Los colegios electorales de Egipto cerraron sus puertas, pese a ser los primeros comicios presidenciales en su historia.
El Cairo, (EFE).- En medio de la apatía generalizada, que incluso atenuó las denuncias por las flagrantes irregularidades, Egipto celebró hoy, miércoles, los primeros comicios presidenciales de su historia.
La falta de entusiasmo fue la nota destacada en un día que el Gobierno egipcio calificó de histórico y que la comunidad internacional, en especial EU, había señalado como ejemplo de la expansión de la democracia en Oriente Medio.
Los colegios electorales de Egipto cerraron hoy, miércoles, sus puertas, pese a ser los primeros comicios presidenciales en su historia.
Más de 30 millones potenciales de votantes estaban llamados a elegir al mandatario que regirá los destinos de este país africano, por primera vez de forma directa y entre una pluralidad de candidatos.
La jornada se desarrolló sin incidentes destacados, excepto las denuncias por irregularidades como la intervención de los afiliados del gobernante Partido Nacional Democrático (PND), que alentaron a los votantes, a veces con métodos ajenos a la ley.
Pero ni con estos adjetivos se consiguió movilizar en masa a los egipcios, desmoralizados por la previsible victoria -que se augura apabullante-, de Hosni Mubarak, el hombre que rige los destinos del país desde hace 24 años.
"Esperaremos a ver las cifras, pero el triunfo sería que votara más de un 20 por ciento de los casi 30 millones de electores", declaró a EFE un observador independiente.
Y es que el régimen se ha esforzado al máximo para dotar a la consulta de una imagen democrática y tratar de sofocar la sensación de que el resultado está amañado.
El director de la Comisión Electoral, Osama Alawia, aseguró a media tarde que la participación era elevada, lo que en su opinión demostraba "la salud de unas elecciones en las que los egipcios han podido expresar libremente su opinión".
Sin embargo, tanto en la capital como el campo, la realidad era distinta, con una extraña sensación de día festivo, sin apenas tráfico en las calles.
En la región del Qanatir, en el alto Delta del Nilo, los hombres parecían preferir sentarse en el café a fumar el "narguile" o pipa de agua y las mujeres se dedicaban a otras labores, como hacer la compra, mientras los colegios electorales estaban tristemente vacíos.
Allí, en medio de un delta antes feraz, despensa de Egipto ahora agotada y empobrecida, la elección estaba clara: el presidente Hosni Mubarak, cuyos partidarios merodeaban por todos los rincones en busca de votantes.
La razón la explicaba con claridad Atef, estudiante de Comercio procedente del deprimido barrio de Shubra.
"Aquí pocos entienden de política, o sea que votarán por Mubarak, al que todos conocen".
En los barrios de la capital, algunos no muy distintos de las zonas agrícolas, los afiliados del gobernante Partido Nacional Democrático (PND), que preside Mubarak, se afanaban con el mismo empeño en convencer a los ciudadanos para que acudieran a las urnas, aunque para ello tuvieran que utilizar métodos ajenos a la ley.
Algunos ofrecían dinero a cambio de un voto, y otros, incluso contribuían a llenar la despensa de los más desfavorecidos con alimentos si se avenían a introducir la papeleta marcada con la luna en cuarto creciente, símbolo elegido por Mubarak para facilitar el sufragio de los analfabetos.
Una irregularidad que no le pareció demasiado flagrante al líder del partido Wafd, Nuaman Gumaa, uno de los dos únicos que podían arrancar unas decenas de miles de votos al presidente.
Algo más indignado se mostró su rival directo, Ayman Nur, aspirante del partido Al-Ghad, quien denunció que muchos de sus interventores no pudieron acceder a los colegios electorales, copados por el PND.
Gumaa y Nur, que se escindió de Al-Wafd, son los únicos pendientes de los resultados finales, que se esperan para el sábado, ya que se disputan el segundo lugar.
No obstante, ninguno de los dos consiguió movilizar a un número amplio de votantes.
En el barrio popular de Bab Shariya, bastión de Nur, los colegios sólo conocieron un momento de agobio: cuando el candidato, originario de este distrito de clase baja, llegó a depositar el voto escoltado por dos autobuses repletos de entusiastas seguidores.
Allí, sus partidarios escenificaron una de la mayores irregularidades de la consulta.
La tinta supuestamente indeleble con la que se marcaba a los que ya habían votado para evitar que depositaran otra papeleta en un colegio distinto, podía borrarse con un poco de agua y jabón, y no demasiado esfuerzo.
Esta anomalía fue también denunciada por las organizaciones de supervisión egipcias, que a última hora lograron un permiso para realizar su trabajo, cargado de limitaciones.
Mohamad al-Nasr, miembro de la "Campaña Nacional de Supervisión de las Elecciones", denunció que "algunas empresas públicas han traído a sus trabajadores en autobuses a votar y les han dado la papeleta de apoyo a Mubarak".
Los únicos que armaron un poco de jaleo fueron los seguidores del Movimiento Egipcio para el Cambio "Kifaya", que en un número cercano al millar se concentraron en la céntrica plaza de Tahrir para denunciar "el teatro electoral".
Eso sí, bajo la atenta mira de varios miles de policías, también con gran presencia en todos los colegios electorales.