Durango

Brígido; una víctima más del alcoholismo

?Sin piernas, pero Dios quiere que viva, señal de que todavía tengo algo que hacer?

Cuando el semáforo cambia a rojo en el cruce de las calles Negrete y Libertad, Brígido Martínez Barrios aprovecha para pedir limosna a los automovilistas que esperan continuar su marcha. En el espacio que queda libre entre los carros, el hombre que en algún tiempo corrió y se desempeñaba como albañil ahora pasa sentado en su silla de ruedas extendiendo su mano en espera de la caridad de los ciudadanos.

Ésa es su rutina diaria. Pasa en ese lugar varias horas al día, con los rayos del sol quemando su piel; por eso lleva puesta una gorra y de esta forma aminora los estragos del astro rey.

Vive en la colonia Carlos Luna, la cual dice está por el fraccionamiento Puertas de San Ignacio, así que el camino por recorrer de su hogar a ?su sitio de trabajo? es considerable. Dice que por lo regular se va en taxi, aunque a veces se viene en su silla de ruedas pero resulta bastante complicado.

Las malas condiciones de las banquetas, la falta de rampas en algunos lugares complican su traslado; por eso opta por andar en la cinta asfáltica, pero eso es peligroso, ya que los autos pasan de manera constante y en ocasiones con exceso de velocidad.

A las 11:00 horas llega a la esquina y por lo general se marcha pasadas las seis de la tarde. Originario de Zacatecas, platica que arribó a Durango hace 25 años pero antes estuvo en otras partes de la República, incluso, en Estados Unidos de Norteamérica.

Pero en la conocida ?tierra de los alacranes? encontró el amor y se casó; por eso ya no hizo más intentos de cambiar de residencia. Formó un hogar, vinieron los hijos y él se ganaba el pan diario con sus servicios en la construcción de inmuebles, o bien, como cargador en los mercados de abastos.

UN CAMBIO INESPERADO

Hace poco más de cuatro años, su vida dio un giro inesperado. Recuerda la fecha con exactitud: primero de noviembre del 2000. Intoxicado por completo por el consumo de alcohol durante varios días, salió de su casa en compañía de un amigo; es lo último que recuerda de ese episodio.

Cuando abrió los ojos estaba en el Hospital General y sus piernas habían sido amputadas. Por los efectos de las bebidas embriagantes perdió por completo el conocimiento y se quedó dormido en las vías del tren; la máquina no pudo hacer nada por esquivarlo. El resultado fue la pérdida de sus extremidades inferiores en un accidente ocurrido a plena luz del día, ya que eran cerca de las 16:00 horas.

?Pues sí fue duro aceptar que ya no tenía piernas, pero no podía hacer nada, así que lo tomé lo mejor que pude?, dice mientras toma un descanso en una sombra y ve pasar los carros. Además, añade, el apoyo de sus nueve hermanos fue indispensable para sacar adelante esta dura prueba, ya que lo auxiliaron económicamente hasta su total recuperación.

Desde hace un año que está en el crucero para obtener recursos que le permitan mantener a sus siete hijos, que en su mayoría estudian. Su esposa también trabaja, vende artículos de plástico de casa en casa. En alguna ocasión le dieron un trabajo por parte de un conocido grupo industrial de la entidad y podía desempeñar su jornada laboral desde su casa; sin embargo, el pago era mínimo, apenas y lograba 200 pesos semanales.

Luego le llegó la invitación de una asociación de nombre ?Anderi?, la cual le animó a pedir dinero en favor de los discapacitados y con la promesa de que le conseguirían unas prótesis. Le dieron su alcancía y salió a colaborar con la organización por pocos días, pues no le gustó el trato que recibía.

?El primer día le llevé al señor que dirigía unos 90 pesos y se enojó porque era muy poquito; entonces me di cuenta que no era para los discapacitados, porque si no cualquier cosa sería buena. Por eso no estuve mucho tiempo?, comenta y después conversa que Anderi ya desapareció de la entidad después de perder de veracidad ante los duranguenses.

Ahora pide algunas monedas para sí mismo y su familia; es la única alternativa que tiene para sacar adelante a sus vástagos. De vez en cuando va al tianguis que se pone en la Explanada de los Insurgentes, toca la armónica y la guitarra para llevar mayores ingresos a sus bolsillos.

En quincena puede conseguir hasta 350 pesos, pero por lo general reúne 100 pesos cada día, dinero que es utilizado para suplir las necesidades de su familia.

Está consciente de que la adicción al alcohol fue la causa de esa desgracia que conmovió a su parentela; por eso ya no toma. Si bien es cierto que, en ocasiones, el cuerpo reclama lo que tanto estuvo presente, es una lucha interna muy fuerte.

Y antes de volver a su actividad cotidiana, Brígido dice que a pesar de su condición se siente feliz de estar vivo. ?Pues Dios quiso que no muriera, aún tengo algo por hacer. Lo bueno es que no tengo dolor, no me dan calambres ni nada por el estilo, hay que echarle ganas?, indica con una fugaz sonrisa y se acerca un chofer que lo rechaza diciendo no con la cabeza.

LABOR

Asegura Francisco Hernández Campos, titular de la Comisión Estatal Coordinadora para el Desarrollo y la Integración Social de las Personas con Discapacidad, que su objetivo es que las personas con capacidades diferentes se incorporen a una fuente laboral formal en lugar de pedir limosna.

Aunque no tienen un padrón formal, dijo que han detectado cerca de 45 duranguenses que padecen alguna discapacidad y se encuentran en la calle en espera de una moneda, ubicados en el primer cuadro de la ciudad.

Aseveró que en lo que compete a la Comisión, están en busca de fuentes laborales para ellos, no obstante que un 80 por ciento de los mismos prefiere mendigar, ya que los salarios en las empresas son mínimos.

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