Muchas han sido las críticas en contra del candidato del PRD a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, por su insistencia en descalificar instituciones, que mantiene una constante de demolición retórica de todas las existentes. Su último intento de descalificación es contra el Instituto Federal Electoral (IFE), sobre el que disparó sus baterías porque varios consejeros lo amenazaron y amagaron con que si viajaba a Los Ángeles para celebrar con la comunidad mexicana el aniversario de la Independencia, no sólo podría ser eliminado de la contienda presidencial, sino incluso el PRD podría quedar excluido de ella. López Obrador, a regañadientes y gritando por todos lados, optó por no volver a coquetear con la ilegalidad y canceló el viaje.
López Obrador ha gritado insistentemente que el IFE actúa parcialmente y que busca descarrillar su candidatura presidencial. Todo porque tres consejeros, Andrés Albo, Arturo Sánchez y Rodrigo Morales le advirtieron que su gira a Los Ángeles corría el riesgo de violentar la legalidad al violar probablemente dos artículos del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Políticos que impiden realizar campañas electorales en cualquier momento. Uno más, Virgilio Andrade, brincó la línea frágil entre legal e ilegal y se dedicó a declarar en programas de radio que si López Obrador viajaba, se anularía su candidatura.
El precandidato perredista, que se ha ganado con creces la percepción de un retador permanente de la legalidad tiene, en este caso específico, una parte importante de razón. No quizá en cuanto al viaje a Los Ángeles; sí en cuanto a la imparcialidad del árbitro electoral.
El pecado del IFE es de origen y de liderazgo. Desde un principio el PRD denunció la forma como el PRI, el PAN y varios grupos de interés, estaban manipulando la elección de nuevos consejeros y se negó a ser comparsa del ejercicio. Los opositores del PRD lo criticaron por haberse retraído del proceso de selección, y aunque el tiempo le dio la razón, cometió el error de dejar todo en manos de sus adversarios. El IFE se construyó sobre un equilibrio entre las fuerzas políticas del PRI y del PAN, pero con el tiempo ha ido recayendo de manera más pronunciada no en el campo priista, sino en una facción del PRI que está trabajando en contra del PRI mismo y a favor del foxismo, que representa a la maestra Elba Esther Gordillo, que aunque en desgracia en el PRI, cuenta con importantes aliados en la institución que tendría que ser absolutamente imparcial como árbitro electoral.
Los consejeros del IFE tampoco han hecho mucho por limpiarse la mancha, que ha sido tan grande que ha ocultado algunos avances importantes que se han concretado en el organismo. La forma parcial como en ocasiones operan es notable y les quita respetabilidad y equilibrio. En las últimas tres semanas, solamente, el presidente consejero Luis Carlos Ugalde cometió el error de entrometerse en un asunto interno del PRI al sugerirle a Gordillo que podía recurrir a los tribunales electorales para ampararse en contra del PRI por elegir a Mariano Palacios Alcocer como presidente sustituto del PRI.
La maestra perdió en tribunales, lo que no quiere decir que dentro del PRI dejaron pasar el dato de la intromisión de Ugalde y esperarán a la coyuntura política para hacerle estallar su parcialidad. Previamente Andrade, tan furibundo en la radio contra López Obrador, fue uno de los invitados por la maestra al bautizo de su nieto en Valle de Bravo, al cual fue sin el reparo y pudor que le exige el cargo.
Ugalde, que pareciera no tener liderazgo alguno sobre los consejeros que preside, fue el causante original de la discusión sobre el viaje de López Obrador.
En una emisión del noticiero radial de Carmen Aristegui en la W, el director del Grupo Latinoamericano de Radio, Max Aub, reveló hace unos días que en un encuentro con periodistas hispanos en Miami en agosto, le preguntó a Ugalde si algún candidato a la Presidencia podría viajar al exterior.
El presidente del IFE respondió que no había impedimentos legales para ello, lo que de haber sido tomado al pie de la letra por López Obrador, habría significado la trampa que ha venido denunciando. ¿Por qué Ugalde realizó tal declaración? O es altamente incompetente, por ignorante, o está jugando con dados cargados el supuesto árbitro electoral. Cualesquiera que sea la razón, Ugalde tiene metido al IFE en problemas.
El IFE nació durante el Gobierno de Carlos Salinas como un órgano ciudadano que, en su primera etapa, era presidido por el secretario de Gobernación. La institución fue avanzando y en el sexenio anterior se volvió totalmente autónomo e independiente del Gobierno, alcanzando un prestigio y una reputación internacional que lo llevó a ser un ejemplo en el mundo, al punto de brindar asesoría solicitada por la Organización de Naciones Unidas a varios países que estaban construyendo sus instituciones electorales, incluido Irak.
El actual IFE, sin embargo, parece un remedo de lo que tanto trabajo y dinero ha costado para todos. Aunque no es lo mismo la institución que los consejeros, esta es una división sofisticada que lamentablemente no se establece, empatando en destino y suerte el IFE a los consejeros.
La realidad actual del IFE es de una credibilidad mermada y una legitimidad decreciente. Buena parte de ello tiene que ver con la debilidad e inoperatividad que le ha impreso Ugalde, quien ha carecido del liderazgo necesario para sacar adelante a la institución y ser la verdadera cabeza del Consejo. Su futuro, del que va encadenado México por ser en quien se finca el resultado electoral es incierto.
La solución de remplazar a Ugalde parece no ser lo mejor por estar en vísperas del proceso electoral. Qué hacer es una respuesta que nadie tiene todavía. Lo que sí aparece cada vez más claro en el horizonte es que el IFE llegara a las elecciones presidenciales sin fuerza ni autoridad y que si es una elección cerrada, cederá el papel de árbitro y le entregará la decisión final a un tribunal, judicializando, una vez más, la política mexicana.
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