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Aquel poeta, Otilio González.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Una vez más, el 13 de diciembre de este 2005, pasó inadvertido el aniversario del nacimiento del poeta saltillense Otilio González Morales, uno de los mejores literatos de Coahuila después de Manuel Acuña.

Unido indiscutiblemente al romanticismo de la poesía mexicana, Otilio González amplió su pertenencia a la ideología social e igual fue también un convencido activista de la política post revolucionaria al participar en los primeros ensayos democráticos del país, cuyas amargas experiencias obligarían a los sonorenses a crear el Partido Nacional Revolucionario. Aquellos azares se habían convertido en un verdadero “Desfile sangriento” y así los calificaría el historiador Vito Alessio Robles al escribirlos.

Con motivo de la sucesión del presidente Plutarco Elías Calles, de la cual Obregón, recién ex presidente, se sentía lógico beneficiario, un grupo de convencidos de la candidatura del coronel Francisco Serrano, y de la no-reelección, iniciaron trabajos preparatorios para buscar la Presidencia de la República. La primera de estas reuniones iba a tener lugar en Cuernavaca, Morelos, con el pretexto de celebrar el aniversario del natalicio de Serrano; pero la fiesta no se pudo celebrar, interrumpida por tropas del Ejército Mexicano que aprehenderían al propio Serrano y a los demás asistentes, trasladándolos, supuestamente, al Distrito Federal para someterlos a un Consejo de Guerra; sin embargo el convoy se detuvo en el paraje morelense conocido como Huitzilac y fueron fusilados, sin que se les hubiera incoado un proceso legítimo. Entre ellos estaba el poeta Otilio González.

Otilio González Morales había hecho sus estudios primarios en el Colegio Acuña de su natal Saltillo; en la misma ciudad, en el Ateneo Fuente, se aplicó a los secundarios y al bachillerato e hizo el grado profesional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad de México, graduándose en 1920, año preciso en que Álvaro Obregón y su grupo de revolucionarios sonorenses urdieron y consumaron el derrocamiento del presidente Venustiano Carranza, así como su persecución y muerte en el sitio llamado Tlaxcalatongo, de la Sierra de Puebla.

Fue natural que el asesinato de Carranza marcara el espíritu rebelde de Otilio González, quien de alguna manera era deudor de éste, por una parte de su formación académica. A partir de entonces el poeta y abogado se dedicaría a la práctica profesional y al uso del entonces a participar en actividades políticas, sin abandonar el leal ejercicio de la literatura, que sólo pudo impedir la muerte.

El sacrificio de Otilio González no fue valorado por los obregonistas en el poder, y sólo quienes conocían su existencia lamentaron la gran pérdida sufrida por las letras nacionales en aquel momento histórico. Al acaecer la masacre de Huitzilac, el poeta nacido en el barrio del Ojo de Agua en Saltillo ya había publicado “Incensario” en 1919, bajo el signo editorial de los Talleres Gráficos de la Nación y en 1923 “De mi rosal” bajo la Compañía Editora del “Heraldo” que dirigía el ingeniero Vito Alessio Robles; además tenía en preparación “Triángulo” y “Luciérnagas” que vieron la luz posteriormente. En 1960 se publicaría otro volumen de sus trabajos bajo el título “Poemas Escogidos” en el cual contó con el cuidadoso decoro tipográfico de su hermano Héctor González Morales; pero Otilio, ya no lo vería.

Sin embargo, en 1926, un año antes de su trágica muerte, el profesor de literatura del Ateneo Fuente, Manuel J. Rodríguez Tejeda, había publicado en “Less presses universitaires de France” una amplia “Antología de poetas y escritores coahuilenses” -38 en total- entre los que incluía a Otilio González. Y un tiempo después, el 24 de mayo de 1927, seis meses antes del trágico tres de octubre en que sucedió la masacre de Huitzilac, Federico Berrueto Ramón y Jesús Flores Aguirre dieron a la luz en la imprenta de “Herrero Hermanos”, la menos extensa revisión literaria de Coahuila con “Once poetas de la Nueva Extremadura” uno de los cuales era Otilio; así que la gloria, esa evasiva y ficta fémina, tan perseguida por los artistas, había logrado tocar con su índice la serena frente del poeta antes de que hubiera muerto. De la fecunda inspiración de Otilio González surgieron poemas de textura diferente como “Las lavanderas”, “Los toros en celo”, “Hazme caña, Dios dulce”, “Mamacita, mamá” y “El clavel” que representan la variedad de sentimientos implícitos en su producción poética: amor, ironía, brío, ternura filial, costumbrismo, etc. En lo personal, siempre me han resultado conmovedores los sencillos versos dedicados a su madre, que culminan con imágenes propias de estos días navideños: “Volveré con las lunas de enero / cuando el pueblo se vista de gris / y otra vez me dará tu brasero / buñuelos melados y bollos de anís. / Allí mismo, en la humilde cocina / tenderás tu mantel deshilado / sacarás tu vajilla de China / y el juego de vasos con filo dorado. /.. y al estar junto a ti, mamacita, / aunque a veces soy grave y señor / ya verás que la ausencia y la cuita / me vuelven un niño que busca tu amor”.

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