la competencia por la sucesión presidencial está verdaderamente cerrada hoy por hoy. Difícilmente se podría hacer un pronostico firme sobre quién será el próximo presidente de México. Sin embargo, en este artículo nos arriesgaremos al juego de la adivinación, tomando como base algunos datos duros que nos permiten elaborar una teoría para acercarnos al mundo de la realidad.
Primera consideración, que es en realidad de Perogrullo, pero hay que mencionarla: el candidato triunfador sólo puede surgir de uno de los tres partidos fuertes: PRI, PAN Y PRD. Segunda consideración: en este momento sólo existen dos candidatos reales por cada uno de estos partidos, lo que nos limita a seis personajes. Esta reflexión reduce el chismorreo y la mención de personajes que no tienen ninguna posibilidad real. Los precandidatos a los que nos circunscribiremos son, por el PAN, Santiago Creel Miranda y Felipe Calderón Hinojosa; por el PRI, Roberto Madrazo Pintado y Enrique Jackson, y por el PRD, Andrés Manuel López Obrador y Cuahtémoc Cárdenas Solórzano.
En este análisis hemos eliminado a figuras que se han autoproclamado precandidatos, pero que a nuestro juicio no podrán obtener el apoyo de un partido fuerte ni salir triunfadores de la contienda interna en sus respectivos institutos políticos. En esta síntesis tampoco podemos dejar de imaginar que los partidos fuertes, especialmente el PRD -pero también el PRI- podrían escindirse a consecuencia del choque entre sus candidatos. Adicionalmente, en el caso del PRD, necesariamente tenemos que considerar que el jefe de Gobierno podría quedar fuera de la carrera presidencial por una probable consideración penal, lo que afectaría el actual panorama social y establecería las condiciones para que la violencia incida en la sucesión presidencial.
Así planteadas las candidaturas, otro elemento del ajedrez político que puede ser importantísimo es quiénes serán los candidatos. Por ejemplo, si los candidatos fueran Madrazo, Cárdenas y Creel, el PRI podría regresar a Los Pinos. Si el escenario estuviera conformado por Jackson, Calderón y Cárdenas, el PAN podría repetir; en cambio, con López Obrador, Creel y Jackson, López Obrador ganaría la contienda. Pero si los candidatos son Madrazo, Calderón y López Obrador -que conforman sin duda la opción más interesante-, la contienda tendría perfiles dramáticos y difícilmente podríamos encontrar un vencedor.
Por eso el ajedrez político juega un papel fundamental en esta interrelación de intereses y personajes. Todavía existe una variable más que podría cambiar la configuración del escenario político-electoral y ésta consiste en que inesperadamente surgiera una figura como Carlos Slim o Juan Ramón de la Fuente, que podría darle un vuelco total a los pronósticos aquí referidos.
Falta mucho, hagan sus apuestas, señores y señoras, que el juego ya empezó, pero estamos en tiempo de ganar la lotería sexenal.
Una nueva cultura de la comunicación
Sabemos que los medios de comunicación refuerzan actitudes, hábitos y conductas prevalecientes en la sociedad donde ejercen su influencia; pero también queda claro que además las crean o modifican, y este paradigma es fundamental en el ámbito de la educación y la cultura.
Así, los medios de comunicación en general son determinantes en la promoción y difusión de bienes y servicios culturales, aun cuando se carezca de su apoyo pleno, pues existen grandes vacíos y omisiones. Hemos escuchado decenas de veces a los dueños de radiodifusoras, cuando se les pregunta por qué no respaldan más este tipo de contenidos en sus propias emisoras, responder que “al público hay que darle lo que quiere”, lo que encubre su evasión de toda responsabilidad social y legal o intenta justificar la banalidad e intranscendencia de los programas que transmiten.
Es aún más evidente que tras este tipo de respuestas aparentemente baladíes y simplistas, existe todo un entramado de intereses políticos y económicos, que se alejan de un proyecto de nación que casi todos —o casi— anhelamos para México.
Pensemos tan sólo a quién le conviene desalentar el análisis de la realidad, así como la participación individual y social; es decir, la conformación de una sociedad desmovilizada o carente de organización para expresar sus ideas y exigir la rendición de cuentas en todos los órdenes de la vida social.
Por otra parte, el Estado mexicano ha abandonado históricamente estos medios, ya sea con una legislación tardía, insuficiente e inadecuada a lo largo de cada sexenio presidencial, o por citar otro ejemplo, limitando recursos para el sector educativo y cultural, incluido claro el rubro de comunicación.
De ahí que el país, en pleno siglo XXI presente saldos negativos como deserción escolar, analfabetismo funcional, bajísimos índices de lectura de libros y un conocimiento limitadísimo sobre el país en todos los aspectos. Recuerdo en este momento una encuesta de hace algunos años cuyos resultados evidenciaron que los niños mexicanos recordaban el nombre de marcas comerciales y futbolistas, pero salieron reprobados en historia y geografía.
Y lo mismo que ocurre en materia educativa se refleja en la cultura, no sólo en torno a las grandes creaciones que en diferentes épocas han generado nuestros artistas, sino a las expresiones de la cultura contemporánea y sus autores en las más diversas disciplinas. El escenario empeora si se tratara del caso de la cultura universal o de otros pueblos.
Visto así, resulta evidente por qué estos segmentos o nichos (como gustan denominarlos los mercadólogos) sean prácticamente inexistentes en el cuadrante, y que sólo por excepción nos aproximemos a estas positivas realidades educativas y culturales. Lo mismo ocurre con los análisis sobre nuestra nación, aun cuando en este caso hay que admitir que en los últimos años se han multiplicado los espacios, aunque muchos de ellos manipulados.
Respecto a las soluciones posibles, se tienen en demasía, porque tan sólo en la última década se han organizado infinidad de foros con voces representativas y autorizadas que en conjunto han perfilado imaginativas opciones para que se produzcan estos cambios en nuestro sistema de comunicación social, especialmente por lo que toca a radio y televisión.
En todo caso, queda claro que es una prioridad nacional, pero también una asignatura pendiente de todos nosotros. Es decir, que además de que la cultura sea una constante en los medios de comunicación social, generemos una nueva cultura de la comunicación en México.
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