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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

Al mejor cazador se le va la liebre, y al que jamás ha empuñado una escopeta, con mayor razón. Esto te lo digo porque en la anterior columna, afirmé que Manuel Fernández Fernández era oriundo de nuestra ciudad, dato inexacto, ya que él nació en León, al noroeste de España, pero según expresión propia es torreonense de corazón.

El error que cometí me dio oportunidad de enterarme que no solamente doña Beatriz Ruiz de González, madrina de esta columna y tu servidor, la leemos, pues has de saber que fui apercibido de la errata, primero por Chuy Humphrey, después por el Chamaco Villarreal, y no te menciono a más porque sería prolijo mencionar a todos mis correctores.

En la sesión comida, servida al estilo valenciano por Juan Ciriaco Zorrilla, en la que fueron anfitriones Juan José Tinoco, Homero del Bosque, Ramiro Cantú y Saúl Gómez, ante una concurrencia de más de cincuenta comensales, se tomó la protesta como nuevo socio del Club Sembradores de Torreón, al licenciado Guillermo Macouzet Manjarrez.

Guillermo nació en la Ciudad de México el 29 de septiembre de 1939, unido en matrimonio con la señora Alejandra Leal, de cuya unión nacieron dos varones y tres mujeres.

Así que ya verás, que el propósito de aumentar la membresía se le va cumpliendo a nuestro presidente a medida de sus deseos. Pudiera suceder que para cuando celebremos el cincuentenario de la fundación de nuestro club, hayamos alcanzado la cifra de cien socios. Es un sueño que puede convertirse en realidad.

Por el éxito que han tenido cada una de las giras que hacia otros puntos de la República han efectuado grupos de nuestro club, este año se proyecta dirigir los pasos hace Oaxaca, la vieja Antequera.

Oaxaca de Juárez, ciudad que conserva con celo su vigoroso carácter arquitectónico, distinguido principalmente por sus monasterios y templos, entre los que destacan, en primer lugar, Santo Domingo, el de San Francisco, el de San Agustín y el de La Soledad.

Sus pobladores son fieles a sus tradiciones y costumbres, así lo vemos y oímos en sus bailes y canciones. La representación de la Guelaguetza es todo un espectáculo. Dios nunca muere, el vals que compuso Macedonio Alcalá, se considera como el himno de Oaxaca y, ¿quién no se conmueve al oír o cantar la Canción Mixteca de José López Alavez? La Sandunga desata por igual, nostalgias y localismos encendidos. Así es Oaxaca, sensual y sentimentera.

Todo eso lo vamos a gozar en junio próximo, en que iniciaremos nuestro viaje a esa hermosa ciudad. Mientras tanto sigamos asistiendo a nuestros eventos: mañana, en el salón de damas del Club España, degustaremos viandas y vinos brindando por la amistad que es el lazo que nos vincula. ¡Salud, pues!

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