La historia de México consigna varios intentos de reformar la Constitución Política para eliminar o simplemente acotar, el rígido precepto de la “no-reelección”. En todos los casos estas propuestas recibieron un rotundo “no” de la sociedad y por fortuna los funcionarios públicos acataron el criterio de la opinión pública.
En los años veinte el ex presidente Álvaro Obregón no hizo caso a la voz del pueblo y eliminó la no-reelección y fue asesinado antes de asumir la Presidencia por segunda ocasión.
Otro frustrado esfuerzo en pro de la reelección presidencial se produjo al finalizar el sexenio del licenciado Miguel Alemán Valdez (1946-1952) cuando interesados amigos y colaboradores pretendieron constituir un partido denominado “Artículo 39 Constitucional” (“La soberanía nacional reside esencialmente en el pueblo, etc.”) para reelegir al presidente Alemán. En esta ocasión fue el ex presidente Lázaro Cárdenas Del Río quien se encargó de aplacar los ímpetus reeleccionistas del presidente Alemán, durante una corta visita a Los Pinos. En ella congratuló al mandatario en funciones y le informó haber tomado la decisión de postularse nuevamente para la Presidencia, aprovechando la reforma reeleccionista. Nada repuso Alemán al ex mandatario; cordial, pero demudado y ceñifruncido, despidió a don Lázaro a la puerta de la casa oficial. Entonces reunió a sus inmediatos corifeos y les gritó, sumamente irritado: “No quiero oír nada más sobre la reelección: esto ha sido una gran pen... A ver cómo acaban con ese cuento”.
Hoy día, en el extralógico pretexto de sumar a México a las 135 naciones democráticas cuyo sistema político permite la reelección total o parcial, los diputados y senadores del partido Acción Nacional presentaron una iniciativa para reelegir a los legisladores y comprometieron, de hecho, a 50 senadores de diversos partidos en el proyecto, mas no tomaron en cuenta que con el transcurso del tiempo los hombres ofrecen, dan, quitan y remudan. El jueves diez los senadores se abrieron en canal de arriba abajo (eufemismo de rajarse) al rechazar el proyecto panista y cancelar, de pasada, el sueño dorado de los políticos que anhelan vivir per secula seculorum en el paraíso legislativo.
Si se piensa bien, no es del todo malo el dicho proyecto de reelección. Que los legisladores federales puedan presentarse a la reelección permitiría que, ya enseñaditos, cometieran menos omisiones, errores y tonterías de las que han perpetrado en la actualidad. Sería como abrir una escuela de civilidad democrática pues la modalidad contundiría, además, en doble docencia, ya que los ciudadanos aprenderían a evaluar el trabajo de los diputados y senadores antes de volver a equivocarse y votarlos, en vez de botarlos.
Preguntas al margen: ¿Consideraron los senadores en su voto contrario el paupérrimo desempeño de los padres conscriptos en la actual legislatura? ¿O fue simplemente un gesto de mínimo decoro parlamentario ante la probabilidad de que los diputados y los senadores siguieran saqueando el tesoro de la República por medio de viáticos, pagos de asesoría, uso desmesurado de boletos de avión, bonos, aguinaldos y horas extra?
Claro que no. Actuación contra actuación los diputados y senadores están empatados. Costos contra costos parecen hermanos gemelos. Tonterías contra tonterías no hay quien haya cometido menos. Y en cuanto a falta de sensatez y sobra de necedad todos parejean, empachados e intoxicados por el atracón de recursos económicos, libertad sin cotas y novedosa división de poderes.
Si cupiera la prudencia en el Congreso de la Unión los integrantes podrían hacer un regalo de salida a los electores: reformar las disposiciones constitucionales y reglamentarias para derogar el sistema de representación proporcional en las dos cámaras. El país ahorraría miles de millones de pesos, los partidos políticos tendrían la oportunidad de evidenciar su verdadero peso electoral y la decisión provocaría un positivo efecto de cascada sobre los Congresos locales y los Ayuntamientos de la República, los cuales redimensionarían su composición y aliviarían la carga de sus presupuestos de egresos.
Y de pilón, la reducción del gasto político impactaría también en el Instituto Federal Electoral, lo cual es urgente y necesario según se reconoce en los análisis de los medios de comunicación social.
Tiempo de hacer nada es el que corre. El futurismo todo lo empaña y empobrece. Nada queda, simplemente esperar a que el tiempo transcurra: lentamente para los que desean entrar al relevo del Gobierno Federal; velozmente para quienes, en el uso y abuso del poder público, ya vieron pasar cuatro años y tres meses sin dar fruto alguno para el país. Esperemos a ver qué pasa en el año 2006.
Post Scriptum:
Ayer fue sepultado en Saltillo nuestro querido amigo Tereso López Sánchez, viejo y honesto líder transportista con quien compartimos años de trabajo y lucha social. Hoy evocamos su dignidad, su firmeza de convicciones y su alegría por servir. Quizás estos atributos morales, que no son poca cosa, sean la única herencia que deja a su familia. Que Dios les dé fortaleza, doña Socorro y los ayude a resignarse ante la ausencia de Tereso.