El día de hoy se reunirá la Subcomisión de Radio, Televisión y Cinematografía de la Cámara de Senadores para analizar y discutir el proyecto de Ley que le fue enviado por su colegisladora en días pasados, conteniendo reformas a la Ley Federal de Telecomunicaciones y a la Ley Federal de Radio y Televisión (la Reforma). Es difícil hacer un pronóstico sensato a estas alturas sobre lo que habrá de ocurrir en lo que resta del actual periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. Y lo es porque nadie hubiera imaginado, en otro momento, que una iniciativa con la cantidad de deficiencias e insuficiencias como la supuestamente preparada por dos oscuros y pequeños legisladores, en un tema tan delicado y debatido como el de los medios electrónicos, hubiera pasado en una histórica sesión de siete minutos por el pleno de San Lázaro, sin que hubiese siquiera oradores que hablasen en pro o en contra del documento, con una apabullante votación unánime y sin que se hubiese registrado, siquiera, una sola abstención.
Poco espacio queda para esperar que este proyecto de Ley pase al siguiente periodo ordinario de sesiones, que inicia en el mes de febrero. Son apenas unas semanas que se requerirían para tratar de integrar insuficiencias y corregir deficiencias básicas en el documento. Y, sin embargo, pareciera que las prisas y los intereses político-electorales de quienes a punto están de dejar su escaño legislativo podrán más que la prudencia...
Cierto es que la reforma persigue, en general, objetivos valiosos y que sus nuevos elementos imprimirían mejores condiciones para la promoción, regulación y modernización de un sector que se mueve en el vértigo del desarrollo tecnológico. Pero cierto es, también, que de no atenderse a los puntuales señalamientos que muchos hemos expresado respecto de su texto y literalidad, su potencial avance se convertirá en un lastre que se enquistará por mucho tiempo, pues se dirá que la agenda legislativa sobre la materia quedó satisfecha al tiempo que se pregonará, a los cuatro vientos, que México tiene ya una legislación de vanguardia.
Y es que el proyecto de reformas a la legislación que nos ocupa no cubre ciertos aspectos que son verdaderamente delicados. Así, no se puede hablar de un regulador autónomo mientras las concesiones y permisos los siga otorgando el titular de la SCT, tanto de radio y televisión como de telecomunicaciones, y la Cofetel funja como un mero órgano de consulta; ni se puede hablar de autonomía cuando las decisiones del pleno de la Cofetel podrán ser objeto de un recurso de revisión ante el secretario de Comunicaciones y Transportes, en lugar de prever que esas decisiones -como ocurre en el caso de la Comisión Federal de Competencia- sólo han de ser objeto de un recurso de reconsideración ante la propia Cofetel.
Tampoco se puede decir que se ha facilitado el acceso a los mercados en un proceso largo y discrecional para la emisión de un programa de licitaciones públicas para nuevas concesiones de radio y televisión, sin criterios claros por Ley de los requisitos para participar y su ulterior evaluación, para terminar en una subasta al mejor postor, donde la última palabra la tendrá el dinero, lo cual contrasta con el trato que se le dará a quienes ya participan en el mercado de la radiodifusión, para entrar al sector de las telecomunicaciones, quienes al obtener su nuevo título de concesión sobre esas mismas frecuencias, podrán dar cabida a la inversión extranjera y negarse a reintegrar sus canales analógicos una vez terminada la migración digital...
De igual manera, el proyecto de Ley no prevé solución para los concesionarios de radio en amplitud modulada (AM), mismos que, cerrada esta oportunidad, lo único que podrán esperar es una muerte digna.
Y un absurdo más, contrario a las prácticas financieras internacionales y contenido en el Artículo 23 de la iniciativa, está en la previsión de que “no se podrá ceder ni en manera alguna gravar, dar en fideicomiso o enajenar total o parcialmente la concesión o permiso, los derechos en ellas conferidos, instalaciones” y un largo etcétera.
Pronto conoceremos, pues, el desenlace de esta trompicada historia. Veremos hasta dónde llega el sentido de responsabilidad de los senadores -pues el de los diputados es ya conocido y, a todas luces, reprobable. Ah, y también podremos ver si en las designaciones de los nuevos comisionados de Cofetel los mismos intereses que estuvieron detrás de la reforma consumaron el secuestro del regulador.
La furia de AMLO contra Ortiz La agria y pública reacción que tuvo Andrés Manuel López Obrador frente a una respetuosa petición que hiciera el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, en cuanto a la necesidad de que los candidatos a la Presidencia expusieran sus proyectos y, también, la manera de aterrizarlos en un contexto de estabilidad macroeconómica, deja ver con diáfana claridad la forma intolerante que el tabasqueño tiene ante cualquier situación que le parece incómoda.
De hecho, su expresión revela la facilidad con la que, desde el poder, podría este hombre desaparecer instituciones o funcionarios, aún siendo autónomos -como lo es el Banco Central- por sus fobias y prejuicios. La alerta ahí está. Luego no nos hagamos los sorprendidos.