“La paciencia es una planta amarga de dulces frutos”.
Jean-Jacques Rousseau
Hasta el momento de escribir este artículo Andrés Manuel López Obrador no ha perdido -a mi juicio- su condición de jefe de Gobierno del Distrito Federal. Ya no tiene inmunidad ante una acción judicial, es cierto, pero eso no significa que haya dejado legalmente de ser el titular del Gobierno de la capital.
López Obrador no ha renunciado ni ha pedido licencia. El desafuero por sí solo no lo priva de esa responsabilidad. La Constitución sólo establece que quedará inhabilitado en el momento en que se ejerza una acción penal en su contra. Pero ésta todavía no existe. Un juez debe dictar un auto de formal prisión en su contra para que realmente haya una acción penal.
El jefe de Gobierno, sin embargo, tiene en este momento otras preocupaciones. La primera es enfrentar la acusación por desacato que pesa en su contra. Él mismo ha dicho que no tendrá un abogado en esta causa, lo cual sería un grave error. Hay razones para pensar que parte del problema que ha enfrentado hasta ahora se ha debido a errores cometidos en el proceso de defensa jurídica.
La otra preocupación es preparar su campaña para la Presidencia de la República. Los tiempos se han adelantado de manera irremisible. El propio López Obrador anunció ya que el PRD ha fijado el 31 de julio para su elección interna para escoger candidato presidencial. Esa fecha está ya a la vuelta de la esquina.
La estrategia política de Andrés Manuel le ha rendido hasta este momento excelentes frutos. El tabasqueño ha logrado unificar a los perredistas en torno suyo. Las posibilidades de que Cuauhtémoc Cárdenas pudiera arrebatarle la candidatura se ven cada día más lejanas.
Más que para la contienda interna, donde Andrés Manuel finalmente sólo tendrá que conseguir la ratificación de sus correligionarios, el proceso de desafuero lo ha fortalecido para la elección constitucional de 2006. Hasta ahora López Obrador ha sido un candidato fuerte con un partido débil. El PRD tiene una organización muy limitada en muchos estados del país. En algunos estados del norte simplemente no existe.
La intensa cobertura de medios que recibió López Obrador por el desafuero -a pesar de su queja de que la televisión le prestaba más atención al Papa- lo ha colocado en una posición de mayor fortaleza. Si hay un momento para crear esa estructura necesaria para conseguir un triunfo en la carrera presidencial es ahora.
La coordinación que ha creado Andrés Manuel para la resistencia contra el juicio de desacato puede ser el inicio de una estructura ciudadana de apoyo a la campaña. López Obrador sabe bien que para conquistar la presidencia en 2006 necesitará ir más allá del voto duro del PRD, el cual a lo mucho le dará un 20 por ciento de los sufragios nacionales. Esta coordinación, que incluye a personajes muy respetados, como el diputado “externo” José Agustín Ortiz Pinchetti y la escritora Elena Poniatowska, podría ser la base para una organización que atrajera apoyo más allá del tradicional voto perredista.
Ningún esfuerzo tendrá sentido, por supuesto, si López Obrador queda inhabilitado para la elección presidencial de 2006. El juicio en su contra se iniciará seguramente en unos días más, si efectivamente el juez al que se asigne el caso obsequia una orden de aprehensión y dicta un auto de formal prisión.
Varios especialistas señalan posibles salidas legales en el proceso. Se ha planteado la posibilidad de que se declare inválida la sentencia de desacato en contra del jefe de Gobierno por algún legalismo, como el hecho de que la notificación realizada por el juez noveno tiene una fecha equivocada. Este camino, tengo entendido, fue sugerido por el propio Gobierno de la República. Se ha sugerido también la posibilidad de un indulto presidencial, aun cuando éste tendría que llegar después de que concluyera el proceso.
El problema es que Andrés Manuel está haciendo un juego muy peligroso. Por una parte quiere aprovechar todo el proceso en su contra, incluso una posible estancia en la cárcel, para sacarle provecho político. Pero debe hacerlo de forma tal que no quede inhabilitado definitivamente para la carrera presidencial. De poco servirá protestar por un complot si la candidatura en 2006 se vuelve legalmente imposible.
AÚN EN EL CARGO
Hay puntos de vista discrepantes al respecto de si Andrés Manuel López Obrador perdió o no el cargo de jefe de Gobierno del Distrito Federal el siete de abril al ser desaforado. Por lo pronto, Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, me dijo en una entrevista radiofónica el viernes pasado que a su juicio el tabasqueño no perderá el cargo en tanto no se le dicte un auto de formal prisión. Es una opinión, pero una opinión calificada.
Correo electrónico:
sergiosarmiento@todito.com