A media mañana de ese lunes encaminé mis pasos con rumbo al despacho de don Homero del Bosque, sabiendo que, como todos los lunes y jueves de cada semana, ahí encontraría también a don Emilio Herrera, ambas personas a las que profeso mi admiración y aprecio. No por coincidencia, sino precisamente por motivo de ser ese día el de la amistad, acudí a presentarles las seguridades de mi estimación.
Disfrutar la conversación de tan dilectos amigos es dejar que el tiempo vuele venturoso y que se deslice con suavidad: Tiempo que a escapar se apura, como agua de río que pasando va, y así pasando el tiempo generoso madura, y acreciente el valor de la amistad.
Lo cierto es que pasar ratos amables en la compañía de tan estimados amigos, don Homero y don Emilio, ambos de largo caminar en el mundo de la cultura, es abrevar en las linfas de su sabiduría: la anécdota y la poesía fluyen a flor de labio.
Días antes, cuarenta matrimonios de amigos habíamos pasado una velada deliciosa en el Club España, en ocasión de la celebración anticipada del día de San Valentín: La directiva del Club Sembradores de Torreón nos brindó espléndida cena, con fondo musical de teclado y bajo. Noche romántica plena de ensoñación y recuerdos.
A todos los amigos que en la fiesta estuvieron esa noche los tengo presentes en la memoria, pero por limitación de espacio, sólo mencionaré los nombres de un matrimonio como representante de cada una de las mesas: Chuy y Alma Rosa Campos; Pepe y Laurita Abdo; Rogelio y Lupita Barrios; Pipe y Susana Rodríguez; Rodolfo y Angélica Castro; Luis y Anita Amarante; Sergio y Susana González; Juanjo y María Elena Tinoco.
He conocido a muchas personas en el Club Sembradores de Torreón. De todos he recibido amabilidades y con algunos, del simple trato he pasado a la amistad firme y duradera: Afinidad selectiva o química, como se dice ahora. Mi alforja está llena de afectos y buenos recuerdos.
De regreso, mi pensamiento dio vuelo a conceptos eternos sobre ese noble sentimiento que vincula a las almas: la amistad. Que no se impone, que nace muy dentro de nosotros con espontaneidad; que necesita cultivo, como las flores, fertilizando el terreno con nuestros actos; con entrega y devoción, regándolo con las aguas vivas del cariño fraterno.
Esa noche en que se desbordaron los afectos, demostrativos del significado que la amistad tiene para el ser humano, Alejandro Gidi puso en relieve las cualidades que como persona y amigo caracterizan a Manuel González García, Meme, como se le llama con afecto por todos sus amigos y que ahora, allende nuestras fronteras, convalece de riesgosa operación quirúrgica. Que por nuestra voz sepa que se le quiere y que se desea su pronta recuperación para tenerlo nuevamente entre nosotros.