Una de las inquietudes que he percibido recientemente de lectores y algunos clientes de mi despacho se refiere a la trayectoria de las divisas en 2005, y esto no sólo se limita al peso mexicano, sino que ahora incluye a la relación del dólar con el Euro. El propósito es, en todo caso, buscar una diversificación más sana del riesgo financiero.
Las opiniones sobre los mercados de divisas son de las más aventuradas, en especial cuando se quiere precisar no sólo la dirección sino el momento de los movimientos de una moneda en relación con otra. No obstante, y con las salvedades de lo que implica incursionar en este terreno, haré algunos comentarios que resumen las expectativas de diversos analistas internacionales y las mías para varias monedas, entre ellas la mexicana.
2004 fue el tercer año consecutivo en que el dólar perdió terreno frente a otras monedas, el período más prolongado de declive desde los años 80. Son muy pocos los economistas que prevén su fortalecimiento en 2005. La gran mayoría considera que una de las apuestas más seguras es su depreciación frente a las monedas asiáticas y el euro. Hay, sin embargo, marcadas diferencias en cuanto a los órdenes de magnitud, lo que puede hacer que cualquier acción especulativa pudiera no ser muy rentable. Por ejemplo, he visto estimados para diciembre que ubican el precio del euro desde 1.35 hasta 1.80 dólares.
Los desequilibrios de la economía de Estados Unidos que contribuyen al pesimismo sobre la evolución de su moneda no son novedosos, puesto que han estado presentes en varias ocasiones en casi todas las naciones, especialmente las de América Latina. Estos incluyen un déficit fiscal alto; un saldo negativo cercano al seis por ciento del Producto Interno Bruto en la cuenta corriente que se financia casi exclusivamente con capital de corto plazo; y un ahorro privado que en la actualidad es prácticamente cero.
La magnitud de la depreciación del dólar dependerá, por una parte, de la disposición de las naciones asiáticas, en particular China, de aceptar una apreciación de sus monedas; pero su destino estará bastante más vinculado con la forma en que se dé la corrección de sus desequilibrios internos.
En la medida que los estadounidenses no logren aumentar su ahorro interno, reducir su gasto público, o elevar sus impuestos, la carga del ajuste se fincará preponderantemente en una caída del dólar, ya que los inversionistas extranjeros se retirarán de los activos denominados en dólares y los bancos centrales asiáticos buscarán una mayor diversificación de su tenencia de reservas.
Las opiniones sobre otras monedas de países industrializados están divididas. Unos ven que el dólar australiano y la libra esterlina ganan terreno frente al dólar este año, mientras que otros opinan lo contrario, proponiendo irse corto en la libra y el dólar australiano frente a una canasta al 50 por ciento del dólar y el euro.
Todos los reportes que he visto coinciden en apostar en favor de las monedas de Suecia y Noruega. Ellos proponen la venta en corto del euro frente a esas divisas, aun cuando los gustos difieren en relación de cuál de ellas es la más atractiva. Las monedas de los países asiáticos también continuarán apreciándose frente al dólar, y se vislumbra la posibilidad de una mayor flexibilidad en el mercado cambiario de China.
Las monedas con menor atractivo este año son las de los países latinos, que ya se apreciaron bastante en 2004 y están, según los analistas, bien valuadas en relación con el dólar. Muchos prevén una modesta depreciación de la mayoría hacia la segunda mitad del año y comienzos de 2006, cuando jueguen un papel más importante los ciclos políticos de esos países.
Las opiniones sobre el peso mexicano caen en este tenor. Por lo que toca a la primera mitad de 2005 hay quienes esperan que se mantenga relativamente fuerte. Las diferencias aparecen en relación con el segundo semestre, y más en particular, el cierre del año.
La perspectiva más optimista coloca el precio del dólar en 10.80 pesos para diciembre de este año. Otro analista señala que tiene un “punto de vista favorable sobre el peso mexicano”, llegando a recomendar a sus inversionistas que vendan en corto el dólar frente al peso y que adopten posiciones largas a favor del peso en toda la curva de rendimientos.
Conviene señalar, sin embargo, que si bien las expectativas de los analistas sobre nuestra moneda son en general positivas para la primera mitad de 2005, con un peso prácticamente constante frente al dólar (en un intervalo de 11.1 a 11.4 pesos por dólar), son pocos los optimistas hacia fines de año. La gran mayoría espera una buena primera mitad para el peso y luego una modesta depreciación, ya que a pesar de nuestros fundamentos económicos relativamente sólidos, el calendario electoral de nuestro país contribuirá a debilitar al peso, llevando el precio del dólar cerca de los 12 pesos para diciembre.
Mi expectativa en relación con el futuro del peso cae en el campo de los que lo ven debilitándose en la segunda mitad del año por razones políticas. Me sorprende, de hecho, que haya analistas extranjeros que le dan poca o nula importancia a lo que puede significar para nuestros mercados financieros el hecho de que Andrés López, el “rayo de esperanza” “indestructible”, siga encabezando las preferencias electorales durante el otoño, y más aún, durante la primavera de 2006.
No obstante, la volatilidad financiera será, en un principio, menor a la de otros episodios de incertidumbre política, ya que México es más resistente a este tipo de trastornos en relación con el pasado porque no tiene, por ahora, necesidades de financiamiento externo; su cuenta corriente está casi en equilibrio; tiene un mercado cambiario flexible; y hay muchas reservas en Banco de México.