Podría considerarse incomprensible la aspiración de Derbez a encabezar la OEA. Lo es a la luz de los intereses de la política exterior de nuestro país. En ningún momento, desde que fue fundado ese organismo en 1948 el Gobierno mexicano mostró interés por dirigirla y quienes la encabezaron mantuvieron concepciones sobre la política internacional extremadamente afines a las practicadas por Washington.
A diferencia de lo planeado respecto de la ONU, donde la obtención de una silla en el consejo de seguridad resultó de una estrategia desplegada por largo tiempo, ir en pos de la Secretaría General de la OEA parecía simplemente una ocurrencia. Y quizá no surgida aquí mismo. Conjeturamos que la sorpresiva decisión del canciller Derbez de ser postulado obedeció a la percepción norteamericana de que su original candidato, el ex presidente Flores, no atraería apoyos suficientes y fue preciso establecer una alternativa, un plan B (o D, que se llamó Derbez).