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Aún hay más: niños y televisión

Patricio de la Fuente

La intervención de la televisión en el niño se produce desde un momento de su vida en el que no está en condiciones de ser libre para aceptar o no los contenidos de la programación, de los anuncios comerciales, por carecer en el desarrollo evolutivo de su personalidad de los mecanismos de defensa necesarios con los que hacer frente a esos contenidos. Por otro lado, también intervienen algunos aspectos de la programación que dejan indefenso al receptor, en cuanto que éste carece de los elementos de juicio necesarios para discernir sobre su fiabilidad.

“Los regímenes de protección de los menores fundamentan su idea central en establecer restricciones que eviten el acceso de los niños a contenidos que puedan perjudicar su desarrollo físico y mental”.

Al mismo tiempo, se trata de garantizar la libertad de programación de contenidos especialmente destinados a los adultos. El análisis de la legislación permite identificar la existencia de consensos respecto a aquellos contenidos que se consideran perjudiciales para los niños: los que se refieren principalmente a la violencia, al erotismo, al uso de cierta publicidad en los programas orientados a los niños, y a aquellas temáticas que escapan a la comprensión y la madurez emocional de la infancia.

La flexibilidad reguladora frente a la evolución tecnológica del medio no se refiere entonces a los contenidos no deseados, que con las naturales adaptaciones culturales permanecen en el tiempo, sino más bien a los mecanismos que, en un universo de ofertas audiovisuales crecientes y complejas, permiten con eficacia garantizar la protección de los niños.

El sistema más usado de protección a la infancia es el de las franjas horarias, que se aplica en la mayoría de los países del mundo.

El horario de protección al menor asegura que, durante el día, los niños no estarán expuestos a programación inconveniente para ellos. En algunos países se establece, además, una cierta progresión en los contenidos de la franja adulta, en atención a que en horas más avanzadas de la noche es menos probable contar con audiencias infantiles.

En la medida que avanza el conocimiento de la televisión y se constata que los niños permanecen tres o más horas frente al televisor, los requerimientos de regulación se han hecho más severos. En especial, en los países que tienen sociedades civiles organizadas y activas, la comunidad ha ejercido presión por mejorar los mecanismos de regulación y proveer más y mejor información respecto a los contenidos de la oferta televisiva. Ha surgido con especial fuerza la tendencia a demandar de la industria, más allá de la autorregulación que su cometido social le impone, la calificación, información y señalización en pantalla de las características de la programación.

En algunos países se ha comenzado por exigir una mayor discriminación en las franjas horarias: señalando en pantalla el público que puede ver un determinado programa; estableciendo distinciones entre preescolares, niños, adolescentes, jóvenes y adultos. La industria está realizando esfuerzos complementarios para proporcionar instrumentos tecnológicos y bloqueadores que posibiliten que los padres puedan restringir la oferta programática disponible para sus hijos. En Estados Unidos y Canadá se ha hecho obligatoria la utilización del V-chip, mecanismo que permite bloquear ciertos contenidos de televisión que no sean aptos para niños.

En el caso de la televisión satelital, se cuenta con mecanismos de bloqueo que pueden activar los padres de acuerdo con la edad de sus hijos. Sobre la cuestión, aún vigente, de la violencia en la televisión, hay quienes sostienen que la violencia existe en la sociedad y la televisión no hace más que mostrarla, y otros que apoyan la idea de que su exhibición necesariamente produce efectos en las audiencias, especialmente si se trata de niños.

Iniciativas destinadas a limitar los contenidos violentos han sido emprendidas en diversos países del mundo. En concreto en Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña donde hechos violentos causados por niños y adolescentes han sacudido a la sociedad. Se han utilizado para ello códigos de conducta voluntariamente aceptados por la industria, sistemas de señalización en pantalla que orientan a la familia y restricciones reguladoras estatales destinadas a eliminar la violencia excesiva y gratuita en los programas orientados a los niños y, en especial, aquellos programas que presentan la fuerza como herramienta eficaz y legítima para resolver los conflictos.

La investigación académica internacional ha venido observando por muchos años la relación de los niños con la televisión y se han hecho importantes estudios que evidencian el aporte que puede hacer la televisión en la educación e información de los niños, siendo los mayores beneficiarios los menores de bajos ingresos, hecho que ha sido demostrado con el programa “Plaza Sésamo”, que ha contribuido a facilitar la integración escolar de los niños de escasos recursos.

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