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¡Alto a la delincuencia/Actitudes

José Santiago Healy

Durante la década de los setenta, en mi tierra natal Sonora había un jefe policiaco de extracción militar que no se andaba por las ramas.

Cuando el crimen arreciaba reunía a sus agentes y les ponía metas muy precisas: “tienen un mes para frenar la delincuencia y capturar a las cabezas”.

En aquellos tiempos los delitos más importantes eran el abigeato, los asaltos bancarios, los robos de autos y en menor proporción el tráfico y la producción de enervantes.

Junto a sus subalternos, el mayor Francisco Luken Aguilar se metía de lleno en la tarea y a los pocos días comenzaban a caer las bandas y los delincuentes de alta peligrosidad.

Los que no caían, huían temerosos a otros estados al enterarse que el mayor Luken y sus agentes habían emprendido una cacería humana por la sierra, costas y valles de Sonora.

Al mes retornaba la calma y como por arte de magia desaparecían los grandes titulares policíacos de las primeras planas en los diarios locales.

Hace unos días el presidente Vicente Fox declaró que la Ciudad de México y Tijuana registraban los mayores índices de delincuencia en el país.

Ante la noticia muchos pensamos que de inmediato se iniciaría una cacería en contra de la delincuencia en Tijuana con el envío de más agentes federales y el refuerzo de la autoridad estatal.

Pero en cambio escuchamos una extraña respuesta del gobernador Eugenio Elorduy quien desestimó los comentarios presidenciales y desaprovechó la recta enviada por Fox para conectar un sólido batazo en contra del crimen organizado y del clima de inseguridad.

Viene lo anterior a cuento porque el viernes pasado viví de cerca esta grave realidad. Mi esposa fue despojada de su bolsa por un tipo que huyó en una van roja junto a otros cuatro sujetos, todos ellos de poco más de 20 años de edad, pelo corto y vestimenta normal.

Los hechos ocurrieron por la tarde en la colonia Lomas de Agua Caliente, a unas cuadras de la residencia del procurador estatal Antonio Martínez Luna y no muy lejos del hipódromo en donde vive el alcalde de Tijuana, Jorge Hank Rohn.

El trago se volvió todavía más amargo a la hora de realizar los reportes y enfrentar los interrogatorios de los agentes policíacos. Largas horas para cubrir estos requisitos con las escasísimas esperanzas de resolver el caso.

Parte del botín se encontró poco después en algún lugar de la Colonia Libertad. Se habían llevado dinero, tarjetas, licencia, pasaportes y sólo regresaron una agenda, un celular y varios documentos sin gran valor. Para recuperar los objetos fue necesario regresar al día siguiente e invertir tres horas más.

En las idas y venidas me enteré de la ola de robos que vive Tijuana, en particular contra señoras que son asaltadas al salir de las tiendas y de las escuelas de sus hijos.

Supe también que los secuestros están a la orden del día y que un directivo de una industria regiomontana fue plagiado afuera de un parque industrial y cuando fue liberado denunció que la banda tenía a cinco personas más en cautiverio.

Otro amigo cercano fue víctima de una extorsión telefónica que les costó varios miles de pesos a sus familiares. Ni qué decir de los robos de autos que luego aparecen destartalados en algún corralón de Tijuana e incluso de San Diego y de la cifra récord de homicidios durante 2005.

¿No será posible encontrar a un jefe policiaco como el mayor Luken que ponga a sus agentes a trabajar para limpiar a Tijuana de tanto malandrín y de paso hacer lo mismo en ciudades como México, Culiacán, Ciudad Juárez y otras más de la República?

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jhealy@diariolatino.com

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