“La Iglesia no es una democracia”.
Joseph Ratzinger
Hace tiempo que los encabezados de tantos diarios mexicanos no coincidían tanto. Pero parecería que ayer el Espíritu Santo iluminó a muchos en el momento de registrar la elección del nuevo papa Benedicto XVI. Se antojaría que hubo línea o que los redactores de titulares se pusieron de acuerdo entre sí para editorializar -sí, editorializar- en el mismo sentido.
El Universal ofreció la cabeza: “Eligen papa de línea dura”. La Jornada sentenció: “Se impone la línea dura en el Vaticano”. La Crónica opinó: “Ratzinger, cardenal del ‘no’, ya es papa”. Milenio ubicó en el espectro político: “Benedicto XVI, a la derecha de Juan Pablo II”.
Pero ¿será realmente Benedicto XVI un papa de línea dura, de derecha, un hombre que dice “no”? Todo depende de la perspectiva desde la que se le examine. Sin duda para mí sí lo sería, ya que estoy a favor de la ordenación de las mujeres, del fin del celibato sacerdotal, de la promoción de los métodos anticonceptivos y del respeto a los derechos de los homosexuales. Pero seamos sinceros: yo no soy católico y por lo tanto no es para mí que Benedicto debe salvaguardar a la Iglesia.
Me da la impresión de que en sus editorializaciones los redactores de los encabezados de los periódicos se olvidaron de ese punto fundamental. No es para una clase intelectual, que hace mucho tiempo ha desertado de las iglesias, que debe trabajar el papa Benedicto. Para los católicos de verdad, para aquellos que muestran una preocupación genuina por preservar a esa institución bimilenaria que es la Iglesia, quizá el nuevo pontífice no sea necesariamente un hombre duro y conservador.
Con interés leo unas reflexiones de Rodrigo Guerra, un católico estudioso de la filosofía y la teología a quien respeto profundamente. Él considera a Ratzinger como “un reformista”, pero distinto a un Hans Küng y a otros que se han convertido realmente en disidentes de la Iglesia. Para Guerra él hoy papa “ha luchado por recuperar la idea de que Cristo en ningún sentido es una teoría sino una persona”. Es un reformista porque se opone a la idea de que el Estado liberal puede generar los valores que necesita para funcionar adecuadamente, porque es un teólogo agustiniano y no tomista para el que lo primero es la existencia y el corazón, reformista porque es abierto en lo secundario pero firme en lo esencial.
Yo no tengo que compartir el punto de vista de los católicos para entender por qué la elección de Ratzinger ha generado una amplia aceptación entre ellos. Quizá yo no pueda entender que una iglesia no permita a las mujeres la posibilidad de ejercer el sacerdocio, pero eso no significa que deba despreciarla por eso. Como bien me lo señalaba una lectora hace algunos días, ni las comunidades budistas ni las judías permiten el sacerdocio de las mujeres, pero nadie las cuestiona por ello. Cuando el dalai lama se presenta en algún foro en México o en cualquier otro lugar, a nadie se le ocurre montar manifestaciones de protesta por el androcentrismo de su forma de budismo.
Me parece que el rechazo de la Iglesia Católica a los métodos anticonceptivos es dañino tanto para la institución como para las sociedades católicas. Pero no deja de ser interesante que los mismos católicos, sin dejar de considerarse miembros de la comunidad y de buscar una doctrina firme en los puntos esenciales de la fe, han simplemente desobedecido a la jerarquía en este punto sin considerar que esto los pone fuera de la Iglesia.
En distintas ocasiones he manifestado en estas páginas mi crítica a varias de las reglas morales de la Iglesia Católica. Estoy convencido de que se trata de reglas superficiales cuya modificación no afectaría la esencia del catolicismo, el cual debería basarse en las enseñanzas de Jesús. Y al leer los encabezados de los periódicos ayer me di cuenta que muchos de los encargados de redactarlos comparten mi punto de vista.
Pero no deja de ser interesante cómo varios de ellos han permitido que sus propias posiciones hayan teñido el anuncio de la elección del nuevo Papa. La verdad es que los adjetivos “duro”, “conservador” o “de derecha” poco añaden a la comprensión de un hombre que, finalmente, fue el arquitecto de las posiciones morales y teológicas de ese Papa Juan Pablo tan querido por los propios católicos. Pero significativamente, los mismos que hoy le cuelgan adjetivos a Benedicto mantienen una posición de respeto a Juan Pablo que fue quien promovió el trabajo de Ratzinger.
¿NEGOCIAR?
La Secretaría de Gobernación ha planteado que podría haber una mesa de negociación sobre el tema de Andrés Manuel López Obrador una vez que los tribunales decidan. Pero si lo encuentran inocente. ¿habrá algo para negociar? Y si es culpable: ¿qué se va a negociar?
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