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Batalla por la eutanasia

Juan de la Borbolla R.

Si los promotores de la anticultura de la muerte lograron alcanzar ese triunfo arduamente librado a favor de la legalización jurídica del aborto y la posterior liberalización social de ese nefando crimen, es de suponerse que la batalla a favor de la liberalización y popularización de la eutanasia les resultará mucho más fácil ganarla.

Si ese asesinato con todas sus agravantes de premeditación, alevosía, ventaja y nocturnidad efectuado en contra de un bebé indefenso, aún en el seno de su madre y perpetrado por quienes menos pudiera suponer la indefensa criatura que pudieran siquiera pensar en atentar contra él: su madre, su padre biológico, médicos, enfermeras, comadronas, legisladores, jueces y los medios de comunicación social que abiertamente apoyan esa conducta criminal, vistiéndola todos ellos de modernismo, progresismo, mentalidad abierta y “open mind”.

Si ello se lleva a cabo en contra de un ser que al verlo, provoca naturalmente sentimientos de ternura, compasión, simpatía y cariño, qué no pasará con la eutanasia, en la que concurren factores diversos como: la quiebra de los sistemas de seguridad social, la aversión de la sociedad consumista hacia la pobreza, vejez y enfermedad, el deterioro natural de la vitalidad, la salud y la huida de todo lo que suponga sufrimiento, incomodidad, preocupación y atención a los demás, especialmente a los más menesterosos de salud material y espiritual.

Si al bebé; todo ternura y simpatía: se le cercena, se le quema con productos químicos, se le aspira descuartizándolo en el aborto, qué no se hará con ese enfermo desahuciado que sólo está ocupando una cama, unos recursos médicos y económicos que ya no podrá restituir pragmáticamente; que ya está chochando, que es impertinente y sucio y por lo tanto habrá que cambiarlo y asearlo con todo el asco que eso le supone al civilizado individuo contemporáneo principalmente preocupado en su “look”, en sus comodidades, en sus caprichos: en sus cosas egoístas y egocéntricas. El terreno mediático está abonándose: no en vano las dos películas más publicitadas de la más reciente entrega de los Óscares presentan sensibleramente el tema para mover a la “opinión pública” a “conscientizar” (sic) respecto de ese gran problema cuya salida lógica no puede ser otra que la famosa “muerte digna”.

En lo legal ya vemos que nuestros “progresistas” diputados del PRD en la Asamblea del Distrito Federal quieren cubrirse de gloria merced a esa actitud totalitaria asumida por ser la facción aplanadora de esa legislatura y al igual que en su momento impusieron la Ley Robles que abrió nuevos cauces a la liberalización del aborto, ahora desean legalizar la eutanasia cuando menos en el Distrito Federal.

Por ello con justa razón el cardenal Norberto Rivera habló para ese caso de la desobediencia que se debe de dar a una Ley inicua, contra natura y dictatorial como la que pretende imponer la aplanadora legislativa perredista en el D.F., y el secretario de Gobernación habló asimismo del legítimo derecho que el ciudadano tiene respecto de la Objeción de Conciencia.

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