EL SIGLO DE TORREÓN
FRANCISCO I. MADERO, COAH.- Bajo el extenuante sol y armado sólo con su machete, el señor Baudelio Moreno corta una a una las cañas de azúcar para venderlas en el panteón. Como cada año, acude la tierra de los muertos para poder darle de comer a los vivos. “Hay que aguantar por la familia, todo es por ellos, tengo dos hijas, no creo que sigan con el negocio porque mi intención es que estudien y se preparen”, dice Baudelio.
A pesar de que la jornada ha sido larga y cansada, él muestra una sonrisa a todo el que se acerca preguntando por el precio del dulce sabor de sus cañas que trae desde la ciudad de Torreón.
“Doy tres por 20 pesos, si Dios quiere para las tres de la tarde ya acabé”, afirma el vendedor que no dudó en llevar a su familia consigo, quienes permanecen sentados de espaldas a la malla metálica aledaña al panteón de Alamito.
Baudelio comenzó a vender la caña desde los 25 años mientras le ayudaba a su padre quien aún sigue en el negocio. Lo que más le gusta de su trabajo, además de la satisfacción de tener un ingreso para sostener a su familia es la fiesta popular y el ambiente que se vive en el cementerio. La gente apresurada, los demás vendedores, las risas de los niños y las madres rezando el Rosario bajo la sombra del techo de una tumba.
“Lo que más me gusta es la boruca, el griterío de la gente cuando llega al panteón a visitar a sus difuntos”, señala Baudelio con una gran sonrisa sin dejar de cortar las cañas con su machete. La mayoría de la gente lleva una en la mano y en las camionetas que van repletas, también se les puede ver acomodadas entre las bolsas donde las familias guardaron la comida que quedó.
