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AMLO/Nuestro concepto

Parece que nadie, ni el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, puede hacer siempre lo que quiera, ya que tarde o temprano un liderazgo totalitario enfrentará resistencias, de adentro y de afuera. El hombre que según todas las encuestas será el próximo presidente de la República si las elecciones se llevaran a cabo el día de hoy, enfrenta también el “fuego amigo”.

Primero: el coordinador del PRD en la Cámara de Diputados, Pablo Gómez, lo emplazó a no caer en la tentación de querer heredar el cargo a Marcelo Ebrard, y en el lance coloca sobre la mesa del debate nacional el tema de la inseguridad en la metrópoli más grande, contaminada y problemática del planeta. El legislador, que sueña con ser el sucesor de Andrés Manuel cuestiona severamente los resultados del combate a la inseguridad y asegura que el esquema Giulliani impulsado por el tabasqueño es superficial e inaplicable en la Ciudad de México.

Segundo: para Rosario Robles el “Proyecto alternativo de la nación” adolece de un verdadero compromiso con la izquierda con causas y libertades que han sido banderas tradicionales de lucha social e incluso “evaden temas sustanciales, como los derechos de las mujeres, con las minorías sexuales, con las libertades y la participación ciudadana”. La ahora ex perredista, persona muy cercana a Cuauhtémoc Cárdenas y que llegara a ocupar, entre otros puestos la misma jefatura de Gobierno del DF y la Presidencia del Comité Directivo Nacional del Sol Azteca, es clara cuando afirma que es importante que Cárdenas aspire a la candidatura por cuarta ocasión, ya que así se genera un contrapeso y el partido no será rehén de un solo grupo político, pero sobre todo se evita el totalitarismo.

Hoy resulta claro que el desafuero terminó por operar en contra de quienes pretendían inhabilitarlo; se convirtió en la gran plataforma política tanto al interior como al exterior del PRD, al grado de que ni el llamado líder moral del perredismo, Cuauhtémoc Cárdenas constituye un contrapeso real y esto preocupa no sólo a sus adversarios de signos partidistas o ideológicos distintos, sino también a los de casa. Un liderazgo totalitario termina por encontrar resistencias.

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