Los salvajes tsunamis que a finales de 2004 estremecieron al mundo con más de 200 mil muertes, fueron el negro presagio de lo que habría de ocurrir en el presente año.
El terremoto de octubre en Pakistán que segó la vida a 85 mil personas fue por mucho la peor tragedia del año a nivel internacional.
Pero por su cercanía y dimensión las tragedias de mayor impacto fueron ocasionadas por los huracanes Katrina en Nueva Orleans, Rita en las costas del Atlántico, el Wilma en Cancún y el Caribe, además de Stan en Chiapas y Centroamérica que dieron muestra del poder destructor de la naturaleza.
Sólo en el Atlántico se registró un número récord de 26 tormentas y 14 huracanes con un saldo de dos mil muertes y daños superiores a los 100 mil. Los ciclones llegaron en esta ocasión a España y se pronostica que los fenómenos se repetirán con intensidad en 2006.
Las autoridades norteamericanas demostraron de nueva cuenta su ineficacia a la hora de atender tales desastres naturales. En México los errores del vecino fueron acicate para brindar un pronto auxilio a miles de damnificados en los estados más pobres y necesitados.
La violencia fue el fenómeno social más delicado que agobió a México y en especial a la zona fronteriza con Estados Unidos.
En las entidades norteñas mexicanas hubo más de dos mil homicidios, la mayor parte de ellos producto del narcotráfico y la delincuencia organizada.
Sólo en Tijuana y la zona costa de Baja California el conteo de asesinatos está cerca de llegar a los 500 lo que representa una insólita marca equiparable a los tiempos de guerra civil de los países centroamericanos.
El clima de inseguridad e impunidad que vive México no respetó clases, sectores ni profesiones. Por lo menos cinco periodistas murieron víctimas del crimen durante este año, además de Enrique Salinas de Gortari, la actriz Mariana Levy, el sacerdote tijuanense Luis Velásquez, sin olvidar a jefes policiacos, empresarios y cientos de ciudadanos inocentes.
2005 fue año de lucha política ante la selección de los candidatos presidenciales para 2006 en donde México vivió grandes sorpresas y tormentas. Andrés Manuel López Obrador formalizó su candidatura del PRD sin despeinarse. Roberto Madrazo sacrificó a varios de sus correligionarios del PRI, en tanto Felipe Calderón resultó el “caballo negro” en la contienda panista.
La agitación preelectoral distrajo a los políticos mexicanos al grado que se vivió uno de los peores años que se recuerde en las relaciones con Estados Unidos, especialmente en el tema migratorio.
Las muertes en la frontera, las acciones de los Minuteman, las propuestas en el Congreso para construir un muro divisorio y convertir a la migración ilegal en delito federal, forman parte de un clima hostil y discriminatorio en contra de los indocumentados que está muy cerca de ocasionar disturbios raciales de alcances incalculables.
Una de las noticias más sentidas de 2005 fue la muerte del querido Papa Juan Pablo II, quien se ganó el respeto del mundo entero y el corazón de millones de mexicanos que siguieron paso a paso su admirable labor como Vicario de Cristo.
Su agonía, muerte y sus concurridos funerales cerraron con broche de oro la vida de un hombre que transformó al mundo y que sembró esperanza y amor a lo largo y ancho de los cinco continentes.
La llegada de Benedicto XVI, un cercano colaborador de Juan Pablo II, fue la señal de que la Iglesia Católica continuará en buenas manos durante los próximos años.
Para usted lector que nos brinda su preferencia le deseamos un 2006 colmado de salud, paz y bienestar. No importa que allá en las alturas los golpes y desavenencias estén en su apogeo, mientras usted siga firme con la misión que le encomendaron en este mundo.
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