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Belén, una historia de amor y oscuridad

EL UNIVERSAL-AEE

CISJORDANIA.- Belén es mucho más que la ciudad donde Jesús nació. Hoy, 2005 años después de la aparición en el mundo de Jesucristo, esta ciudad bíblica es un lugar donde la convivencia entre musulmanes y cristianos se ha convertido en una situación insostenible. Rodeados por un muro de casi nueve metros de altura los cristianos luchan con un único objetivo, sobrevivir.

Las calles se iluminan con motivos navideños. Estrellas de colores, abetos (pinos) adornados con bolas, campanillas, espumillón y acebo se colocan a la entrada de las tiendas. Los comerciantes ponen a la venta sus mejores productos entre los que destacan belenes de madera de olivo esculpidos a mano cuidadosamente por artesanos locales.

Los betlemitas se sientan fuera de sus comercios y esperan durante todo el día la llegada de algún turista que compre por lo menos alguno de sus artículos.

En las casas como en cualquier parte del mundo cristiano se colocan los belenes y los pinos para conmemorar el nacimiento de Cristo.

“La Navidad en Belén no se vive con la misma alegría y jolgorio como en otras partes del mundo. La Navidad en Belén es una fiesta severa”, explica el padre Justo Artarás, un franciscano de 79 años que llegó a Oriente Medio en 1951.

La voz del padre Artarás, padre superior del convento franciscano en la basílica de la Natividad, te sumerge en un estado de paz y sosiego, sus ancianos ojos transmiten tristeza, un sentimiento que se intensifica cuando es preguntado por los cristianos de Belén. “Pobres, no ven el porvenir”, son las palabras que utiliza para describir a los 12 mil cristianos que actualmente habitan la ciudad.

“Los cristianos no tienen dinero para valerse por sí mismos y los que pueden se van”, afirma el padre, original de Vizcaya (País Vasco, España).

va perdiendo

su condición

Y es que la realidad es incuestionable. Belén va perdiendo poco a poco su condición de ciudad cristiana y atenta con desaparecer. Los cristianos se ven condicionados por el ambiente político, social y religioso en el que viven. Atrapados entre una mayoría musulmana se sienten presionados a aceptar por la fuerza un modelo de vida que no es el suyo.

La creación de los campos de refugiados alrededor de Belén tras la guerra del 1948, la incorporación de miles de beduinos de la tribu Taamre y la llegada a Belén de los musulmanes de Hebrón a hecho que esta ciudad, hasta mediados del siglo XX de mayoría cristiana, esté hoy bajo control musulmán.

Por otro lado, la ciudad se encuentra rodeada por el muro que Israel construye en Cisjordania y que de manera perversa ha robado a Belén grandes terrenos. Una inmensa puerta metálica a la que se accede atravesando dos puestos de control del Ejército israelí, constituye la única entrada y salida de Belén.

“El muro no me causó tanta impresión como cuando pusieron la compuerta. Entonces fue cuando sentí que me encerraban en una verdadera cárcel”, asegura el padre Artarás.

El muro que Israel levanta, con varios cientos de kilómetros construidos ya en Cisjordania, afecta dolorosamente a los palestinos que ven obstaculizado el camino a sus lugares de trabajo, a los centros de salud y educación.

La economía interna de Belén decae progresivamente ya que los peregrinos, principales compradores de objetos religiosos, de lo que dependen muchos cristianos de la ciudad, se encuentran con grandes dificultades a la hora de atravesar el muro.

Además, “vienen autobuses de peregrinos a pasar el día y después se van. Antes de la Intifada de Al Aqsa, hace cinco años, venían y dormían aquí. Entonces había 23 hoteles hoy sólo hay tres”, explica el padre. Salah Al Tamari, gobernador de Belén, coincide con el argumento del padre franciscano.

“El pasado mes de octubre llegaron 30 mil turistas, muchos de ellos acompañados por guías israelíes. Hubiesen sido un buen número si no fuese porque vienen y se van en el mismo día”, afirma.

Por otro lado, Al Tamari denuncia que “los principales beneficiarios son los israelíes”.

También Yohana, un vendedor de objetos religiosos de unos 50 años, arremete contra los guías.

“Hay turistas en Belén, pero no tienen libertad para moverse porque el guía que los lleva los conduce a una gran tienda de souvenirs donde ellos reciben el 30 por ciento de los beneficios”, dice.

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