Ayacucho, Perú (EFE).- Los más de 300 estudiantes de la Ruta Quetzal BBVA celebraron el V Centenario del Quijote en Ayacucho, una de las ciudades más bellas del Perú, ubicada en los andes del centro del país y conocida por sus numerosas iglesias, los retablos que las adornan y por su arquitectura colonial.
Los ayacuchanos acogieron con entusiasmo a los expedicionarios y a los responsables de la Ruta, que entregaron cien libros del Quijote a las autoridades de esta región andina.
En la plaza de Armas de la ciudad, un grupo de teatro de la zona representó uno de los pasajes de la obra de Cervantes, que fue aplaudida por los chicos y chicas que participan en esta aventura.
Con esta interpretación, los ayacuchanos querían también conmemorar la primera escenificación del Quijote en América, que tuvo lugar en 1607 en Pausa, que pretende convertirse en capital cervantina de América dentro de dos años, cuando se cumple el centenario de esta primera representación.
La plaza de Armas, presidida por la catedral del siglo XVII y por mansiones antiguas convertidas ahora en oficinas públicas, fue durante la visita de los expedicionarios en un lugar de encuentro.
Allí se celebraron otros actos, entre ellos, un concurso de carreras con participación de los jóvenes de la ciudad, que junto a los expedicionarios bailaron al son de la música de la compañía de teatro y títeres "Libelula", que les acompaña en toda la ruta.
La catedral es uno de los lugares más visitados de la ciudad, pero también sus 33 iglesias coloniales, con altares de plata y pan de oro, que hacen que a Ayacucho se la conozca, además de por sus fiestas de Semana Santa, como la "Sevilla Peruana".
En una de esas iglesias, en donde las monjas clarisas rezan, el subdirector del programa de la ruta, Andres Ciudad, y la expedicionaria Olatz Godoy, natural de San Sebastián, hicieron entrega de una estatua en homenaje a Catalina de Erauso, uno de los personajes más curiosos del siglo de oro español.
Catalina de Erauso fue apodada "la monja alférez" ya que a esta donostiarra, internada en un convento en su tierra desde los cuatro hasta los catorce años, le gustaba la carrera militar y para poder trabajar en ello se hizo pasar por hombre.
Además de las iglesias, los habitantes de la región presumen también de tener una de las artesanías más ricas del Perú: sus retablos miniaturas con escenas de la vida popular; las llamadas cajas de san marcos con pequeñas figuras evocando el mundo celestial y el terrenal; las cruces con símbolos de la Pasión de Cristo; los tejidos de lana de alpaca y vicuña o los trabajos de orfebrería en filigrana de plata.
Es una muestra de su artesanía, cuyo proceso de elaboración fue conocido de cerca por los expedicionarios, que se desplazaron, entre otros lugares, al barrio de Santa Ana, donde se concentran los principales talleres.
En los mercados populares de la ciudad, al que acuden masivamente sus habitantes, se venden estas obras de artesanía, pero sus vendedores se mezclan con otros que ofrecen frutas y verduras propias de la zona, como lo es también la papa -Perú tiene más de 400 variedades- que los chavales degustaron
Mujeres ataviadas con tejidos bordados, en el que cargan a sus pequeños, compran en los mercados, que se convierten ya al mediodía en comedores donde el menú del día cuesta entorno a los dos soles, unos cincuenta céntimos de euro.
A unos 20 kilómetros de Ayacucho se encuentra el complejo arqueológico de Huari, capital del imperio andino y una gran urbe en su tiempo.
Los chavales visitaron sus extensas ruinas y continuaron la ruta en el llamado Obelisco Blanco, un monumento de 40 metros de altura y con relieves que conmemoran la batalla de Ayacucho de 1824, que puso fin a la dominación española.
Ayacucho fue también cuna del grupo terrorista Sendero Luminoso, donde inició su lucha armada en 1980 y mantuvo la provincia en estado de emergencia durante años.
La Ruta tiene su próximo emplazamiento en Castrovirreyna, provincia del departamento de Huancavélica, donde la minería es una de las actividades más importantes.