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'Asalto a la memoria' de Torreón

AGENCIAS

TORREÓN, COAH.- ?A los abuelos paterno y materno les debo mi arrebato por un mundo que, entre toda la familia, sólo yo compartía: el de la poesía?, confiesa Enriqueta Ochoa, la gran poeta coahuilense, en su libro más reciente: Asaltos a la Memoria.

Uno de los abuelos, el padre de su padre -cuenta la maestra Ochoa en Herencia, uno de los 36 relatos en prosa que integran el libro- era un avisado carpintero que gustaba leer a los clásicos castellanos en la biblioteca de los jesuitas de su pueblo.

El otro abuelo, el padre de su madre, era un campesino que ?era la poesía misma en sus pensamientos y en sus actos?, añade la poeta.

Asaltos a la Memoria, editado por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), de próxima presentación en el Palacio de Bellas Artes, incluye un largo poema dividido en siete estrofas que forman parte de su última producción poética en verso.

Este texto es el que precisamente da nombre a la publicación, ya que está titulado Asaltos a la Memoria, cuyo contenido es autobiográfico, como el resto de los 42 textos literarios.

El libro, en efecto, es un recuento o registro de sus recuerdos de infancia y juventud vividos en su natal Torreón y otras poblaciones rurales de la región de La Laguna, en el sur de Coahuila.

Está poblado de emotivas evocaciones familiares, de sus padres, hermanos, abuelos y tatarabuelos y naturalmente, de paisajes en cuyo trazo destaca como una de los mejores pintores literarios de México, al lado del potosino Manuel José Othón y el zacatecano Ramón López Velarde, ambos también poetas del desierto.

El México rural y provinciano de la primera mitad del siglo pasado -Enriqueta Ochoa nació el dos de mayo de 1928- está retratado fielmente por las líneas en prosa rítmica y versos libres de los 43 textos que forman el libro.

?Como a un fruto, como a un grito nocturno lo querían colgar las turbas encendidas y hambrientas de la Revolución?. Así comienza el relato de El Tío Ponciano, cuyo personaje estuvo a punto de ser ahorcado en un árbol y salvó la vida gracias al despojo de su ganado, sus graneros y varias tinajas de monedas que tenía enterradas en su vivienda.

En los poemas de Enriqueta Ochoa, perteneciente a la misma generación de grandes poetas como Jaime Sabines, Rosario Castellanos y Rubén Bonifaz Nuño, hay cercanas resonancias de la misma voz del México rural que López Velarde, Juan Rulfo, Juan José Arreola y sus contemporáneos supieron captar con oído atento.

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