A Antonio Yarza Campos.
En su séptimo quinta aniversario.
No son versos, ni tampoco son corridos,
mis palabras no tienen tal pretensión,
pero eso sí, con sinceridad yo les digo
que lo que ellas digan, lo dirán con razón.
Voy a contarles, y a mi memoria confío,
un feliz caso que en Querétaro sucedió:
En el risueño pueblo de San Juan del Río,
José Alberto Antonio Yarza, allí nació.
Eso que digo sucedió en el año treinta,
el veintidós de abril, con más exactitud,
cuando la familia Yarza Campos presenta
a un rollizo niño, vivaracho en plenitud.
Partió a sus once años a la gran capital,
allí de los Lasallistas las luces recibió:
Cursó secundaria, la Prepa y la Normal
y con tenaz empeño de sapiente se doctoró.
Ya maestro, al regiomontano lo mandaron,
pero según sé, y no me tilden de indiscreto,
allí sus años de magisterio terminaron.
Fue en el cincuenta y uno. Dato concreto.
Surcó los cielos con las alas de Lamsa.
Vuelos que lo enfilaron hacia Torreón.
Aquí con fino tino, como punta de lanza,
con María Cristina contrajo feliz unión.
Se inicia como socio y gerente administrador,
con su suegro y cuñado, en una agencia aduanal
y en el setenta y nueve su patente recibió:
¡Toda una vida al servicio de la comunidad!
Su matrimonio el Padre Eterno lo bendijo
con la custodia de nueve hijos en total:
cinco damas y cuatro varones son sus hijos
que la verdad, se me hacen un titipuchal.
María Cristina, Eugenia y María Elena
y siguen en hilera Patricia y Liliana,
Toño, Fernando, Javier y Alejandro. Llenan
la casa: Los padres, los hijos y la nana.
El éxito lo alcanza en toda su actividad:
De estudiante, maestro, empleado y gerente.
De hijo, hermano, esposo, padre y familiar.
Y de amigo. Con todo y sus virtudes ¡Presente!
Vuela palomita, vuela, ve y dile sin desliz,
de sus amigos, el afecto, de su familia, el amor.
Que en su séptimo quinto aniversario sea feliz,
don Antonio, Toñito, Toño ¡Todo un gran señor!