en plantilla laboral no estaría del todo mal.
Los dos recuerdan cómo han ido pasado los años y lo que antes era considerado como ?un consultorio grandote?, ahora es un sitio al que recurren personas originarias de Mazatlán, Zacatecas, Cuencamé o Santiago Papasquiaro. En antaño eran cinco los que daban consulta, hoy el recurso humano con el que se cuenta es de 92 personas.
Huerta Soto establece que cuando decidió ser parte del proyecto, lo hizo con la idea de que sería una obra magna, luego descubrió el verdadero sentir de su profesión. Prestó su servicio durante tres años sin goce de sueldo; en la actualidad la remuneración es mínima en comparación con otras instituciones de salud.
?Bibiano me dijo que tendríamos mucho trabajo, pues teníamos a la gente pobre sin pediatras. Ahora lo pienso y sí hacíamos falta. A pesar de su tamaño, con el equipo laboral, el Hospital Municipal sí es grande?, puntualiza.
SENTIR
Adriana Lorena Ricartti Cháidez es madre de familia de tres pequeños, pero también, durantes las mañanas antes de ir a casa a ayudarlos a hacer la tarea, se desempeña como pediatra en el Hospital Municipal del Niño. Es común para ella enfrentar el dolor de la enfermedad, pero no es insensible a esa situación.
?Cuando nos llega un niño muy malito, que sabemos que se nos puede morir, hago una oración para que Dios me dé la fortaleza de decirle a los papás?, declara mientras una bebé grita cuando le ponen el suero.
Asegura que se crea un lazo tan especial con los niños, de quienes admira su pureza de corazón, de tal forma que es común que sueñe a sus pacientes.
Pero lo que más le entristece es cuando los infantes llegan al hospital por culpa de la violencia en su familia. Recuerda bien un caso de un niño de tan sólo ocho meses que perdió la vista cuando uno de sus progenitores lo azotó contra la pared.
Sin embargo, la profesión tiene sus recompensas y no hay mejor satisfacción que escuchar un gracias por parte de los pacientes, así como ver la sonrisa del pequeño que se marcha a casa en brazos de aquellos que lo aman.